CAPÍTULO VEINTIUNO

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<Andrew Hirsch>

Ninguno de los dos dice nada pero él me mira de hito en hito, como si yo supiera por dónde escapar sin ser devorados.

En un momento de enajenación mental por estar siendo perseguidos por una bestia gigante, se me ocurre agarrar a Hannibal del brazo y lanzarlo conmigo al agua.

Está helada.

Quiero gritar.

Un poco del líquido se eleva al tiempo que nuestros cuerpos se sumergen bajo la oscura capa de agua.

La capacidad de movilidad de mis músculos es nula. El frío del agua me abraza pero no se siente acogedor. Me siento desprotegido.

¿Podré nadar así?

El lago no está tan profundo.

—¿Por qué mierda hiciste eso sin avisarme? —prácticamente me grita Hannibal, quien casi traga agua por no haberle dado tiempo a tomar aire antes de lanzarnos. Con sus manos se deshizo del cabello sobre su cara al igual que yo para permanecer callados. El animal estaba cerca.

Sentimos gruñidos a la orilla del gran lago. El sonido de sus duras garras contra el suelo. Metí mi cabeza bajo el agua para no ser visto y supe que mi acompañante hizo lo mismo al sentir el agua removerse junto a mi.

Me tomó de la mano.

Me estoy quedando sin aire, sin fuerzas. Mis pulmones necesitan el oxígeno que no les estoy ofreciendo. La fuerza del agua me eleva. Estoy a punto de subir la cabeza, aún cuando le temo a las consecuencias pero muy a lo lejos, la voz de alguien familiar, intercede para mantenerme quieto unos momentos más.

—¡Mike! ¡Mike, ven! —Creo escuchar, aunque no estoy seguro porque bajo el agua es difícil distinguir palabras.

Segundos después, siento que hunden mi cabeza. Por reflejo, la saco precipitadamente y con movimientos exagerados. Era Hannibal tratando de informarme sobre la partida de la bestia.

Avisto entre los alargados arboles del espeso y húmedo bosque, confirmando que el perro no se encuentra cerca.

Suspiro pesadamente antes de salir del agua mirando con mala cara a Hannibal por haber presionado mi cabeza.

Él solo se encoge de hombros. Guardamos silencio porque no sabemos quién nos pueda estar escuchando. Cuando salgo, el agua produce un sonido tranquilizador.

Me quito la camisa. Las piedras son lisas y no hacen daño, la bajada del lago está a escasos centímetros de donde los árboles echan sus raíces.

Independientemente de eso, Hannibal parece estar al borde de un precipicio luchando por su vida, moviendo las piernas con fuerza para mantenerse en pie, en realidad se mantendría a la perfección si tan solo no estuviera tan drogado.

Batallando contra el frío clima y la humedad, exprimo mi camisa. Noto como el gélido líquido se desliza por mis manos, quemándolas para luego caer al suelo. Mi collar se pegó a mi pecho, al darle la vuelta la cruz brilló ante el reflejo de alguna luz. Con la misma camisa, rozo mi vientre y pecho para secarme un poco.

Echo mi cabello hacia atrás. Hannibal logró salir del agua, no se quitó la ropa en ningún momento, supongo que no tiene tanto frío como yo. Pesadas gotas caen a chorros de su traje.

—¿Ahora que hacemos? —inquiere sentándose en la hierba con las piernas estiradas y la espalda encorvada.

—¿Quieres dejar de preguntarme todo a mi? Piensa tu un poco, ¿sabes?, es bueno entrenar el cerebro de vez en cuando. ¡Ahora, por ejemplo! —Me pongo la camisa que se siente menos pesada ahora que extraje cierta cantidad de agua. Me siento junto a él.

ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora