CAPÍTULO VEINTINUEVE

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Una semana después:

~Lilith Freya Windsor~

—Tu partida me ha servido de mucho. ¿Sabes? Chase te trajo hasta aquí para traumatizarme. —Ruedo la cabeza y sonrío mirando su hermoso cabello.

—Él me deja vivir dentro de la mansión —continué— y me saca a pasear cada día, también me deja hacer la comida, incluso hoy me dijo que íbamos a salir afuera al jardín. ¿A que es genial?

Si era cierto, de una forma u otra la muerte de Andrew fue como el elevador para llevarme a la gloria. El mismo día de su muerte Chase me hizo tomar un baño y alimentarme, también contrató a un doctor para hacerme un chequeo general y una ecografía.

—Los niños están bien, Andrew, solo necesito subir un poco más de peso. Estoy cumpliendo la promesa. ¿No es así?

Bajo la cama las motas de polvo pululaban, pero no me importó, estaba junto a Andrew, nunca dejé de hablarle durante todo ese tiempo. Siempre me escuchó sin quejarse o juzgarme, él es un buen amigo. A pesar de que su cuerpo ya olía mal, su cabello seguía siendo igual de hermoso.

Estoy a su lado en el suelo, acariciando su cabello y susurrándole cosas lindas al oído.

—Creo que Chase trama algo, me está tratando demasiado bien. Ya me deja saber la hora y caminar sola por la casa cuando la mansión está cerrada. Esta semana me ha servido para percatarme de dos cosas: La primera es que se preocupa por mi embarazo, tengo miedo de los planes que pueda tener con los niños cuando nazcan. La otra cosa es que, me deja cocinar y tener acceso a todo tipo de bebidas y medicamentos, pero... —Aparté una mosca que se posó en su ojo—, me hace comer y beber todo antes de hacerlo él. No confía en mí. Pero descuida, tengo una idea. —Solté una pequeña risa en su oreja y lo besé.

Al escuchar a alguien llamar a la puerta de mi habitación, salí de debajo de la cama lo más rápido que pude.

—Señorita Windsor, —Tocó nuevamente— ya podemos salir.

—Voy. —Grité emocionada.

Frente al espejo me organicé el cabello como me salió y pinté una sonrisa falsa en mi rostro. El color de mis ojos combinaba bastante bien con el vestido ceñido que traía.

—Hasta luego, Andrew. Después te cuento. —Guiñé el ojo a la nada y salí.

Chase portaba uno de sus invariables trajes hechos a medida. Me sonrió de pasada antes de tomarme del brazo y avanzar conmigo por toda la mansión.

El jardín, mi habitación y la cocina se habían convertido en mis estancias favoritas de la casa, donde pasaba la mayoría del tiempo. No todo era luz y color, hubieron cosas que preferí callarme y no decirle a Andrew, cómo aquella vez que vi los ojos de un hombre en la boca de Chase, o cuando orinó toda la vodka que se había bebido en la boca de un bebé fallecido. Hasta inyectó ácido en el cerebro de un anciano. Presencié muchas cosas en muy pocos días y solo me quedaba fingir que no recordaba nada luego de eso. Siempre me permitió mirar a través de un cristal, pero no más que eso, no tuve oportunidad de salvar a ninguno. Me siento como una mierda.

Innumerables veces soñé con pretender ser Wilder, pero se me imposibilitó por la simple razón de no saber cómo actúa, no saber lo que diría en cierto tipo de situaciones, incluso no saber cómo se viste o se mueve. No tengo información sobre él que me ayude a tomar su identidad. Una vez me arrepentí de suicidarme en medio de la noche porque escuché la voz de Andrew diciéndome que no lo hiciera. Lo extraño tanto.

Ahora viendo a Chase frente a mí, bebiendo y brindando al aire libre sobre una manta en el césped, nadie creería que me tiene secuestrada.

—¿Te sientes bien? —Ojeé la copa de vino que tenía sujetada por el cáliz y fingí que tomaba un sorbo.

ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora