CAPÍTULO SIETE

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Apartamento #4: Los Norris.

Faith.

Tuve que trotar hasta la sala donde estaba el teléfono, mamá estaba en la cocina, papá trabajaba y no veía a mí abuelo desde ayer.

—Diga.

—¿Hola, son ustedes familiares de el señor Max Norris?

—Si, soy su nieta. —Sonreí.

—Podrías pasarme a alguien mayor, como tu mamá, por ejemplo.

—Si, espere un momento. —Corrí a la cocina tropezándome en el camino.

—Mami, te llama un hombre por teléfono. —Apoyé mis manos en la meseta.

—¿A mí? —Se giró para verme—, que raro. —murmuró mientras se quitaba su delantal para tomar el teléfono en la sala.

****
Hester Norris.

—Diga, ¿quién es usted?

—Señora Norris, ¿es usted la señora Norris? —insistió.

—Si, soy yo, ¿qué quiere usted?

—La llamamos del hospital, el señor Max falleció ayer, fue atropellado por un auto, si no la llamamos antes fue porque estaban las lineas saturadas en el hospital. Intentamos todo lo que estuvo en nuestras manos pero murió luego de unas horas en terapia intensiva.

El teléfono se resbaló de mis manos.

Faith tomó el teléfono pero se lo arrebaté y colgué.

—¿Que pasó, mamá?

—Faith, quédate aquí con tu hermano yo voy a salir, ¿ok?

Ella asintió mirándome confusa.

Salí corriendo hacia el hospital más cercano a la estación de policía.

Le marqué a Phillip.

—Cariño, te tengo que dar una muy mala noticia, necesito que vuelvas pronto. —Colgué.


****
Aaron Windsor.

Me seguían golpeando, mi cara morada y verde por las heridas.

Sangre brotaba de mi cara, entre los tres estaban acabando conmigo. Sentía palpitar mi labio superior.

Les debía dinero, mucho dinero.

Raven, te odio.

Raven, te deseo.

Raven...

Sácame de aquí, perra.

Cuando se cansaron de golpearme se llevaron algunas de mis pertenencias y se fueron.

Sabía que aún tenía que darles una buena suma, pero al menos sería menos que al principio.

Bebí de la botella y cogí el teléfono.

—Raven, te odio, muérete. —Eructé.

—¿Ya estás borracho? Eres un inútil. Al menos dime qué te deshiciste de los tipos esos.

—Si, pero se llevaron varias cosas.

—¿Y que más te da? De todas formas no nos queda mucho.

—¿Cómo que no? O me estás diciendo que dos asesinatos son como ir a la tienda a comprar una bolsa de papas.

—Lo haremos rápido, para cuando se den cuenta ya estaremos lejos, pero hay que tenerlo todo bien preparado.

—¿Ya tienes dinero?

ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora