CAPÍTULO CINCO

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Aaron Windsor.

—Escúchame bien, tienes que sacarle todo el dinero que puedas lo más pronto posible —hablé en voz baja y con la mano en el teléfono.

—No es tan fácil, no es estúpido, ¿sabes? Además, ¿no tenías el asunto de las apuestas bajo control? Deja de apostar, Aaron. —La persona con la que hablaba por teléfono se notaba más seria de lo normal.

—¿Y tú no tenías el asunto del dinero bajo control? ¿Cuánto te falta?

—Deja de preguntarme por el dinero, del dinero ya me encargo yo. En cuanto lo tenga te lo diré.

—Si no les doy el dinero pronto me van a matar, a mí y a Olivia.

En realidad no creo que lo hagan pero necesito más dinero para apostar.

—¿A Isabella la dejarán vivir? —Soltó una risa sarcástica—. Esa está más muerta que viva, es cuestión de tiempo.

—Estás muy mal de la cabeza.

—Tu te metiste en éste lío conmigo, en su momento te di la opción de no armar este plan conmigo. Pero aceptaste.

—¿Cómo no iba a aceptar?, me amenazaste y me chantajeaste para lograr que me quedara a tu lado. Y ahora estamos armando un plan para matar a dos personas. —Le dije al borde de la frustración.

—Habla más bajo, imbécil. No queremos que todo el mundo se entere de que eres un puto pedófilo, ¿verdad? —Rió—. Sabes que me amas de igual manera, estás obsesionado conmigo.

—Tienes razón, no sé qué haría sin ti. Hija de puta.

—Me encanta como eres capaz de arrastrarte con tal de no acabar en la cárcel. Tienes suerte de que me gustes, sino estarías incluido en la lista de los muertos. Sabes que no me gusta bromear. —Colgó.


****
Desconocido.

Sabía que tenía que matarla, antes de que la estúpida me denunciara a la policía.

Lo que no sabía era "cuándo".

Me daba un poco de miedo que se me vea como el culpable de los secuestros.

Solo soy un poquito asesino.

Solo estoy velando por mi futuro.

Ésto ya no era un secuestro, era un asesinato. La policía sabrá que no fueron la misma persona.

Tengo que esperar un poco más.

Tengo que mantenerla ocupada un tiempo más.

O no.


****
Lugar: Desconocido.

X

La confusión en mi cabeza era mayor cada día.

Mis esperanzas de salir, disminuían por segundo.

Hacíamos ruido de vez en cuando pero nadie era capaz de escuchar.

No nos ha traído comida en un buen tiempo y estoy empezando a sentirme mareado.

Podía oler una peste horrible, algo descomponiéndose.

No sabía si me lo estaba imaginando.

Luchaba contra mis pensamientos para lograr sobrevivir hasta que escucho ese ruido tan reconocible.

El ruido que escuchábamos todos los días al recibir nuestra comida o agua.

La puerta se cerró y sus pasos se sentían cercanos.

ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora