CAPÍTULO VEINTISEIS

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~Lilith Freya Windsor~

Frío, sombrío y solitario, así se siente mi corazón, palpitando calmadamente en mis interiores mientras paso a paso atravieso la oscura habitación.

No tengo miedo.

No puedo ser consciente del cuerpo que habito, mis movimientos son todos realizados por inercia.

Sobre una cómoda reposa un blíster de pastillas. Las agarro y veo que dentro de los envases transparentes, las pastillas tienen forma de corazón. Metiendo dos de ellas en mi boca, las saboreo. Siento como se degradan y mi lengua se torna áspera. Devolví el blíster a su lugar con una sonrisa.

—¡Mamá! —El eco se propaga por mi cabeza.

—¿Si? —Me aproximo al lugar del que proviene, creo que es del piso de abajo.

Los escalones crujen bajo mis pies y mi vista se mantiene al pie de la escalera, pasando mi mano por la barandilla polvorienta.

—¿Mamá? —Una vez más esa voz hace eco por todo mi ser.

—¿Si? —Trago saliva pero no baja, se queda atascada en mi garganta. Crea consigo una sensación de ahogamiento.

Cuando logro llegar abajo, noto una pequeña cabeza sobresalir por encima del espaldar del sofá frente a la televisión.

—¿Qué haces mirando la televisión si está apagada?

—¿Mamá?

—¿Si?

—¿Por qué nos odias?

No los odio.

—Porque me arruinaron la vida.

El tacto de algo rozar los dedos de mis pies me hizo desviar la mirada hacia abajo. Era un líquido extremadamente negro y espeso.

Me quedo quieta y dejo que cubra mis tobillos, mis pantorrillas, hasta mis rodillas. Poco a poco su oscuridad me absorbe, me inunda hasta colarse por los agujeros de mi nariz para penetrar en mí. No puedo respirar.

Abro los ojos de golpe pero mis pupilas se contraen de inmediato ante la fuerte luz emitida por el bombillo sobre mí.

Ese olor...

Olor a sala de espera de un hospital. Voy saliendo del trance en el que me encontraba atrapada y respiro fuertemente por la nariz para asegurarme de que sigo viva.

Víctima de la ingenuidad y la falta de memoria momentánea, quise restregarme los ojos para estirarme y seguir con mi vida, pero debido a algo frío que no logré descifrar, no pude mover las manos, mucho menos los pies.

—No te esfuerces tanto, Моя леди —aconseja una voz masculina. Se me hace conocida pero todo es muy confuso.

—¿Dónde estoy?

Lucho por mantener mis ojos abiertos y al pendiente de lo que pasa, muevo mi cuello de un lado a otro en busca de algo que me oriente.

—Ayuda, ayuda por favor. —Una voz diferente, agotada y desconocida.

Ahí es donde caigo justo donde no quería. En la realidad.

Hay una camilla a mi lado y una mujer adentrada en la adultez sobre ella, atada de brazos y piernas en forma de estrella. Ruedo mis ojos a mi posición y noto como estoy en exactamente la misma situación. Desnuda, atada e indefensa.

No, no, no.

Chase.

—¿Chase? —murmuro con un hilo de voz.

ARTHURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora