La sensualidad interrumpida de ser hija del Soldado del Invierno

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GISELLE *"AUTÓCRATA OLIGÁRQUICA"... DIGO... NOMBRE CLAVE EN PROCESO* BUCHANAN ROMANOFF
EDAD: 17 AÑOS

Giselle entró en la sala de entrenamientos, contoneando las caderas con una exageración no muy evidente más que para quien conociera bien a la recluta y vistiendo aún el uniforme de colegiala con el que había llegado una media hora antes a la agencia; por lo general, habría llegado a la habitación que tenía designada en el complejo habitacional de S.H.I.E.L.D. y se habría cambiado por el traje de entrenamiento; aquel día iban a practicar puntería con armas cortas y se moría por tratar de utilizar de blanco andante al idiota Neandertal de Jack Edwards, el recluta del equipo Delta que era su némesis personal y al que le debía un par de puñaladas de unas semanas antes... Pero... la noche anterior se había quedado hasta muy tarde leyendo viejos reportes de misiones de su mamá.

Una ventaja que Giselle tenía, con la que nadie más contaba, era que ella literalmente había crecido en el complejo de S.H.I.E.L.D., la Torre de los Vengadores y los Helicarriers; había gateado por cada uno de aquellos pasillos y había dado sus primeros pasos en ellos... conocía rincones de la Agencia que, sospechaba, solamente Fury sabía que existían y tenía maneras de escabullirse en casi cada uno de aquellos lugares que para la mayoría estarían prohibidos, la Súper Soldado no parecía comprender el término "Nivel de Autenticación de Seguridad" porque desde que tenía uso de razón nadie le había coartado la libertad de moverse; la tarde anterior habían cancelado los entrenamientos de combate cuerpo a cuerpo porque la persona que debía enseñarles una técnicas israelíes secretas no había llegado, aparentemente podía estar tirado en alguna zanja pudriéndose o algo así; los otros reclutas se habían organizado para irse de farra, Giselle se había escapado antes de que pudieran convencerla, su metabolismo genéticamente modificado hacía muy difícil que la chica se embriagara, y honestamente había cosas mucho más interesantes que hacer en S.H.I.E.L.D. que ver a un montón de idiotas ahogar las pocas neuronas que tenían en alcohol barato... Lo que le recordaba, necesitaba ir a hacerle ojitos de gato con botas al director Coulson para conseguir un aumento; el estado de cuenta que recibía con cada cheque de pago se reía en su cara de ella mientras los pordioseros en la calle parecían echarle en cara que tenían más dinero en los vasos que sacudían enfrente suyo que ella en su cartera.

En fin... divagaba... el asunto era que el día anterior se había metido en los archivos de S.H.I.E.L.D. luego de serpentear por uno de los conductos de ventilación de los sótanos más lejanos... algo que probablemente no volvería a hacer nunca porque se había encontrado con arañas del tamaño de su puño y... bueno... por más Súper Soldado que fuera, era también una chica adolescente... y las arañas eran enormes y se veían malignas... y además había escuchado de Peter Parker y ella era demasiado linda para convertirse en uno de esos raritos enmascarados que iban por ahí protegiendo la ciudad un delincuente a la vez... en fin, se había metido en los Archivos de S.H.I.E.L.D. y se había robado... err... tomado prestado el expediente de los primeros años de su madre.

Evadiendo las arañas potencialmente "rarificadoras" que podría encontrar en su camino, Giselle reptó de vuelta al pasillo por el que había entrado al sistema de ventilación, y, después de quitarse las telarañas del cabello y de asegurarse que no llevaba ningún indeseable pasajero de 8 patas y muchos ojos, la chica caminó con todo el garbo del mundo, como quien no acaba de irrumpir en una bóveda de seguridad de la más secreta de las agencias gubernamentales a robarse documentos de alta secrecía, de vuelta a su habitación... una vez ahí y luego de hacer que uno de los reclutas de grupos inferiores, que la adoraban como si fuera una especie de diosa-agente la proveyera de un muy raro frapuccino de Starbucks, Giselle se había enfrascado en la apasionante lectura que eran los primeros años como agente de su increíble madre... de aquello, la castaña había conseguido la idea que en ese momento estaba poniendo en práctica; Giselle siempre había sabido que su mamá era preciosa, pero leer los reportes de aquellas misiones en los que la seducción había sido una de las armas que había utilizado para hacerse de secretos imposibles de conseguir por la fuerza había sido simplemente inspirador... Giselle estaba impresionadísima... y tremendamente frustrada... sabía a la perfección que si se acercaba a su mamá para pedirle que la entrenara en las artes de la seducción se ganaría un castigo de por vida que probablemente incluiría un cinturón de castidad si su papá quedaba incluído en el castigo...

¡Era verdaderamente injusto y descorazonador! ¿Cómo pretendían que fuera la mejor agente de la nueva generación de S.H.I.E.L.D. si se topaba con obstáculos como, por ejemplo, la reticencia paterna a dejarla ser la clase de bomba sexual que era la Viuda Negra? Pero entonces, Giselle se había dado cuenta de algo... ella era mitad Natasha Romanoff... ¿cierto?, sabía que se parecía mucho a su papá en el cabello castaño oscuro y los ojos zafiro, pero también tenía la piel de alabastro y los rasgos de delicada porcelana de la rusa, ¿Quién decía que no había podido heredar esa capacidad innata de la pelirroja de ser sexy?... Después de una larga búsqueda en Google sobre sensualidad (no podían culparla por no tener ni idea, había crecido sobreprotegida en la agencia), su pequeña cabecita maquiavélica había forjado un plan bastante osado y aterrador para quien se cruzara en su camino.

Ese largo camino recorrido el día anterior, en medio de arañas enormes y cuestionables sitios de pornografía que podía o no haber guardado en la lista secreta de pestañas de su laptop había terminado con ella contoneándose provocativamente mientras caminaba expertamente sobre unos stilettos de unos 15 cms de alto con la falda de plaid del colegio estratégicamente acomodada para mostrar mucho sin revelar demasiado; la aterciopelada piel de su vientre plano medio visible en la abertura de la camisa blanca que llevaba desfajada y demasiado bien planchada para no ser intencional, los exuberantes y pesados rizos castaños sueltos y cayendo en cascada por su espalda cuan largos eran hasta acariciar el perfecto trasero, mitad entrenamiento duro, mitad genética mejorada. Un silencio impresionado se adueñó de la habitación haciendo que los labios pintados de rojo oscuro de la chica se contrajeran con una sonrisita de suficiencia al ver que había logrado su cometido... a punto de festejar, el cambio en la atmósfera de la sala de entrenamiento, de sobrecogida a francamente aterrorizada, el silencio asombrado de pronto se había vuelto sepulcral mientras las miradas horrorizadas de los reclutas y del agente a cargo se dirigían sobre el hombro de Giselle que musitaba un muy elocuente: -¡Oh demonios! -Mientras una conocida mano biónica cubierta por un guantelete negro la envolvía en un abrigo masculino demasiado grande para ella y la echaba sobre un hombro también extremadamente conocido, la voz atronadora de su papá, uno de los asesinos más famosos de la historia de S.H.I.E.L.D. y Hydra sonando casi chillona mientras le gritaba: -¡¿Es que acaso te has vuelto loca!? -Y salía de la sala de entrenamiento hecho una furia, con ella, envuelta como un fardo y rebotando sobre su hombro medio escuchando las furibundas palabras entrecortadas de su padre que hablaba de conversión al catolicismo, conventos de reclusión e infartos al miocardio... Pero Giselle no podía evitar sonreír triunfalmente, con toda su alma aunque de cabeza; había logrado su cometido, sabía que podía ser sensual y había agregado un arma más a su ya repleto arsenal, su meta de ser tan buena como su mamá y su papá se veía cada vez más cercana... bueno, metafóricamente hablando, en ese momento sólo alcanzaba a ver el tejido de la camisa negra que cubría los anchos hombros de su papá alejándose y acercándose al ritmo de sus zancadas hasta que comenzó a marearse y a pensar que, quizá, sólo quizá, hacer eso donde sus padres podían enterarse no había sido una de sus ideas más brillantes.

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora