Hospital

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Suspiró profundamente... Lo más profundamente que el radiante dolor en sus pulmones se lo permitió, aparentemente, no habían recibido el memorándum donde les avisaban que los habían curado con una intervención quirúrgica de varias horas... O lo habían intentado, por la forma en que su espalda palpitaba cada vez que quería respirar profundamente, comenzaba a dudar que hubieran hecho un buen trabajo.

Se revolvió, la posición estaba haciendo que sus brazos hormiguearan como si estuviera acostada sobre sus manos, trató de abrir los ojos para ver que era el elefante que tenía sentado en el pecho que hacia que cada inspiración y cada latido de su corazón fueran una agonía, un aro de fuego rodeaba el músculo cardíaco y cada vez que se contraía y se expandía como parte de su trabajo cotidiano, hacia que una oleada de llamas recorrieran su pecho y eso no ayudaba mucho con el problema de los pulmones... Sus parpados parecían estar pegados con esa misma viscosidad que tenía en la boca... ¡dioses, se moría de sed!

-Hey, hey, tranquila -La voz juvenil y masculina le resultó muy familiar, casi tanto como las manos que la sostuvieron para evitar que siguiera revolviéndose y la ayudaron a encontrar una mejor posición. -Si te lastimas más, justo ahora que convencí a tu mamá y tú papá de ir a tomar una ducha, me matarán.

Se las arregló para empujar los párpados y abrir los ojos y observó al hijo de Steve Rogers sentado a su lado, en la orilla de la cama, aún sosteniendo sus hombros como si quisiera moverla hasta que se sintiera mejor; trató de hablar, pero la máscara de oxígeno la obstaculizó, lo que no fue tan malo, porque una punzada de dolor en su corazón, particularmente fuerte, la hizo jadear sorprendida y obligó al chico a reaccionar de inmediato. Tomó su mano llena de vendas y de la que salían varios tubos y presionó un botón que liberó una oleada de bienestar líquido por sus venas que casi hizo que sus pestañas aletaran por el alivio. -Pericarditis... -Murmuró Tristen, trazando pequeños círculos en el pequeño espacio de su pecho, sobre su corazón, que no estaba vendado o herido -Es una infección o algo así, el espacio entre tu pericardio y tú miocardio está infectado... -frunció el ceño, evidentemente había evitado escuchar todos los detalles, ella lo hacía también -Estarás bien, ya te están tratando -Si, eso era lo que ella habría escuchado también... Pero ahora tenía una pregunta más acuciante que se moría por hacer aunque no pudiera en ese instante: ¿Por qué? ¿Por qué se había arriesgado tanto por salvarla? ¿Por qué se había quedado a su lado? ¿Por qué se veía tan afectado por su salud?

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora