Complicaciones sentimentales

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GISELLE *INSERTE NOMBRE CLAVE COOL AQUÍ, AUNQUE EL FAVORITO ES "LA FABULOSA MANTIS ROSA"* BUCHANAN ROMANOFF
EDAD: ALREDEDOR DE 17 AÑOS

Anya Romanova, la chica muda de 17 años que era el alter ego educativo de la hija de la Viuda Negra y el Soldado del Invierno, caminó tranquilamente por uno de los pasillos de la lujosa academia donde su familia se había empeñado en que estudiara; era lo suficientemente hermosa para ser blanco de las burlas de alguien... y lo suficientemente amedrentadora como para que alguien se metiera con ella; más de uno había visto a Giselle Buchanan Romanoff, la Súper Soldado, recluta de S.H.I.E.L.D. asomarse detrás de la frágil fachada de Anya en algunas de las actividades escolares en las que se veía obligada a participar... Eso, y el hecho de que era una experta en hacerse pasar por un bicho raro pero exótico y precioso, le garantizaban a Giselle que Anya, su otro yo, podía andar por la escuela, tranquila y desapercibida como una sombra.

Giselle observó que todos se dirigían, llenos de entusiasmo, a la cancha de usos múltiples que estaba en la parte posterior de la escuela, cerca de la alberca y los jardines, la castaña siempre se había maravillado de la capacidad que tenían las escuelas Newyorkinas de poner todo aquello en esas ancestrales mansiones que evidentemente nunca fueron planteadas para convertirse en escuelas para adolescentes modernos como ella. Prestó atención a lo que decían, sólo para enterarse que alguien, un par de chicos populares, se habían retado a un match de tenis... una exhibición de testosterona masculina que buscaba demostrar quién era el mejor partido para todas aquellas herederas huecas que a final de cuentas sólo estaban en aquel lugar para interactuar con otros como ellas y encontrar un marido perfecto, con el cual tener hijos perfectos que criar para no aburrirse perfectamente mientras les ponían unos perfectos cuernos con la perfecta secretaria de la mitad de su edad... Si... Ni Giselle ni Anya encajaban en aquella actividad, eso era definitivo.

Fingiendo demencia, mientras se ocupaba en un libro que de pronto encontró fascinante, Giselle se alejó de la multitud entusiasta y se pegó a la pared, esperando que todos se alejaran y la dejaran tranquila; si la decisión hubiera estado en las manos de la chica, ella se habría educado con maestros particulares en S.H.I.E.L.D. sin acercarse a ninguno de aquellos chicos con los que no tenía absolutamente nada en común.

Cuando los pasillos quedaron finalmente desiertos, Giselle se permitió sonreír luminosamente y caminar hacia uno de sus lugares favoritos en la Academia: la preciosa alberca techada, tan llena de ornamentos y costosos adornos que Giselle podía fácilmente imaginarse a las señoritas de la alta sociedad Newyorkina de los siglos pasados bañándose ahí con sus púdicos y ridículos trajes de baño... haciendo lo mismo que las chicas de su edad hacían en ese momento: tratar de cazar marido... Aparentemente la raza humana femenina de esas esferas sociales no había evolucionado mucho desde aquel entonces...
Después de asegurarse de que nadie la veía, Giselle subió los escalones de las gradas de dos en dos; pan comido para la Súper Soldado que llegó sin siquiera despeinarse un poco hasta las gradas superiores, medio envueltas en las sombras, donde se sentó a leer "El Arte de la Guerra" de Tsun Zu; su falda del uniforme de Plaid turquesa, azul y amarillo, abierta como la corola de una flor alrededor de ella, a los lados; sus rizos castaños sujetos por una vincha azul plumbago como su sweater ayudando a camuflarla entre la penumbra casi acuática que reinaba en aquel lugar. Por un momento, Giselle se perdió en las palabras del sabio chino y el sonido de las pequeñas olas que barbotaban contra las orillas de la piscina movidas por una brisa invisible... o a lo mejor, por los fantasmas de esas mujeres de las que se burlaba un momento antes que se habían quedado estancadas en ese momento en que habían sido felices, sin preocupaciones y sin dolor; sin maridos que las engañaran y sin hijos que las decepcionaran... Y entonces, un sonido rompió la paz de aquel recinto, el click de una puerta que se abría clandestinamente de nuevo, dándole paso a una pareja a la que Giselle no alcanzaba a ver pero que reconocía por el sonido de sus pasos; el bien entrenado soldado en ella diferenciando a la perfección cada sonido: el suave taconeo de las costosas zapatillas de la chica que Giselle casi podía visualizar: los ridículos zapatos a los que pertenecían esos tacones; la perfecta mezcla a lo Lolita de zapatos de colegiala y plataformas de meretriz y, a su lado, las botas de combate carísimas y enteramente desperdiciadas de un niño rico que, seguramente, ni siquiera sabía dar un puñetazo sin romperse los dedos. Giselle era consciente de que podía knockear a cualquiera de esos idiotas, con la ayuda del SSS o no, simplemente basados en la falta de actividad real y en el impresionante entrenamiento que le debía a mamá, papá y todo S.H.I.E.L.D.

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora