CLASES DE BALLET CON LA VIUDA NEGRA

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Giselle caminó tranquilamente por el pasillo del complejo de los Vengadores que llevaba a la solitaria y soleada salita de los espejos y los estrados que era el estudio de baile donde ella, Sienna y su madre ensayaban; muchos años antes, cuando aún era una niña pequeña, Natasha la había convencido con tutús rosados y zapatitos del mismo color de tomar clases de ballet, la rusa sabía que su hija súper soldado aprovecharía la gracia y la ligereza que le proporcionaría el ballet para ser una mejor luchadora; ella misma era resultado de una enseñanza similar, después de todo...

Se alisó la falda rosada vaporosa sobre las medias gruesas y de un suave lila pastel y empujó la puerta entornada que le decía que su mamá estaba ya en aquel lugar esperándola, una sonrisita divertida le curvó los labios plenos y naturalmente rojos como un delicado botón de peonía a medio abrir; practicar con su mamá era una experiencia curiosa por decir lo menos...

Se echó los zapatos al hombro junto a su maleta y entró con paso decidido, observando con sus grandes ojos zafiro a su mamá que había comenzado a estirarse ya; Natasha era preciosa y cada que Giselle la veía, se sentía llena de un curioso orgullo de que aquella mujer tan perfecta fuera su madre. -Hola mamá... -dijo suavemente para no asustarla y fue recompensada con una enorme sonrisa de la pelirroja que caminó a darle un beso en la frente. La adolescente cerró los ojos al sentir los labios maternos y acarició su brazo, disfrutando de ese pequeño momento de intimidad madre e hija que pocas veces tenían, después de todo, generalmente estaban rodeadas de personas que las necesitaban de una u otra manera.

-Alístate... -le dijo Natasha escuetamente y Giselle sonrió, la bella voz de su madre siempre se impregnaba de un vago pero evidente acento ruso cuando ella y Giselle ensayaban ballet, era como si Natalia Romanova, la princesa rusa, despertara cuando se ponía aquellos zapatos que eran comunes a ella y a la Vengadora; desde pequeña, a Giselle le encantaba verla haciendo cabriolas e imaginársela en uno de los escenarios del Bolshoi o dando vueltas con un hermoso vestido de fiesta mientras bailaba con un guapo príncipe ruso (que se parecía, en su mente, sospechosamente a su padre) en alguno de los palacios de los Romanov que se suponía que eran su familia.

Giselle se puso en cuclillas y cruzó artísticamente las cintas de sus zapatillas de ballet hasta rematarlas en un delicado y femenino moño... y entonces comenzó el verdadero espectáculo...

Natasha sabía que la vida de su hija dependía de su entrenamiento, por eso nunca escatimaba dureza y órdenes cuando dicho entrenamiento estaba en sus manos. -Te estás tardando WinterWidow -le ladró en cuanto se dio cuenta de que estaba ya lista, y Giselle, de inmediato, entró en modo soldado y comenzó a seguir la rutina que ya tenían establecida.

Uno de sus pies fue, en forma de punta delicada y femenina, hacia uno de los estrados, el estiramiento obligado y que habría sido muy normal para una bailarina común y corriente... no para una súper soldado que sólo usaba el ballet como un arma más de su arsenal... ni un segundo después, Natasha estaba empujando y presionando, acomodando aquella figura de su hija hasta que parecía una pequeña muñeca de porcelada, hermosa y perfecta... Giselle se mordió los labios para ahogar el gemido de dolor que estuvo a punto de abandonarlos cuando la mano de hierro de su madre se cerró sobre su tobillo para corregir la postura, cada uno de sus tendones forzados al máximo, dolían como su fueran a romperse aunque Giselle sabía que no sería así, que el día de mañana, cuando estuviera peleando, aquello haría que su cuerpo fuera más flexible, más resistente... las bailarinas de porcelana estaban hechas de acero templado por dentro.

-Haz un pliè... -le ladró la orden Natasha, estudiando la forma de su hija al realizar la famosa y básica figura -Por dios, Giselle, mi anciana abuela tendría más gracia que tú al hacer eso, mírate nada más, despatarrada y torpe -En esa ocasión, Giselle no pudo evitar que una risotada le abandonara los labios... su madre no tenía una abuela anciana, aparentemente, por un momento, había olvidado que aquella era su hija y que conocía todos y cada uno de sus trucos...

Natasha la observó con una mirada fría y calculadora que prometía venganza... Oh, si, la Viuda Negra haría pagar a su joven hija por reírse mientras entrenaban, a Giselle le quedó más que claro al ver a su mamá, aquella mirada era una promesa firme de venganza...

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora