Agonía 3

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El bamboleo de Tristen al caminar hacia el jet con ella en brazos la estaba poniendo enferma, no sólo porque su cuerpo dejaba que un grito silencioso se escapara con cada movimiento, ni siquiera porque se le hacía cada vez más difícil respirar por cada paso que el chico daba; era su estómago el u1e parecía dispuesto a dar batalla al punto de que, a menos de cinco pasos de la compuerta de la nave, Giselle tuvo que sostenerse de la camisa del chico mientras una violenta arcada le sacudía el cuerpo y la hacía vomitar un reguero de sangre que salpicó el fango sobre el que se desplazaban como una macabra representación de Jackson Pollock en la estepa africana.

Tristen temblaba mientras la sostenía, evidentemente afectado por aquello. El esfuerzo la dejo exangüe entre los brazos del chico que la arrullaba, instándola a resistir y quedarse con él mientras comenzaba de nuevo a caminar con ella, evidentemente asustado de correr y lastimarla más; habia sido demasiado para el herido cuerpo de Giselle que comenzó a apagarse, a sumirse en una oscuridad espesa y pegajosa que se la tragó completa... Curiosamente, la sangre perdida tuvo un efecto inesperado: sus pulmones dejaron de ahogarse en si mismos y su respiración jadeante y trabajosa se relajó un poco; seguía siendo rápida y superficial porque su cuerpo estaba dañado, muy dañado, pero ya no resonaba el horrible burbujeo de la sangre goteando en los pulmones.

Quiso quedarse despierta para responder a las súplicas de Tristen, lo intentó de verdad, pero fue incapaz de hacerlo, todo se emborronó a su alrededor y finalmente fue presa de la bendita y añorada inconsciencia...

El olor penetrante de los medicamentos y los antisépticos le hirió la nariz haciendo que sus pestañas aletearan débilmente mientras hacía un esfuerzo supremo por despertar. Habían muchos sonidos molestos y repetitivos, rodeándola, pero no lograba identificarlos, aunque si reconocía la presión firme pero cuidadosa que aprisionaba su mano.

Finalmente, abrió los ojos y reconoció la habitación de hospital donde se encontraba; la rigidez, en su cuerpo la proveían todas las vendas que la inmovilizaban, casi modificándola y la presión venía de la mano del chico que había sido su ángel heroico personal antes. Trató de hablar, de llamar su atención, pero la máscara de oxígeno se lo impidió, aunque tampoco fue necesario; el hijo de Steve Rogers la observaba atentamente y sonreía al verla despierta.

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora