En el que llueven Súper Soldados en Central Park

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GISELLE BUCHANAN ROMANOFF *INSERTE UN GENIAL NOMBRE CLAVE AQUÍ*
AGENTE DE S.H.I.E.L.D.
EDAD: 17 AÑOS

La castaña chica de espectaculares ojazos de zafiro sabía que era hermosa, no podía no serlo, su madre era la famosísima y seductora Vengadora conocida como la Viuda Negra, era consciente de que siempre que entraba en una habitación, todas las miradas se volvían hacia ella, la seguían, hambrientas y codiciosas; cada movimiento de sus curvilíneas caderas, cada elevación y caída de sus senos pletóricos, cada inclinación de su pequeña cintura y cada movimiento de sus delineadas piernas eran notados a detalle; el Suero del Súper Soldado y el difícil entrenamiento de S.H.I.E.L.D. habían sido buenos con la adolescente, dándole un escultural cuerpo de diosa que más de un hombre habría matado por poseer… Si Giselle hubiera sido otra, probablemente se habría aprovechado de ello; muchos agentes estarían comiendo de su mano a cambio de una sonrisa, un aleteo de sus pestañas imposiblemente largas y espesas le habría ganado un nicho en ese Nueva York que tanto amaba la fortuita belleza femenina… pero Giselle había crecido en un mundo diferente.

S.H.I.E.L.D. le había enseñado que las apariencias engañaban, que detrás de cada sonrisa amigable podía ocultarse un enemigo al acecho, que unas facciones perfectas podían ser proyectadas con facilidad por la clase de tecnología que ellos manejaban y que allá afuera, más allá de Central Park y de la Quinta Avenida donde los niños ricos se afanaban por ignorar todo lo que quedaba fuera de los límites del Upper East Side, existía, no sólo un mundo, sino un Universo que requería de la heroicidad de cuantos pudieran ser héroes… y Giselle había nacido para ser una heroína…

Por eso, como no sabía en quien podía confiar y de quien debía desconfiar, la hija de Natasha Romanoff y Bucky Barnes los había alejado a todos: amigos, pretendientes… amantes… la adolescente se había vuelto solitaria y reservada como sólo su madre podría haber sido en los mejores días; la sombra hermosa de una obra de arte, envuelta en un misterio… y el misterio era justamente lo que, algunas veces, traicionaba su necesidad de distancia.

Por órdenes del omnipotente Fury, secundadas por su padre nativo de Brooklin, Giselle había sido matriculada en las mejores escuelas que la Gran Manzana podía ofrecer y había crecido rodeada de los hijos de las mejores familias de Nueva York; con un nombre falso y una personalidad inventada por ella misma, la chica habría podido ser íntima de  los Waldorf, los Vanderbilt o los Astor, tenía el encanto, el carisma y la belleza para ello… pero había elegido mantenerse alejada; no tenía tiempo para ellos de cualquier modo, desde el momento en que pudo sostenerse en pié, todo S.H.I.E.L.D. se tomó como una misión personal preparar a la pequeña Súper Soldado para que fuera la créme de la créme, lo mejor que había dado la agencia desde su tío Steve Rogers; por las tardes, mientras alguien más hacía las tareas que ella no requería hacer debido a su inteligencia privilegiada por herencia materna e influencia del SSS, Giselle se entrenaba duramente en cualquier técnica de combate cuerpo a cuerpo que se le ocurriera al agente en turno; en el uso de las armas a las que pudiera tener acceso o la conducción de cualquier vehículo y nave que estuviera de paso por las oficinas de S.H.I.E.L.D… eso hacía que la adolescente que fingía ser: Anya Romanova, un guiño a su posible pasado principesco, quedara relegada a la información en un dossier que había entregado al área de inteligencia para que le crearan su nueva identidad antes de entrar al bachillerato…

Anya Romanova no podía ser más diferente a Giselle Buchanan Romanoff: la única hija de un segundón descendiente de los Romanov rusos, cuyos abuelos habían hecho fortuna traficando con los despojos monárquicos de sus castillos de los que los bolcheviques querían deshacerse y de cuyo tráfico, la KGB se hacía la ciega con tal de deshacerse de todo lo que oliera a monarquía; había crecido en internados como Le Rosey y Kylemore Abbey, siempre lejos de un padre que seguía llorando a su madre que había muerto al nacer ella… Un descuido de los médicos que la trajeron al mundo la había dejado muda, o quizá simplemente fuera que la niña nunca había tenido nada que decir ni nadie a quien le importara oírlo… A Giselle, fanática de las hermanas Brontë y de Walter Scott, le había parecido un detalle deliciosamente romántico al mismo tiempo que increíblemente útil, si su alter ego estudiantil, Anya, era muda, ella no tendría problemas para convertirse en una wallflower, una sombra que se deslizara por los pasillos de la academia sin tener que cuidar lo que decía por temor a revelar un poco más de lo debido y sin necesidad de relacionarse con gente que no sabría cómo interpretar el lenguaje de signos que, de hecho, se había tomado la molestia de aprender como parte de la preparación para su papel…

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora