Paranormal 17

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Su mirada sólo se desvió un segundo a ver el coagulado escupitajo de sangre que había arrancado de aquellos labios hermosos pero asquerosamente blandos que unos minutos antes estaban tratando de seducirla, las cortadas que el culatazo le había dejado eran dos florecidas amapolas moradas que la hicieron estremecerse... Giselle había golpeado a mucha gente, demasiada para sus escasos diecisiete años y era la primera vez que una herida reaccionara de aquella manera, aquel hombre no sangraba y eso la estaba comenzando a llenar de pánico... ¿Y si no podía matarlo? ¿Y si le metía una bala en la cabeza y otra en el corazón y aquella cosa no moría? ¿Qué pasaría si tenía que quedarse ahí abajo... donde quiera que estuvieran... prisionera de aquel demonio que la había engañado y atraído a su guarida?

La negra rabia que algunas veces reverberaba por sus venas y que ella siempre trataba de acallar comenzó a hervir en la caldera errática que era su corazón, aquellas impurezas de los SSS de la KGB y Hydra que hacían que la chica a veces se regodeara en la violencia en la que se desenvolvía, tragándosela hasta arrastrarla a ese impulso homicida que algunas veces parecía abrumarla. Había una extensa mancha oscura en el alma de la joven súper soldado, una que solía tratar de limpiar para poder emular a su tío Steve, a su padre o a su madre, los héroes no tienen impulsos de torturar a aquellos que los dañan... por lo menos eso era lo que ella se repetía una y otra vez para no revolcarse en el horrible muladar de la oscuridad que a veces se extendía por su aura.

Pero en ese momento no quería hacerlo; en ese instante, no quería ser una heroína... las heroínas terminaban siendo mártires al enfrentarse a seres como aquel que la observaba con hambrienta lujuria pese a que le apuntaba con sus armas, en ese instante, quería que aquella cosa sufriera, que se revolcara de dolor y de miedo como ella lo había hecho, que saboreara la amarga bilis que le había quemado la garganta y envenenado sus labios cuando él la había tocado de aquella manera tan horriblemente intrusiva... Quería que sufriera, quería torturarlo, y la necesidad era tan real, tan abrumadora que los dedos que estaban sobre los gatillos temblaban de ansiedad por presionarlos.

Pero, si aquella cosa era capaz de morir, si el cuerpo del que se había apropiado podía morir, un balazo en el corazón y otro en medio de las cejas era algo demasiado benévolo para lo que Giselle deseaba en aquel instante en que era la perfecta hechura de Hydra y la KGB más que la heroína que S.H.I.E.L.D. tan arduamente tratara de crear... oh no, aquello no era suficiente.

Dedicándole una sonrisita depredadora que tuvo el portento de arrancarle un instante de palidez a aquella cosa, Giselle bajó lentamente la pistola que apuntaba a su pecho hasta que tuvo un excelente tiro de su pene y sus testículos... su dedo se deslizó por una de las mejoras que aquella arma tenía, aumentando el calibre de la bala que estaba a punto de disparar... quería que aquella cosa llorara, quería bañarse de sus gritos de dolor y de aquella asquerosa sangre coagulada que le hablaba de la horrible muerte que debió sufrir el dueño primigenio de aquel cuerpo poseído... Quería que los papeles se cambiaran como lo hicieron, que el depredador se volviera la presa dolorida y aterrada en la que la había convertido a ella unas horas antes.

-Veamos que tan seductor puede ser un íncubo sin aquello que le proporciona el alimento... -murmuró en un ronroneo casi seductor que envió un escalofrío helado por su propia espina dorsal, aquella no era ella... y al mismo tiempo era por completo ella, la ella que se escondía detrás de los parámetros aceptables de alguien como ella. Pero en ese momento no le importó, estaba sedienta y sólo su sangre podía saciarla... hambrienta y sólo sus gritos podían acallar ese fuego abrazador que se la tragaba.

Sin pensarlo mucho más, sin siquiera parpadear ni dudar un instante, ella disparó, sus ojos fijos en el rostro del demonio, sus oídos abiertos para empaparse en ese grito agónico sin llegar a la agonía misma que no tardó en alcanzarla.

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora