Paranormal 11

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Aún a cuatro patas entre los restos del asqueroso animal que había tratado de matarla, Giselle tosió desesperadamente el agua negra que trataba aún de ahogarla, necesitaba sacarla de sus pulmones que se negaban a volver a arrancar, su agotado corazón tampoco parecía estar muy bien después de aquello, quizá había sido demasiado pronto para abandonar el hospital...

-Giselle Buchanan Romanoff... -La voz masculina, pese a sonar ridículamente presente, tenía algo de espectral que hizo que un escalofrío le recorriera la espina dorsal mientras terminaba de vomitar el agua negra y fangosa que le llenaba los pulmones. Sin importarle rasgarse la piel con los afilados restos de la macabra pecera que había destruído, Giselle se puso de pie sobre sus piernas débiles y temblorosas, no quería enfrentar al enemigo de rodillas.

Aún llevaba la pistola en la mano, era sólo cuestión de cambiar el cargador y ella era buena en eso, y por lo que había sentido, su arsenal estaba intacto, colgando de su cuerpo empapado... pero algo le decía que no le serviría de mucho contra lo que la esperaba.

Sus mirada borrosa recorrió la habitación en la que se encontraba ahora; pese al desastre que había creado la pecera al romperse y sin importar que hubieran restos de calamar mutante por el suelo, el lugar era impresionantemente lujoso y Giselle quizá se habría sentido más extrañada de ver aquello si no sintiera cada doloroso latido de su corazón retumbando en sus oídos y fuera consciente de la sangre recorriendo dolorosamente el entramado de venas que de pronto parecían tan estrechas que su sangre no podía pasar, su corazón estaba trabajando sobre tiempo y el dolor que le causaba era muestra de ello; genial, probablemente había sobrevivido a la cosa que quería matarla, sólo para morir por una falla cardíaca en aquel lugar extraño...

Sus rodillas cedieron y ella se precipitó a una muerte segura pues a su alrededor había una constelación de estalagmitas de afilado cristal, listas a traspasarla cuando cayera... pero la caída no llegó... materializándose de la nada, un par de brazos la sostuvieron y la levantaron para evitar que cayera. Ella parpadeó, tratando de enfocar su visión lo suficiente para encogerse aterrorizada al ver el atractivo rostro del hombre... El rostro que se inclinaba sobre ella era el de Tristen Rogers, pero aquellos gélidos ojos rojos no eran del chico al que había conocido toda su vida; el desconocido no la engañaba aunque tratara de hacerlo, pero su corazón la traicionó en ese instante y Giselle se desmayó en los brazos de aquel desconocido embustero que había entrado en su cabeza lo suficiente para encontrar el rostro al que ella no huiría y robarlo...

Las ventajas de ser una meta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora