5.El demonio es popular

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—¿Puedo preguntarte una última cosa?

—Por supuesto —dice, dedicándole media sonrisa a Maider, como quizás nunca nadie la ha mirado.

El demonio parece complacido. No ha tardado más que dos bloques para que el rumor de su riqueza se esparciera por el lugar como una bomba, y sólo fue necesario el almuerzo para captar la atención de todos.

Ha resultado ser: agradable, ingenioso y atractivo. Además, es innegable que tiene una belleza atemporal, como si hubiese salido del siglo equivocado, por lo que las chicas se le cuelgan como abejas a un frasco con miel.

No puedo con tanto. Tuerzo los ojos llena de hastío y aparto mi bandeja, mientras Chérie quema con la vista al joven Ruthven.

—Se me ha quitado el apetito —se queja.

Hay cosas que mi hermano no perdonaría y eso es que se metan con Maider.

—Pero es tu culpa, Will —arremeto seria contra mi hermano, nunca le digo por su nombre, así que se da por enterado—. No me mires como si no supieras lo que has hecho mal.

Mi hermano gruñe, y volvemos a fingir que tenemos puesta nuestra atención en el curioso chico nuevo. Por lo que logro entender del contexto, Maider le ha preguntado por su anterior colegio y este se está inventando la historia bíblica de su vida.

—Luego de haber aprendido ya lo básico de piano, proseguí mis estudios en casa junto a mi institutriz, pero ya con doce viajé a Europa y como tuve algunas aventuras que mi madre no aprobaba, debí regresar a terminar mis estudios aquí. Ella consideraba que mi actitud de enfant terrible tendría mejor dirección en mi pueblo natal—Ruthven ladea la mirada y me dirige una sonrisa tan evidente que el público también se voltea a mirarme—. Y así fue como se decidió que lo mejor para todos, era reavivar un viejo compromiso que tengo con la dulce Anne.

Un silencio embarazoso envuelve la mesa en forma repentina y los ojos de Lidia me miran como exigiendo explicaciones, pero incapaz de romper el silencio.

De haber tenido un cuchillo que no sea de plástico, lo habría asesinado, pero como no lo tengo, sólo miro con pánico al resto de la mesa.

Sólo Joshua se atreve a abandonar el lugar y como digna líder de grupo; Maider corre tras él.

Genial.

La ira crece por todo mi cuerpo, pero trato de mantener la impronta de elegancia que envuelve a toda mi familia, y digo con la mirada fija en la puerta de salida del comedor:

—Ruthven, hablemos afuera.

Puedo vivir siendo la futura prometida del demonio, pero una cosa es mi casa y otra muy distinta es que mis amistades y compañeros de clase, deban ser parte de todo este ridículo juego.

Mis piernas flaquean por el camino, siento que la furia se ha comido mi corazón y cuando al fin logramos salir lejos de las miradas chismosas que rodeaban la mesa, el demonio libera un chiflido de júbilo.

—Pensé que sería difícil, porque eres muy refinada y eso, pero ¡Lo hice grandioso! ¿verdad? —Ruthven celebra corriendo en círculos a mi alrededor y alza la mano, pareciera querer que choque los cinco con él.

¿De dónde saca sus maneras de ser? ¿De revistas de cotilleo del siglo pasado?

Niego con la cabeza y dejo su mano flotando.

—No, no y no —le reprocho— ¡Lo hiciste todo mal! —chillo, si es que acaso tengo el poder de quejarme con el demonio.

La duda me embarga un momento, pero de todas maneras continúo.

—¡Por Dios, es mi colegio! ¡Hay límites! ¿Qué te hizo pensar que quiero que todo el mundo sepa que tú y yo...? —rujo enfurecida y le doy palmaditas a mi pecho, tratando de retomar la compostura de niña bien que tanto me ha costado construir.

—¿Entonces, no te gustó? —El rostro de Ruthven dibuja un rictus amargo y casi siento que me da tristeza, pero me importa más recuperar mi alma, así que no cedo.

—No —finiquito en forma rotunda.

—Ok. —Me dice Ruthven con las manos en los bolsillos del pantalón y otea distraído al resto del paisaje.

Ya no me está escuchando, pero se nota triste.

—Mira, no es necesario que estés a todo momento, no haré nada que el demonio no aprobaría —Le digo con tono de broma, y tomo su mano para que se note que estoy siendo sincera.

Mi corazón se acelera cuando siento su piel cálida y sus dedos acariciar mi mano.

—Lo dices porque el idiota de Joshua te gusta y si estoy aquí interrumpo —masculla y se aparta de mí como si realmente tuviéramos algo.

No puedo con estos desplantes de drama.

Pero Ruthven se comienza a alejar.

—¡Hey, oye! —grito—Escúchame, idiota —le digo jalándole el suéter de su uniforme y uso el poder de mi índice para intimidarlo, pero él sólo tuerce la boca y libera una carcajada de desprecio.

—¿Qué?

—Tú y yo no somos nada, yo soy una adolescente y tú un ser extraño del mismísimo averno —digo, aunque sé que mientras me dibuje esa cara de desdén, jamás tendrán efecto mis reproches.

Lo cual me enoja más.

Pongo los ojos en blancos y me cruzo de brazos.

—Escúchame, ¿Por qué pierdes el tiempo conmigo? ¿Por qué no haces cosas de demonios? Ve a cobrar almas, robar perritos.

Tal vez, me estoy pasando de cruel, pero es el demonio.

Su rostro de tristeza se desvanece y da paso a un fulgor de enojo.

—Tú no quieres que sea malvado —advierte.

El miedo fluye por mi cuerpo, pero en un arranque de sadismo, me encojo de hombros.

—Haz lo que quieras, me tiene sin cuidado —musito y me alejo del demonio, aunque sé que esto tiene la firma de un final horrible para mí.

No me importa.

No me importa

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