22.Enemigos íntimos

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—Puse la misma cara la primera vez que lo vi —dice Kelly y su carcajada estridente termina por quebrar mis pensamientos—. Este es Dante, el hermano de Alex, son idénticos, ¿no?

Asiento, tratando de recuperarme de la impresión, pero mi piel sigue sintiéndose de gallina. Es igual a ver un cadáver.

—Un gusto, Anne —se apresura a decir Dante, mientras me saluda con un amistoso ademán de cabeza.

—No sabía que Alex, tenía un hermano —confieso no sin cierta culpa, aunque Alex nunca hablaba mucho de su familia y creo que, aunque muerto, ese muro que ponía entre él y el mundo es algo que puedo criticarle, incluso hoy.

—Yo sí sabía de ti —dice guiñándome un ojo con un aire casi fraternal.

Una congoja apremiante me toma la garganta.

Siempre pensé que Alex no le contaba a nadie de mí, pensaba que lo nuestro, era algo secreto y sin importancia.

Por un instante, siento que me derrumbaré, pero Ruthven aprieta mi mano suave, como si entendiera que estoy pensando en quebrarme a llorar copiosamente.

Sus labios parecen querer susurrar algo, pero no lo hace y mordisquea su labio inferior como si estuviese en un aprieto. Su rostro emerge tenso de sea lo que sea que piensa, y luego, amarguísimo, pero nadie parece reparar en ello, sino sólo miran el hecho de que permanecemos tomados de las manos. 

Incluyendo al hermano de Alex, todos parecen distraerse un momento en esto.

Nerviosa me suelto de mi amarre y pongo atención en lo que está diciendo la amiga preciosa de Kelly.

Al parecer, quiere que juguemos a verdad o reto y ha dispuesto rápido una botella en el centro.

—Ruthven, ¿jugarás esta vez? —pregunta ella y añade con un tono jocoso—. ¿O te vas a unir a Denim de nuevo?

—La última vez dijo que no —bromea el que resultó ser Montero, pero el demonio sigue negando con la cabeza y parece ofuscado con la sola mención de aquel nombre.

—Oh, vamos, Ruthven, ¿Qué tienes que esconder? —dice Kelly. En definitiva, no tiene idea de con quién está hablando—. Hazle caso a Charlotte. La pasaremos bien —añade y entonces, lo entiendo todo y me siento un poco nerviosa.

Kelly me dirige una miradilla que suena a advertencia. Es como si hubiese utilizado todas sus armas para decirme frente a quién estoy.

—Anne, vamos, no vine a jugar —sentencia Ruthven, y se apresta a salir fuera del círculo que hemos creado.

—Déjenlo—advierte Charlotte, esta vez con un tono menos dulce—. Ruthven no entiende el loco afán de compartir hasta la más mediocre de las infidencias—se burla como si lo parafraseara de alguna otra ocasión.

Su tono suena cercano, como si en realidad, le conocieran más que yo.

Arqueo una ceja con reproche ante semejante desplante de esnobismo y traición, pero mi reacción no alcanza a ser más que tímida, pues el que asumo es Cervera se ríe a carcajadas junto con otra de las tres chicas y el semblante de Ruthven se disuelve tímido, tan humano que me inquieta.

—Yo jugaré —finiquito la discusión y Ruthven me mira como si hubiese guardado la loca esperanza de que le apoye.

—Pero tenemos que buscar a Will y ti no te gustan estas cosas —comenta Ruthven como si conocerme fuese su orgullo. Y en parte, tiene razón.

—Hoy sí quiero —Lo contradigo, para su sorpresa.

En un raro impulso de sadismo, quiero saber más de Charlotte.

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