Cuando entro a casa el aire acondicionado ha vuelto a funcionar y la zona de la piscina cubierta se ilumina como si buscara atrapar polillas.
Llevamos con Chérie, tal vez meses sin hacer las mantenciones previstas a esa zona de la casa, aunque es una de mis favoritas.
Tras unos segundos de duda, me dirijo allí. Tal cual lo imagino, el demonio descansa tendido sobre una tumbona y bebe cerveza. Lleva la misma ropa ensangrentada que tenía hace dos días cuando lo vi por última vez.
Su sola presencia me hace contener la respiración y apretar la garganta, pero en cuanto me cercioro de que sabe de mi presencia, me tenso por completo.
—¿Te gusta? —pregunta Ruthven arrastrando las palabras.
Parece un poco borracho.
—Sí, está genial —digo vagamente.
El demonio da unos golpecitos a la tumbona de junto y me invita a sentar y yo obedezco.
Siendo honesta, no quiero perder la oportunidad de hablar un poco más de lo ocurrido el otro día.
—No creo que algún día dejemos de ser miserables, Anne Sheridan —Se lamenta como si leyera mi mente.
—¿Sabes dónde está, Chérie?
—¿Will? De seguro, golpeándose con Denim o quizás haciendo algo peor—suelta desdeñoso, como si hubiese mordido algo desagradable.
Me he equivocado, el demonio no está ebrio, está exhausto, mi hermano lo ha agotado, si es que eso es posible, así es como ha sido. Yo igual estoy cansada.
Tomo un amplio respiro y me recuesto fijando la mirada en el tejado.
—Supongo ya no son tan amigos.
—Claro que sí, tú hermano es como mi familia, sólo...
—Creo que tiene problemas de ira...—interrumpo, antes de que diga más o se explaye en algo que no quiero saber.
Me vuelvo lento para mirar lo que mis dichos han causado, pero el demonio sólo me sonríe socarrón, de una manera divina y ligera.
—No creo que ese sea el mayor de nuestros problemas, pero es una buena teoría —dice con una mueca cruel, pero que se contrapone suave, casi armoniosa con su siempre melancólica mirada.
Quiero decirle que no es de su incumbencia, pero dudo cuando nuestras miradas se encuentran, y descubro que el demonio me observa con una cálida atención.
Él lleva días sin siquiera aparecer por casa. Sólo Dios sabe dónde acaba la noche y temo admitir que, tal vez y pese a todo, quizás lo que ha dicho Joshua sea cierto. Es posible que, esté frente a un gran riesgo que soy incapaz de percibir, porque estoy embelesada en algo que se asemeja a un sentimiento o mejor dicho un deseo.
—¿Dónde estabas? —digo, tratando en forma infructuosa de encontrar en aquel bestial paisaje que es su ropa, manchas de sangre que puedan pertenecer a alguien nuevo.
—Por ahí...
—¿Con Charlotte? —pregunto y se escapa una cierta ironía grosera en mi voz que desconocía ser capaz de hacer.
El demonio sonríe y niega con la cabeza.
—Ella y yo no somos ese tipo de relación.
No sé definir si lo que ha dicho me ofende o confunde, pero quiero detenerme en esta conversación.
—Entonces, ¿qué tipo de relación? —pregunto y mi mente aterriza en el peor de los de los escenarios.
—No del tipo que piensas —sonríe, como si la pregunta le generara alivio
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Maldito
ParanormalAnne Sheridan tiene un novio infernal ¡Sí, es el demonio! Y si sólo fuera eso, quizás sería más fácil, pero es además un idiota, que se sabe increíblemente tentador desde la primera mirada.