26. Un beso

176 15 3
                                    

—¡Nos inscribí en un desafío de conquistadores! —exclama Maider llena de alegría, mostrándonos las pruebas de su crimen en la pantalla de su celular.

—¿Un qué? —pregunto.

—Es un desafío deportivo virtual que implica recorrer distancias. Lo divertido es que se puede hacer como nosotros queramos, podemos correr, montar en bicicleta, caminar y cualquier otra actividad que consideremos divertida.

—¿En serio? —Los ojos de mi hermano brillan y se apresuran a ver la pantalla del celular de Maider—. He escuchado de esto, ¿son de los que te envían medallas y camisetas al terminar?

—¿No te parece divertido, Will? Además, si cumples un 15% del total de tu recorrido la empresa se compromete a plantar un árbol.

Pero ya no es necesario escuchar la respuesta. Mi hermano está tan emocionado como un niño en Navidad.

—¡Mira, Anne, tiene hasta opción de nado!

—¿Viste la opción de surf?

Todas mis alertas disminuyen de pronto, cuando veo a Maider y Chérie alegres.

Estaba tan concentrada en pensar que Maider podía estar enojada, que jamás reparé en que quizás, aquel rostro de determinación que traía de camino a casa, sólo era la sana expresión de mi amiga otra vez queriendo que vivamos como antes.

Sonrío aliviada y el timbre suena anunciándonos que nuestra comida ya ha llegado. Me precipito a la entrada y abro la puerta.

Es Ruthven.

Me he equivocado.

Nuestras miradas se cruzan incomodas por un instante, pero él se apresura a sonreír.

—Hola —suelta como si fuese normal el aspecto que trae.

El demonio está empapado de la cabeza a los tenis.

—Lindo atuendo —bromeo tratando de ofrecer la pipa de la paz, y ocultando que estoy levemente preocupada, pero mis dichos no generan la reacción esperada. Ruthven sólo me dirige una mirada apagada y se mete a lo cocina murmurando:

—Sí, lo que sea...

Maider, Chérie y yo nos miramos y yo me encojo de hombros, ante lo que entendemos como un escenario extraño, pero con Ruthven hace ya mucho nada es raro.

El estruendo de una taza rompiéndose hace que mi hermano se levante de su asiento.

—Iré a ver qué le sucede.

—¡No! —me adelanto—. Iré yo...

Una vez me adentro en la cocina encuentro la oscura silueta del demonio temblando. Se está transformando.

El timbre suena y escucho que Maider trajina junto a mi hermano.

—¡Chicos! La comida ya está —escucho decir a mi amiga tan cerca que me espanta.

—¡Voy! —grito y me apresuro a ser de ayuda haciendo de soporte. El demonio tiembla y se queja lastimero— ¿Qué te ha pasado?

—Anne, vete —gruñe, pero sus ojos me dicen que está asustado.

—Te ayudaré —digo sin retroceder un ápice en mi decisión y lo guío por la puerta que da a la huerta.

El ser tenebroso y horrible que realmente es, se revela a cada paso, pero me concentro en mi objetivo.

Planeo ingresar desde la oficina de mi abuelo al otro sector de la casa y eso hago, aunque con dificultad. El cuerpo de Ruthven se vuelve más pesado con cada paso que doy.

—Anne, gracias —me susurra el demonio, cuando al fin logro que se deposite en su cama.

Lo veo un instante, todo su ser parece estar debatiendo entre el ser monstruoso y el joven.

Ruthven me conmueve y asusta a partes iguales, así que oculto la mirada en otro punto de la habitación y digo:

—No es nada. De todas formas, no podemos dejar que Maider te vea de esta manera.

—Cierto —le escucho decir débil, pero como si sonriera—. Lo siento... —añade como si contuviera un llanto—. Siento mucho no ser lo que necesitas.

El solo enunciado me abruma.

Pese a lo horrible de su estado, un nudo aprisiona el aire en mi garganta cuando descubro que lo único que parece importarle en este momento soy yo.

Durante estos días compartiendo con el demonio, me he preguntado a menudo, si mis sentimientos por él se deben sólo a que es bello y yo frívola, o si disfruto ser el centro de atención de lo que él representa, pero el suave latido de mi pecho que se eleva cálido de pronto, me descubre que hay algo más, aunque no sé qué, ni cómo describirlo porque nunca antes lo había sentido.

—Sólo deja de ser un idiota —digo cerrando los puños y lo escucho reír.

—No podemos hacer declaraciones de amor —dice.

—Lo sé.

—Anne...

—¿Sí? —digo y contengo el impulso de girarme a mirarle, cuando compruebo que las sombras de la habitación dibujan la silueta de algo que no creo ser capaz de ver otra vez.

La sola idea de recordar los crudos colores de aquello ¡Y la sangre! Ni siquiera quiero recordar eso.

Tiemblo y sé que él también lo nota.

—¿Sí? —insisto, pese al miedo.

El demonio calla un segundo, pero vuelve a hablar y su voz retumba fantasmal por las paredes.

—Cumple tu promesa, por favor.

—Ruthven...—musito y cuando hago el ademán de girarme para pedir explicaciones, o siquiera admitir que me creo incapaz de enfrentar ese desafío, el demonio me detiene.

—No me mires, por favor. Ahora soy peligroso, si te vas lo tomaré como un beso —finaliza y me veo salir del lugar tan obediente que me coge de sorpresa.

Para el momento en que mis ojos se encuentran de nuevo con mi hermano y Maider, lo que creí era confusión rompe en una terrible congoja.

Indiferentes a mi presencia, ellos discuten entre cuchicheos. Si fuese cualquier otro momento, me esforzaría en escuchar a escondidas lo que ambos traman, pero hoy no.

Estoy agotada de tanto, así que sólo me introduzco en la habitación torpe y digo sentándome:

—Ruthven, está enfermo.

Creo que no me queda otra opción que cumplir mi promesa.

Creo que no me queda otra opción que cumplir mi promesa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora