10.Fiesta peligrosa

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Se hace escuchar tan atronador que da paso al unísono lamento de quienes lo vemos todo, pese a sólo ser un cuerpo estrellándose contra el suelo.

Chérie le ofrece su mano a Ruthven en señal de ayuda, y él se reincorpora de un brinco.

Quiero poner atención al partido, pero los canticos se apresuran a salir, mientras mi mente todavía divaga en aquella feroz embestida que no debió ser y trato de seguir el paso a mis compañeras.

Los jugadores se reúnen en un círculo.

El lugar se llena de un ruido frenético de pies y gritos. Yo aplaudo también, mientras busco la mirada del jugador base.

Joshua parece concentrado y serio, pero de todas maneras cuando regresan a la cancha, me dirige una sonrisa.

Luego todo se diluye entre los bailes, los cuerpos que se estrellan sudorosos, y los esfuerzos de la defensa de mantener el sonido del balón siempre regular.

Los minutos vuelan nerviosos, a la par que trato de sólo concentrarme en el contoneo de mis caderas al ritmo.

De pronto, las zapatillas chiflan con Chérie haciendo lo suyo y encesta, casi al mismo tiempo que se escucha el pitido que pone término al partido.

Nuestras graderías estallan en un vitoreo enardecido.

Vencimos.

La multitud baja a celebrar y yo me uno a la celebración.

Maider no puede creerlo, ha sido por lejos el peor mejor partido de la temporada, pero hemos ganado y su espíritu competitivo debe estar embravecido.

—Oh, mi Dios —dice, mientras abraza a mi hermano y él sonríe como hace varios días no lo hace.

Ya escucho los planes de la gente que dice que debemos celebrar.

Sólo cuando veo que Maider toma distancia, yo me lanzo a los brazos de mi hermano y me estiro para darle un beso en la mejilla, quiero que sepa que estoy orgullosa. Las cosas han estado ásperas en estos días entre los dos, pero hoy no es momento para confrontaciones. Amo a mi hermano y él se deja querer.

—Estuviste maravilloso —Le felicito.

—Tú estuviste genial igual, me gusta verte otra vez en el equipo —susurra, para luego alzarme en el aire y hacerme girar.

Los ojos de Joshua nos interrumpen divertidos de lo que ven.

—¿Te puedo robar a tu hermana?

—Con cuidado —dice Chérie y me deshago de sus amarras, para concentrarme en arreglar mis ropas, mi falda se ha subido unos centímetros.

Me encanta lucir primorosa, y si hay algo que sé me regala esta ropa de porrista es eso, así que le sonrío a Joshua tratando de que sea evidente que coqueteo.

—Entonces, ¿irás a celebrar? —Le pregunto y finjo que no estoy incluida en el panorama, aunque es obvio que sí.

—Claro, pero sólo si tú vas...—Joshua ríe y mueve su mano en círculos tratando de destrabarse, pero un rubor asoma por sus mejillas—. Digo, quería preguntarte si querrías ir conmigo...

—Por supuesto —afirmo rápido, pero mis ojos se posan en otra cosa que veo a la distancia y que me asusta.

Mis temores del día del funeral afloran otra vez, justo en el momento más inoportuno. Joshua me habla de lo difícil que fue el partido, pero sus palabras me suenan a nada, cuando veo como Ruthven y Chérie ríen a carcajadas, y celebran con el resto de sus compañeros. Parecen estar bromeando por el incidente de la caída.

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