2.Pasiones inesperadas

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Hoy el demonio ha llegado a casa.

No sé cómo, pero tan sólo aquel cruce de miradas ha bastado, para que un sentimiento de diabólica pasión, emerja de donde hace tan sólo un segundo, sólo habitaba la duda y el miedo.

Llevo tal vez días, prometiéndome que una vez aquel ser pisara mi casa, le rechazaría de inmediato, pero estoy intrigada y quizás, son estas ideas las que te hacen caminar al infierno.

A primera vista, nuestro invitado no parece un gran peligro. No luce como si tuviera más años que yo, y aunque es un poco más bajo que mi hermano Chérie, luce más elegante y atractivo.

Apenas descubre que le observo, no pierde un segundo en mantener una conversación afable de corte poco profundo.

Me agrada.

—No sabía si debía llegar tan pronto, pero estaba tan entusiasmado de pasar un segundo contigo que...

—Excelente —cierra Chérie, sin dejarme hablar.

Llevo tanto tiempo acompañada sólo por mi hermano en esta casa.

Es extraño, pero agradezco toda voz que no sea la suya y cuando el demonio dibuja una sonrisa burlona y placentera, le sonrío cómplice.

Mi hermano en cambio, es obvio que no le soporta.

Y como si le jugara una broma a mi hermano, él sigue hablando y alabando la naturaleza que rodea nuestra mansión.

Siento que, aunque no hablamos, existe un diálogo personal entre ambos. Trato de corresponder a sus labios, pero no puedo dejar de pensar en que, a pesar de su vigorosa manera de expresarse, tiene un dejo de melancolía que me gusta muchísimo más.

No debería, pero me gusta y con cada paso que doy; por el largo y pedregoso camino a casa, lo confirmo.

Cuando al fin llego a la puerta, la idea de que tal vez nos separemos, me alivia.

No quiero seguir sintiéndome tan bien junto al demonio.

El joven Ruthven es todo lo perverso que habita en este mundo. Y debo recordarlo.

—Tu habitación será la tercera a mano izquierda, está junto al patio de luz —se apresura a decirle mi hermano a nuestro invitado, y abre torpe la puerta principal.

Nadie que sea ajeno a nuestro grupo familiar, es capaz de ubicarse con facilidad en el caserón que llamamos hogar.

La mansión Sheridan es lujo con paredes amplias, descarnadas por el frío y la humedad que un año de vivir sin padres; puede regalarles a dos adolescentes, pero es bellísima y amplia, con tantas habitaciones como para perder al demonio, pero éste sólo me guiña el ojo y dice:

—Excelente —y se arroja de cabeza por los pasillos, mientras con Will lo observamos atónitos.

—¿Crees que la encuentre? —me pregunta mi hermano.

—Así será, Chérie —digo, y mi mellizo toma mi mano.

El estruendo de una puerta nos da a entender que nuestras deducciones estaban en lo correcto. Me recorre un escalofrío de tan sólo pensarlo.

Doce campanadas irrumpen el salón y nos recuerdan que ya es mediodía

—Prepárate, pronto deberemos almorzar.

Miro a mi hermano con ojos lastimeros. No quiero volver a compartir nada con el joven Ruthven si eso significa sentir lo que estoy sintiendo.

Me asusto de mí misma.

—¿Realmente debemos hacer esto?

—Fue la última voluntad de nuestro abuelo, hay que respetar —me responde él serio, grave como un cuervo que anuncia una muerte.

MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora