19.Las pruebas del crimen

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—Genial —dice Joshua y me sonríe como si estuviese orgulloso—. Entonces, vamos primero a otro lugar.

Pero su intención se detiene cuando una policía de cabello pelirrojo y rizado nos toca la ventanilla. Joshua sonríe nervioso y baja el vidrio batallando con la palanca.

—¿Qué haces aquí? —pregunta ella con familiaridad.

—Nada, matar la tarde. Iré a surfear —Joshua otea a través del vidrio—. ¿Ya llegó el detective nuevo?

La mujer asiente y me mira con esfuerzo, pareciera estar anotando todo dato sobre mí. Yo saludo con la mano como primer instinto.

—No hagas estupideces, Joshua —dice ella y agita la palma de su mano, como si sólo con hacer eso, cualquiera tuviera la obligación de irse del lugar.

—Sí, señora —acepta Joshua nervioso e intercambia una miradilla conmigo.

Entonces, el coche tose y se pone en marcha. Y apenas se cerciora Joshua de la lejanía de aquella policía, irrumpe veloz por entre los autos sin permiso alguno, al mismo tiempo que recibe todo tipo de improperios.

Joshua debe tener muchas cosas increíbles de seguro, pero una de ellas no es la seguridad vial.

—Hay que disfrutar cuando la camioneta anda —dice alegre, mientras derrapa en la esquina de una avenida y yo me cojo firme de la manija de la puerta.

—¿A dónde vamos? —pregunto temerosa de que esto signifique la muerte.

Joshua no dice nada, su rostro vuelve a ocupar un semblante serio.

—Anne, tú y yo no nos conocemos mucho, ¿cierto?

Me avergüenza un poco que sea cierto, así que guardo silencio un segundo, pero el rostro de Joshua se ilumina y estrecha la mano.

—Mucho gusto soy Joshua Miller, soy el capitán del equipo de ajedrez, me gusta la naturaleza y también juego baloncesto de vez en cuando.

Joshua mueve su mano en círculos invitándome a hablar, como si quisiera seguir distrayéndose de la vía con mi conversación.

Veo una gran camioneta venir a nuestro encuentro

—¡Cuidado! —grito.

Joshua la esquiva y ríe, mientras se tumba contra la acera y estaciona frente a la biblioteca. Todas las cosas dentro de su camioneta se agitan y saltan al igual que yo.

—No iba a pasar nada —dice restándole importancia, para apoyarse en el manubrio y mirarme—. Entonces, ¿Tú quién eres?

Sostengo entre mis manos el cinturón de seguridad y trato de pensar en ello, pero un hombretón de cabellos canos y piel morena, se acerca raudo a nuestro encuentro agitando la mano.

—¡Joshua!

Mi nuevo amigo sonríe distraído y bajándose del auto, dice:

—Espérame un momento, voy y vengo.

Veo por la ventana todo muy atenta, ambos intercambian un dialogo que parece casi el de dos amigos cercanos y ríen a la par. No puedo evitar notar que Joshua visto desde esta nueva perspectiva, es muchísimo más agradable de lo que siquiera alguna vez imaginé.

Me quedo embobada mirándole y tras unos segundos así, él me apunta dándole a entender mi posición al señor y saluda.

Yo me escondo tímida en el asiento.

Para cuando acaban al fin su conversación, Joshua trae consigo un sobre que el hombre le ha entregado. 

—¿Lista para ir a otro lugar? —pregunta, poniéndose el cinturón y guardando el sobre en la guantera.

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