15.El chico de playa

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Esta mañana he partido sola al colegio. Simplemente dejé el costoso auto de Ruthven aparcado a la espera de que Chérie se suba confundido ante mi ausencia, y he partido.

Me gustaría decir que estoy mejor desde lo ocurrido con Ruthven la otra noche, pero eso sería mentir. Al igual que yo esta mañana, él sólo desapareció ese día y tiemblo ante cualquier vestigio que me diga que puede regresar.

Así que estoy caminando por la carretera como hacía antes. Hay muchísimo calor, pero la humedad del rocío que alimenta las plantas del camino lo hace todo más agradable.

La última vez que me permití caminar por aquí, fue cuando mamá murió.

Me parece que hubiese sido hace un siglo.

Estuve a punto de morir aquí. En esta carretera, yo estuve a punto de morir, pero los autos me corren por el lado haciendo brisa como si no debiese preocuparme.

Me recuerdo latiendo muy fuerte, mientras pensaba que moriría.

Dolió tanto que no podía parar de llorar, incluso recuerdo haber llorado mientras me subían a la camilla.

Creí que aquel accidente sería lo más terrible que vería en mucho tiempo, pero me equivoqué. Lo más terrible que vi ese año fue cuando Sterling se tiró por la ventana. Dejó la gravilla de la casa manchada y tuvimos que removerla.

Sterling no era el mejor primo, era pretensioso como todos los Sheridan y un sabelotodo sin igual. De todas maneras, me agradaba y no deseaba su muerte.­­

Pensamos inclusive, en estudiar juntos en Europa.

—Como la mar que se repliega y derrama en la costa, uno siempre regresa a sus espacios —me dijo una vez el abuelo, cuando descubrió que ya no caminaba por aquí.

Sospecho pensó me alentaría a ser feliz otra vez.

Aunque los motivos que me trajeron aquí dicen sólo relación, con eventos calamitosos. Pienso que a mi abuelo no le habría importado, más allá de los resultados.

Mi celular vibra y reviso la pantalla.

Tengo dos mensajes.

Uno es de Chérie preguntando porqué he partido sola y el otro de Joshua, este sólo dice un críptico: "Hey"

Una camioneta se estaciona justo a mi lado de la carretera y trata sin gran éxito no llenarme de tierra.

—¿Qué haces aquí? ¿Y Will?

Es Joshua. No tardo en reparar, en que lleva la camisa blanca del uniforme cuidadosamente desabotonada en sus primeros tres ojales y las mangas enrolladas. Todo en él revela la justa medida de piel y bronceado.

—Quería caminar —digo y me encojo de hombros.

—Anne —escucho al motor del auto ahogarse —. Anne, no puedes andar sola en la ruta.

El auto avanza tras de mí moderando su velocidad, lento, casi serpenteante.

Supongo se refiere a las dos nuevas chicas que murieron en estos días.

—Descuida, Joshua —digo, con la seguridad de quien sabe que el único sospechoso de estos actos es mi prometido.

—Anne es peligroso...—suelta como un ruego, y detiene el auto para correr unos pasos a mí.

Él sólo estira su brazo para ofrecerme una mano como si se tratara de un caballero, y me dirige una sonrisa tan atractiva, que marea.

—Estaré bien.

—Lo sé, eres una chica fuerte, Anne, pero...—Joshua vuelve a ofrecer su mano y me escolta a su camioneta—. No es necesario que lo pruebes.

No sin antes batallar, Joshua me abre la puerta, revelando así una parte de Joshua que desconozco.

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