6.Un grito espantoso

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—¿Qué hiciste? —me dice Lidia, mirándome con curiosidad.

En cuanto he pisado el salón de clases, las chicas, o sea, Lidia y Carla, se han apresurado a preguntar por Ruthven.

—Nada, sólo hablamos... —y dejo la última sílaba de aquella oración flotando, mientras fijo la mirada en un corazón pintarrajeado en mi pupitre.

En parte, tengo miedo. El demonio todavía no regresa al salón y mucho menos, veo a Maider o a Joshua asomarse.

La placentera mañana de colegio que había planeado, ha sido destruida.

—¿Acaso no te gusta? —me pregunta Carla con una evidente curiosidad.

Sé que mentiría de negarlo.

El hecho es que el demonio despierta en mí muchísimo interés y es cuando dudo, que Ruthven hace ingreso al aula con la mochila colgada al hombro y una sonrisa triunfal en el rostro.

Luce tan relajado. 

Usa todavía una chamarra encima, como si no le hubiesen informado que estamos cerca de la costa.

Debe ser frío no vivir en el infierno.

Cualquiera que lo viera pensaría que es un adolescente, de esos bastante idiotas que se saben bonitos a toda hora, pero a mí no me engaña y cuando nuestras miradas se interceptan no pierdo oportunidad de mostrarle mi disgusto.

Él en cambio, me guiña un ojo.

—Señoritas —musita y yo me quedo de piedra, mientras Lidia se apresura a reír como el gorgojeo de un ave.

—¡Él me encanta! —chilla mi amiga, mientras me sacude el brazo.

Me gustaría sentirme así de entusiasmada, pero sé que algo malo va a ocurrir pronto, y es cuando estoy pensando en esto que veo a Nito invitar con una mano a Ruthven.

—Sienta con nosotros —Le dice, mientras le ofrece una silla justo frente Chérie.

Conozco bien a Nito, no es mala persona, pero le gusta el lujo. Jamás se juntaría con alguien que no considerara capaz de seguirle el paso, así que el demonio o el heredero de una familia poderosa, suenan como su natural aliado.

Mi hermano parece enojado con esta invitación, pero sólo se cubre la cara con la mochila y finge estar durmiendo. A veces me pregunto, qué parte de aquella estampa de adolescente desanimado realmente es mi hermano y cuál pertenece a una mera actuación.

A decir verdad, no tengo certeza de cuánto ha afectado a Chérie la muerte de nuestros padres. Las pocas veces que hemos hablado de esos asuntos, siempre nos hemos remitido a cosas tales como trámites, el abogado y los rituales funerarios de la iglesia.

Lo cierto, es que debo ser la peor hermana del universo.

Miro una última vez a Ruthven y siento al odio aflorar por toda mi piel. Trato de controlarlo, pero me cuesta y sé que pronto comenzará a notarse.

Por las habladurías que rodearon las muertes de mis familiares, me gusta ser vista como alguien sereno, así que me paso el resto de la clase tratando de concentrarme en mis deberes.

Tengo exámenes pronto y estoy algo atrasada con la lectura conjunta. Nuestra señora de París, parece importunarme justo cuando le necesito, así que me concentro en avanzar el resto de la hora y media que tenemos dispuesta para ello. Para cuando termina la clase de literatura módulo dos, no hay rastro alguno de Maider, pero sí de Joshua, quien parece mucho más aliviado desde la última vez que lo vi. Corre tras de mí por el pasillo, mientras algunas compañeras le observan.

Me giro sobre mis pies y reclamo su atención.

—¿Has visto a Maider?

Joshua me sonríe amable. Lo cual me hace sentir todavía más avergonzada de lo ocurrido hace unas horas, y antes de que siquiera responda, le hablo con sinceridad:

—Lo siento por lo de hoy.

—No es necesario explicarse —responde encogiéndose de hombros con la vista en sus agujetas.

El Joshua siempre confiado, parece deshacerse en alguien mucho más tímido ahora.

—¿Estás bien con eso?

Quiero decirle que no lo sé, pero un grito espantoso, arrancado del dolor más terrible rompe la paz y mi conversación.

Maider.

Maider

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