23.Más a la tumba

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Decidida he tratado de traer a mi hermano y al demonio sanos y salvos a casa. Nosotros sólo pasamos por las bicicletas, las hemos cargado en el maletero, y huido directo por la carretera.

Tenía la garganta seca y dulce. Hubiese querido bajar a comprar agua en la gasolinera, pero temí que cualquier despiste pudiese asegurarme una visita de la policía.

Durante el trayecto, Chérie parecía molesto con Ruthven por haberme invitado a su festival de estupideces, pero no dijo nada al respecto. Supongo porque era la única que estaba en condiciones de conducir.

Además, su mente parecía estar más ocupada en rememorar lo que ocurrió con Denim. 

Era obvio que tenía unas ganas locas de volver a golpearlo. Por ende, en ese momento, cualquier cosa que pudiese referirse a mí, no era tan importante.

Ruthven también parecía estar en otra parte durante el regreso a casa.

Estaba exhausto y era comprensible. De no haber sido por él, todo pudo haber terminado en una tragedia aún peor a como terminó.

De todas formas, recuerdo haberlo mirado por el espejo retrovisor, y él sólo esquivó mi mirada. Lucía algo irascible.

Durante la pelea Charlotte ha salido de la nada a tratar de detenerlo, y sólo le ha bastado ese ápice de duda para que Denim le partiera la cara.

Creo que está enamorado, pero no me atrevo a decirlo en voz alta, y no sé si es por miedo como por incertidumbre de lo que eso significa. Me ha hecho preguntarme si acaso esta es la razón por la que quiere liberarme.

En fin, por alguna razón u otra, todos éramos un amasijo de nervios, sangre y disgusto por el camino, pero sólo yo me he atrevido a preguntar, lo que incomodaba:

—¿Crees que sus padres nos demanden? ¿Debería llamar al abogado?

—No, es mayor de edad —respondió William con un aire de altivez en la barbilla, tan frío que por primera vez se me hizo parecido a papá—. Si llega la policía diré que quiso acuchillarme y todo arreglado —sentenció y escupió por la carretera el cumulo de sangre que se le venía juntando en la boca.

Creo que he salido parecida a mamá.

—Genial —dije, aunque no era nada digno de celebrar.

Para bien o para mal, ahora, los chicos confabulaban conmigo, y ninguno parecía orgulloso del todo de mi cercanía en el evento.

Pensé cesaría este malestar con la visita más tarde del demonio para hablar o quizás, cuando quisiese dormir a mi lado, pero, aunque lo esperé, no llegó. Lo único que vi de Ruthven en el final de la noche, fue su silueta fumando en la entrada de la casa y luego a mi hermano riendo a su lado, ofreciéndole una botella de cerveza.

Parecían una versión imponente y peligrosa de sí mismos. Pensé en hacerme parte, pero no me he atrevido, un poco porque temí que me gustara este extraño sentimiento similar al de una bomba.

En cambio, opté por mi cama helada y mirar las molduras del techo hasta dormir.

En resumidas cuentas, no tenía idea de cuál era la curva de violencia en la que podía verse involucrado mi hermano y su particular nuevo amigo, pero en el caso de no ser ellos los culpables de la muerte de Carla, pronto se llevarían a alguien más a la tumba, si es que no lo habían hecho ya.

Lo que sí sabía, es que necesitaba paz.

Por esto, no me sorprende, estar pasando el resto de mi fin de semana con Joshua Miller en su viejo auto y añorando una jornada maratónica de "Códigos de ultratumba".

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