32. Nosotros somos los villanos

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Cuando llegamos a mi colegio, ya es hora de merienda. Todos los estudiantes se aglomeran alrededor de la puerta y transitan de un lado para otro tratando de huir lo más pronto posible.

Will y Maider no tardan en venir a mi encuentro, a la par que Dante se apresura a hacerse a un lado de la puerta y dejarme bajar.

—Adolescentes —dice Dante quitándose el casco, mientras intercambian un tenso saludo de mentón con Will, y se apresta a iniciar otra vez su marcha—. Anne, hablamos luego...

—Sí, lo que sea —dice el demonio, interponiéndose entre la motocicleta y yo.

Dante fuerza una sonrisa y se despide por fin.

El demonio en cambio, tiene una mirada de enfado y cruzado de brazos, dice:

—Tienes una herida, ¿quieres que vayamos al hospital?

—¿Debo tomar esto como un coqueteo? —bromeo y el rostro de Ruthven palidece tímido, para luego aclararse la garganta.

—¿Sería un problema que así fuera? —musita.

Su mirada gris se clava helada y determinada en mí.

Esta vez soy yo la que no sabe responder, pero el sonido del timbre de mi celular nos interrumpe, poniendo fin al momento.

—Señorita Sheridan, he hablado con el detective Beck ¿está usted bien? —Me tardo unos segundos en reconocer la voz de mi interlocutor.

Es la señora Ruthven.

Llevo muchísimo tiempo sin hablar con ella. Desde la apertura del testamento de mi abuelo con exactitud.

—Sí, no ha sido más que una desafortunada...coincidencia —me aclaro la garganta e intercambio una mirada tensa con los demás, todos parecen atentos a lo que digo.

Se siente tan incómodo.

—Espléndido. Lamentable por los involucrados, pero excelente por usted.

—Ha sido un alivio poder salir de aquel horrible lugar —comento, pero la voz de la señora Ruthven parece deseosa de poder interrumpirme.

—Señorita Sheridan, le llamaba para extenderle a usted y su hermano una invitación para el próximo sábado a tomar té.

—¡Oh, señora Ruthven! Por supuesto estaré allí puntual.

—Sé que su hermano podría no verse tan interesado en venir a visitar a una anciana como yo, así que cuéntele que he abundado la colección de artículos de caza que tanto le gusta y tráigalo.

Había olvidado lo amable que podía sonar la señora Ruthven. Pese a sus millones y su excéntrica personalidad, siempre tuvo un carácter afable y un particular cariño por mi hermano.

—Lo llevaré incluso contra su voluntad —digo e intercambio una sonrisa falsa con mi hermano, a quien se le escabulle una mueca de disgusto, mientras me encojo de hombros.

El sentimiento de Chérie por ella, nunca fue equivalente, pero como buen Sheridan, siempre ha sabido cuando lo convoca el deber.

—Y señorita Sheridan, esta invitación también se extiende a su tan particular acompañante—La voz de la señora Ruthven se escucha molesta, pero cercana a la burla—. Siéntase en la libertad de invitarlo, después de todo, somos familia.

La llamada termina y siento que el corazón se me escapará del asombro. La señora Ruthven sabe de nuestra mentira, y como es debido desea explicaciones que no tengo.

Mi aspecto debe decirlo todo porque Chérie no tarda en preguntar:

—Anne, ¿qué sucede? ¿La señora Ruthven te ha dicho algo?

MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora