25. Intenciones misteriosas

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—Oye, Anne, ¿me llevas en tu auto?

Dice Maider cuando me da alcance a la salida de clases.

Ella se remueve el cabello rubio colorín frunciendo el entrecejo. Tras sus gafas de sol; sus ojos tienen su habitual tono huraño, poco más o menos salvaje.

—Maider, te ves increíble hoy —digo casi como una muletilla.

Y mi amiga se mira como si ya estuviera harta, porque debe creer que es mentira.

Lleva un conjunto de camisa blanca, pantalón deportivo gris y tenis que delatan que su pierna todavía no está bien. Los profesores le han permitido saltarse el código de vestimenta estos días, un poco para compensar lo que todos asumen como un terrible accidente.

Por supuesto, mi amiga ha sabido aprovechar esto en su totalidad.

—Claro, ¿dónde vas? —digo abriendo la puerta.

—A tu casa —responde Maider y se sube al auto.

Hace mucho no veo a Maider enojada, pero ahora, lo está e intuyo el motivo.

Como es natural finjo no tener idea.

Mi pie se despega del embriague con quirúrgica precisión, quiero ocultar mi nerviosismo.

De seguro, los rumores de lo ocurrido en casa de Kelly ya han llegado a oídos de mi mejor amiga. Las noticias todavía no dicen nada sobre ello, pero el pueblo es un hervidero de rumores.

No logro imaginar lo mal que debe sentirse ser Maider.

—¿Sabes algo de Joshua?

—No, no he podido hablar con él —digo y me distraigo en recordar al celular que tengo en la mochila.

Un sentimiento de culpa me escoce la garganta. Todo lo discutido con el demonio me ahoga.

Me concentro en mirar por el espejo retrovisor. Un muchacho se nos atraviesa con sus apuntes a toda marcha, y doy un frenazo.

—Mierda —digo, pero Maider opta por apretar la bocina reiteradas veces y mirar feo al muchacho.

—Ve por donde vas —advierte, cuando se asegura que han cruzado miradas.

Yo por el otro lado, me concentro en otra cosa. El detective Beck ha salido del colegio ante el escándalo, y me sonríe ayudándome a retroceder con un ademán que, en otra persona se entendería como elegante, pero en él sólo parece satírico.

Hoy ha estado todo el día entrevistando estudiantes, así que asumo pronto volveremos a vernos.

—¡Gracias! —grito. Yo también sé fingir.

—Debo hablar con Will —aclara Maider como si le hubiese preguntando y enciende la radio, para conectarla a su celular.

La radio suena alegre y yo me alejo del colegio.

Me alejo pese a la neblina que se precipita por la costa. Me alejo, pese a las desgracias, e incluso el halo de misterio que circunda todo Whateley.

—No sabía que te gustaba Good Boys —digo tratando de construir una conversación irrelevante.

—GB es una gran expresión artística de este siglo, sino la mejor, Anne —me dice Maider con aire distraído, mientras yo discrepo y ella echa su cuerpo para atrás y apoya ambos brazos en el respaldo del asiento delantero.

El cabello suelto de mi amiga baila el son del viento. A cualquiera, eso le importaría, pero a Maider no. Ella sólo sube el volumen de la radio y se contonea al ritmo melodioso del pop, mientras vemos la costa asomarse por la carretera.

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