34. Dulce sabor a muerte

112 12 0
                                    

Esa noche, cuando el joven Ruthven se encontró frente a mí, sentado sobre la tumba que llevaba tantos días dándole dolores de cabeza, pudo poner fin a lo que llevaba prometiéndose hacer desde casi sus primeras semanas pisando la tierra de los vivos.

Desgraciadamente llovió y la falta de materiales, lo obligó a usar sus manos para enterrar el último elemento de aquello que tanto añoraba.

Se quedó así un momento en silencio. De seguro, recordaba el bullicio de su primera fiesta. Nito chachareaba emitiendo alguna que otra palabra disonante, parecía meditado, como si con aquello dejara en claro que era el jefe, el hombre que ocupaba más espacio.

—Era un imbécil —confesó el demonio, mientras recordaba.

Aunque aquella noche, Nito no sólo estaba empeñado en hablar fuerte.

Él estaba molesto. Las conjeturas del demonio apuntaban a que Nito estaba celoso. Llevaba tal vez años enamorado de Carla, pero no dejó de ponerme en claro que no por ello, hizo algo en principio. Esa vez guardó silencio, un poco porque era nuevo, otro poco porque le daba igual. Nito parecía más agradable que nosotros dos, más divertido, vulgar y desvergonzado, pero por sobre todas las cosas, había insistido en estar en su compañía, le había ofrecido amistad sincera y lo había obligado a subirse a su jeep esa noche, pese a que Will se había opuesto.

Sin embargo, Nito estaba ebrio, así que Lidia conducía, porque él llevaba demasiadas horas bebiendo como para mantener una conversación coherente, o respetuosa. Recordaba el demonio, no sin desagrado, que el joven tambaleaba al salir del auto, y tenía una expresión extraña todo el trayecto a la casa de Kelly.

Will, se unió irreflexivo a las risas de Nito todo el trayecto.

—¿Te has fijado como te miraba Kelly hoy por la mañana? —dijo Carla, mientras sacudía el brazo de Nito.

Parecía querer llamar su atención, pero era algo difícil de juzgar a primera vista para alguien tan ajeno a nuestro grupo. Aunque, a decir verdad, Carla siempre fue amable, así que no podría decir si fue o no de esa manera.

—Kelly es lesbiana, le gusta Charlotte—sentenció Nito cortante dejando un silencio incomodo, que se apresuró en finiquitar con una carcajada—. Pero ella está demasiado buena hasta para la capitana de porristas.

Will rio en forma tonta, posiblemente más por costumbre que por gracia.

—Grosero —se quejó Lidia, quien odiaba ese tipo de comentarios de Nito.

Carla y Lidia le subieron a la radio y se pusieron a cantar. El ambiente era ruidoso y realmente alborotado, pero Nito volvió a hacer todo algo incomodo.

—Creí que hoy día no vendrías, Will.

—¿Por?

—Pensé que estarías tirándote a Mai-Mai —Entonces, Nito miro a Carla y sonrío —. Porqué tú sabes que siempre fuiste el premio de consuelo ¿cierto?

El rostro de Will pareció querer aventarse por la puerta sin importarle la velocidad, pero guardó silencio, se mantuvo estoico el resto del camino, al igual que Carla, quien sólo se le escaparon unas lágrimas en silencio, mientras miraba por la ventana.

El demonio no entendía nada. Eran demasiadas personas, emociones, e historias en muy poco tiempo, todas encapsuladas en un pequeño auto rumbo a un lugar desconocido para él.

De todas forma una vez llegó, y piso la firme tranquilidad de la acera de su destino, decidió dejar de guardarse sus pensamientos:

—Oye, Will, ¿vas a dejar que este imbécil siga faltándote el respeto?

MalditoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora