Como siempre la prensa se ha dejado llevar por un amarillismo desvergonzado, más nada más.
Me dice tras el auricular del teléfono celular, un enfadado y enérgico Joshua Miller, mientras yo me apresto a subir al convertible.
Maider me observa con curiosidad, mientras batallo para ponerme el cinturón de seguridad.
—Las noticias decían que estabas bastante grave.
—Un fraude, Anne.
Sonrío.
—De modo que te veré mañana en clases, ¿cierto?
Joshua Miller chasquea la lengua, ligeramente molesto.
—No podrá ser así, Anne.
—¿Por?
—Verás, al parecer se me ha roto una que otra...—escucho las voces indistintas de mujeres al otro lado de la línea. La respiración de Joshua se acelera y grita— ¡Dioses, sólo es una llamada! Anne, el idiota del doctor me ha prohibido hablar por celular, así que estaré incomunicado estos días, pero te llamaba para confirmar si irías a hablar con la madre de Carla. Sé que aquel plan es de mi entera responsabilidad, pero te insisto: creo que ella podría darnos mucha información sobre los crímenes, tómalo como una... ¡Es sólo una llamada! —escucho un leve forcejeo—. Anne, debo cortar. Lo siento, sé que quizás no lo necesites, pero siéntete en la libertad de usar mi camioneta si es que la requirieras y gracias.
La llamada se corta y yo río.
—¿Era Joshua? —pregunta Maider.
—Sí —digo encendiendo el motor—. Me ha pedido un favor.
-Me alegra que se lleven tan bien ustedes dos, con lo que le ha ocurrido a Joshua, necesitará muchísimos amigos...
Mi amiga deja flotando aquel enunciado con un tono tan compasivo que me deja en alerta.
—Él me ha dicho que está bien.
—Pues te ha mentido... —suelta Maider muy seria—. Según lo que escuché de la policía, es posible que Joshua no pueda volver a jugar baloncesto, ni mucho menos hacer deporte. Sea quien sea que le ha hecho lo que le hizo, no merece perdón.
Una sensación de culpa me hormiguea por la espalda tras enterarme de que Joshua me ha mentido, tal vez incluso, con el fin de dejarme más tranquila.
—Ojalá mejore —digo avergonzada en un comentario que palidece mientras avanzamos.
La carretera abierta se dilata ante nuestras espaldas como una cinta ancha y fundida creando la ilusión de estar líquida. La humedad de la neblina se ha esfumado y ahora hace de espejo para la luz.
—Qué bien que ha salido el sol otra vez exclama Maider distraída en mirar la costa.
—Por cierto, ¿dónde vas?
—Pues contigo —dice y yo fuerzo una sonrisa.
—Genial.
—Sí, debo ir a ver a mi tío. Además, quiero ir a ver a la mamá de Carla.
—¿No has hablado con ella?
—No, según mi tío, ya no responde casi llamadas. Él teme que esté enloqueciendo —Mi amiga hace una pausa y me mira-. ¿Has hablado con Nito y Lidia?
Pero la respuesta es no, desde que Lidia y Nito se fueron, se podría decir que nuestra amistad se congeló. Lo cual me habría molestado, de no ser que he tenido la mente sumergida en todo tipo de eventos calamitosos desde que llegó el demonio.
—No, ¿y tú?
La rabia y la tristeza nublan las facciones de Maider.
—Sólo respondieron una llamada. Bueno, sólo Lidia me habló...Me ha pedido que deje de llamar.
—¿Y te ha dicho algo sobre Nito? —Mi preocupación es sincera.
Nito siempre ha sufrido de una personalidad nerviosa. Cuando éramos niños su débil condición incluso le impidió ir a clases, y lo dejó como repitente en el nivel en que lo conocimos.
—Lidia...no me ha dicho mucho, pero me ha insinuado que empeoró.
—Lo imaginaba, ¿crees que nos culpa?
—Conociendo la extraña manera en que puede llegar a pensar Lidia; Sí, lo creo —dice tajante.
—Supongo tardarán en volver de sus vacaciones —digo y mi amiga libera un bufido que deja en claro que por el momento le da lo mismo.
—Entonces, puedo saber, ¿a qué hemos venido? —pregunta Maider cuando estaciono.
Quiero hacerme la desentendida, pero mi amiga me dirige una aguda mirada como un perro que no suelta, así que doy mi verdad o al menos, una media verdad:
—Joshua Miller quería hablar con la mamá de Carla.
—Sobre su asesinato —complementa Maider muy seria, tan seria que me asusta.
—Se podría decir que sí...
—¿Es por esto que han golpeado a Joshua?
Deslizo la mirada de un punto a otro y retomo mi cotidiano disfraz de chica bien.
—Es posible que así sea —miento retomando mi andar, aunque no tengo la menor idea y en mi mente, mi primera sospecha de lo ocurrido es consecuencia del demonio-. Por eso debo ayudar.
—Anne —interrumpe Maider, cogiendo mi brazo—. No creo que debas involucrarte en esto.
Su consejo me toma desprevenida.
De todas las personas que pensé podrían querer hacerme desistir de seguir una causa bienintencionada, jamás pensé que Maider estaría en la lista.
—¿Por?
Ella muerde su labio y agacha la vista, para luego decirme con un tono amable, pero extrañamente amenazante:
—Anne, esto es algo peligroso...La familia Sheridan no puede darse el lujo de perder otra heredera.
Quiero enojarme, pero hay algo de prudencia en las palabras de Maider pese a todo, así que asiento y sonrío con una meditada elegancia.
—Gracias, Maider por tu increíble consejo. Creo que me hará bien contar con tus cuidados hoy —De todos modos, retomo mi rumbo a la oficina de Florencia—, porque realmente necesito hablar con la mamá de Carla.
—¡Anne! —escucho que protesta Maider, pero me sigue y eso es lo único que necesito.
Quiero saber.
Hablar con la mamá de Carla es mi única manera de determinar todo lo que sabe sobre los asesinatos, y si sospecha algo sobre los Sheridan y su buen nombre.
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Maldito
ParanormalAnne Sheridan tiene un novio infernal ¡Sí, es el demonio! Y si sólo fuera eso, quizás sería más fácil, pero es además un idiota, que se sabe increíblemente tentador desde la primera mirada.