El aire está tan caliente que jala mi cuerpo a un nauseabundo sentimiento de confusión.
Me cuesta imaginar que morir sea tan simple.
Las paredes se han abalanzado amenazadoramente sobre nuestros cuerpos como una guillotina. Mucho antes de poder entenderlo, ya estoy en el suelo.
Esto no parece un incendio normal.
Mis músculos tiemblan al ritmo vertiginoso de mi pulso cardiaco. Torpe, trato de reincorporarme y encontrar a Joshua, pero todo está muy oscuro. Sólo veo el gris del polvo y del humo que se expande.
Es nuestro fin.
Estoy sola, sola y petrificada de miedo, mientras el humo quema mi garganta. Intento traer a mi mente confundida la imagen vivida de cómo brilla el rojo de la silla de Joshua. Nada, no logro ver nada.
—¡Anne! —Lo escucho decir como un faro que alumbra en el caos.
—Joshua, ¿dónde estás?
—Estoy bien, pero hay una especie de barra de metal encima de mí.
Sonrío. Bajo ningún concepto eso es parecido a estar bien, pero es Joshua Miller. Admito que a veces su arrojo me desconcierta.
—Estoy buscando, por favor sigue hablando... —digo con pesadez. Mi garganta se siente pastosa y seca. Toso.
—Anne, por favor, este metal se está —Joshua también suena como si le costara trabajo mantenerse despierto—...calentando un poco...
Me arrastro por el suelo. Según lo que me dice mi mente, Joshua no puede estar tan lejos, pero el calor del fuego lo hace lucir todo diferente, y estoy perdiendo las esperanzas en mi propia fortaleza.
Es ahí que lo veo, una silueta se escabulle rauda por entre el humo, y cuando me precipito a seguirla con la mirada, ya se ha desaparecido, pero logro ver el rojo vivido de la silla de ruedas de Joshua.
Me abalanzo rápido para escarbar entre los escombros y no tardo en encontrarlo. Sonriente, pero repleto de hollín y mugre está Joshua Miller mirándome como un inocente borreguito.
Tal cual me ha dicho, hay una enorme pieza de hierro sobre su pierna. Debe ser un pilar de alguna pared.
—¿Puedes caminar? —me retuerzo ante lo estúpido de mi pregunta, pero Joshua sólo sonríe como si todo lo que viniera de mi en este preciso momento, pudiese ser bien recibido.
—Se ha cortado un poco, pero creo que entre dos podemos...
—Déjame, te ayudo —digo ronca y empiezo a empujar sea lo que sea que ha caído sobre la pierna de Joshua Miller, que sangra considerablemente.
Ya veo que la palabra grave, no parecen ser parte de su vocabulario.
A lo lejos, escucho el crepitar de las cosas que posiblemente se derrumban. Hace mucho calor. Intento apresurarme. El aire a cada segundo se siente más denso. Siento como mi garganta se cierra pero al fin, y tal vez prisionera del miedo logro sacar a Joshua, a la par que él dibuja una mueca torcida que imagino contiene su dolor.
Empiezo mentalmente a buscar una salida. Por cada mínimo paso que doy entre la oscuridad, el estómago se me tensa como si fuese a vomitar o perder pie en cualquier momento.
La conciencia de Joshua también parece desvanecerse, y su peso empeora sobre mi hombro.
—Anne...
—Sé lo que vas a decir y no, la respuesta es no...
Joshua libera una exclamación y una frase que intuyo debe ser risueña y agradable, pero ya no estoy escuchando. Estoy demasiado concentrada en salir. Me maldigo por no ser capaz de encontrar un escape. Mi pulso cardiaco se desbarata, mientras mis piernas pierden fuerza y se hieren con todo lo que hay en el suelo.
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Maldito
ParanormalAnne Sheridan tiene un novio infernal ¡Sí, es el demonio! Y si sólo fuera eso, quizás sería más fácil, pero es además un idiota, que se sabe increíblemente tentador desde la primera mirada.