12.Los Sheridan son malvados

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La mansión Sheridan puede ser siempre más tenebrosa estando a solas, porque el cotilleo supersticioso que la ronda en el pueblo, es real en casi todo.

Incluso, me atrevería a afirmar que hasta en los más despiadados y malévolos de esos relatos, vive una verdad.

Si cuentan que alguien se aventó desde la ventana más alta de la mansión, diré que así fue. Si los turistas, escuchan bajo el manto ebrio de los bares en el pueblo que alguien coleccionó las uñas de los cadáveres de su familia, pues me remitiré a decir que es tan cierto, como que mi abuela gustaba de invocar espíritus.

En cada una de sus habitaciones, desde el desván hasta el sótano de la mansión Sheridan, existe un relato de mi familia enloqueciendo en esta delgada línea de lo lógico y fantasioso.

Temo, que este lugar nunca dejará de tener este perfume sombrío a muerte y ambición que promete enloquecerme, pero quiero creer algunos días que todavía no ha llegado mi hora.

Durante las primeras horas de la noche, tras lograr salir de la playa, dormir se hizo una tarea infructuosa.

No pude cerrar los ojos ni un minuto pensando en esto.

La temperatura en mi habitación, debe haber subido por lo menos, a unos cuarenta grados y la sola idea de estar sola en la mansión Sheridan me asustó, pero quise fingirme más valerosa de lo que me he sentido en estos días, ya que Chérie y Maider se fueron solos, en lo que asumí serían los únicos que tendrían una buena noche.

Y aunque traté por mi sanidad mental, poner una última energía en no recordar lo ocurrido con el demonio, la idea se me repetía espeluznante.

El poco tiempo que siquiera logré dormir por unos minutos, desperté sudando y acongojada por el recuerdo de Ruthven aquel día en el jardín. Su vívida apariencia, era una idea fija y constante que sentí se apoderó de mi alma.

Por eso cuando el ruido de la puerta, me aventuró que el demonio pudo haber regresado me sorprendí corriendo a su encuentro.

Creo que una parte mía, esa que no teme a la oscuridad anhela verle a veces.

Para mi asombro y decepción era sólo mi hermano quien, tras haberse caído en la entrada, se levantó tambaleando y riendo, mientras gritaba:

—¡Ruthven, imbécil! ¡Ven aquí!¡Te voy a dar mi aprobación!

La sola idea de ver a mi hermano ebrio, me hizo muchísima gracia.

Hacer cosas ridículas no es cosa de Chérie, por lo cual sonreí

Pero si de eso hubiese tratado la noche, no estaría pensando en ella.

De improviso, fue allí que mi hermano reparó en mí y su rostro se inundó de una rabia inusitada de la que quise escapar.

Juro, que nunca le había visto actuar así.

—Tú...—dijo y me tomó de los hombros para sacudirme con violencia—. Anne...yo no lo hice, no lo hice...

Mi hermano es mucho más fuerte y alto que yo, por lo que continuó en este torpe ejercicio hasta causarme dolor, sin siquiera reparar en ello.

—Will, me estás haciendo daño —imploré tratando de desprenderme, pero mi hermano sólo se apoyó sobre mi hombro y comenzó a llorar.

—Yo las vi discutir...Yo las vi.

—¿A quién? —pregunté, pero mi hermano sólo atinó a mirar el cielo de la casa confundido, y sucumbir a esa vieja manía que tiene siempre de revisar si carga o no con las llaves en su abrigo antes de salir.

En eso, una ráfaga de viento se arremolinó en la chimenea, haciendo que las paredes se estremecieran, interrumpiendo esta ya infértil conversación, y como si tratara de un sueño, Chérie se precipitó a la puerta y exclamó:

—¡Mierda, perdí a Ruthven! —para luego desternillarse ebrio en una risa inoportuna, y apuntarme con una mueca tonta —. ¿Has visto al demonio?

—Sí, ya llegó —mentí—. Se fue a dormir, como tú también debes hacer.

Hay días en que quisiera poder enojarme con Chérie,

No mentiré, me enfada, ver cómo está afrontando la muerte de toda la familia, pero en el corazón de mi hermano habita una persona tan dulce que se torna imposible y esta no fue una oportunidad diferente.

Él sólo, se tambaleó por las escaleras, mientras lo ayudaba a subir y dijo:

—Anne, sin ti me muero.

La idea me llenó de congoja y como si se trata de un somnífero, aquella tristeza de pensarme en la ausencia de mi hermano me quitó todo ánimo.

A razón de esto, para cuando al fin, escuché al demonio entrar a la casa, ya no tenía ánimos de levantarme, por lo que me remití a escucharlo abrir la puerta de su habitación, nada más.

Aunque debí.

Porque sólo esta mañana, al leer el titular del Whateley Daily en el almacén, siento que debí tomar más atención a la viscosidad que manchaba a Ruthven anoche.

Sangre.

—Está cerrado para usted —me dice el dueño ofuscado y yo asiento, pagando distraída el periódico, mientras trato de fingirme un poco impresionada por su falta de educación.

No obstante, estoy acostumbrada a que la gente del pueblo nos odie por temporadas y los entiendo.

Los Sheridan somos gente malvada, que hemos hecho cosas horribles.

En otra oportunidad me habría defendido tratando de demostrar que soy inocente, pero esta vez no tengo tiempo para discutir, porque ayer, según el diario local, la mejor amiga de Kelly Madigan fue asesinada y hay una nueva plaza en el equipo de porristas.

Algo muy malo ha ocurrido en Whateley y me abruma pensar que el culpable podría estar habitando mi casa.

Algo muy malo ha ocurrido en Whateley y me abruma pensar que el culpable podría estar habitando mi casa

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