ESCAPAR

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31 de octubre

Al llegar la tarde irían a la iglesia.

Como cada año, ese día se reunían para realizar una ceremonia especial para, aparte de escuchar la predica, orar por aquellas personas que celebraban tal fecha bajo el nombre de: Halloween, pedir que se les iluminara y guiara para poder acercarse y conocer la verdad de Dios, ya que era una celebración antibiblica que va en contra de las normas de Dios, siendo una celebración pagana.
La misma Biblia menciona: “Nadie entre los tuyos deberá [...] practicar adivinación, brujería o hechicería; ni hacer conjuros, servir de médium, espiritista o consultar a los muertos” (Deuteronomio 18:10-11) (Levitico: 19:31) y dicha festividad tenía relación a todo aquello.

Pero también irían para empezar a tratar el asunto de Asher.

El mencionado, a la hora de la comida se enteró de cómo sería tratado para “curarse” y volver a ser “normal”, sus padres se lo habían comentado para que supiera el motivo de su llegada a la iglesia mucho antes que el resto. Habían decidido que comenzaría una llamada «terapia de conversión», esto como recomendación del párroco de la iglesia, quien acordó invitar a un colega de la capital inglesa, el cual se iba a llevar a Asher a Londres durante un tiempo indefinido -el que necesitara- para su tratamiento con ayuda de profesionales que ejercían y estaban titulados en el área de psicología, les aseguró a Cheryl y a William que su hijo estaría bien de nuevo, que totalmente su situación en poco tiempo quedaría en el pasado como una mala vivencia y una mancha en su vida, ya que el psicólogo que lo atendería y trataría su caso tenía experiencia en casos así que habían dado resultados positivos, habían sido “transformados” y ahora eran buenos hijos de Dios, padres de familia y casados con mujeres.

Todo le parecía de lo más absurdo. Pensaba que un psicólogo -o hasta un psiquiatra- que se prestara para esas mal llamadas terapias, no era un buen profesional, puesto que trabajan desde lo subjetivo y pulverizando el código de ética, pasando por encima de los propios derechos humanos. Era un red flag enorme y no iba a permitir que intervinieran en él de ese modo, él estaba seguro de lo que sentía, de lo que quería, y por supuesto que eso no incluía ir a Londres y olvidar a Lumière.

Valiente, ese era el mejor adjetivo que lo describía, por supuesto que lo era.

Después de un rato se dirigió a su habitación para arreglarse y estar lo más decente posible para salir, y así lo hizo lo más rápido que pudo. Era un día bastante lluvioso y un tanto frío, así que se arregló con ropa abrigante que lo cubriera del frío y la lluvia viéndose al mismo tiempo presentable, tal y como lo habían ordenado sus padres. Hasta parecía que realmente tenía ánimo y ganas de querer salir y dirigirse a aquel lugar donde solo iba a ser juzgado, sin embargo, él sabía perfectamente que saldría, y claro que estaba hasta cierto punto con ganas de salir, e incluso, emocionado. La razón únicamente era porque su camino no conducía a la iglesia, sino hacia Lumière.

«Todos mis caminos siempre me han llevado, me llevan y me llevarán hacia ti guiándome por las estrellas, las seguiré hasta llegar a la más brillosa, porque esa eres tú.»

Los días que habían transcurrido desde que toda la situación se desencadenó le habían servido para buscar y pensar una solución, finalmente encontrando lo que consideraba la mejor opción: escapar.
Estaba decidido. No iba a permitir que nadie lo separara de Lumière, mucho menos le iban a impedir amarlo.
Solo algo tan poderoso podría separarlos: la muerte, pero no ningún ser humano tan pecador al igual que él.

Al ser el primero en estar listo, agradecía que el resto de su familia tardaba habitualmente más en arreglarse y estar listos. Aprovechó el momento para tomar una pequeña mochila y guardar dentro las cosas que consideraba sentimentalmente más valiosas e importantes, para en seguida finalmente salir de su habitación sin saber si volvería a su hogar, aunque inevitablemente, Lumière ya era su hogar, su happy y safe place.

Asher no había vuelto a conducir desde que Lumière le había enseñado, y por supuesto que tampoco se lo había dicho a sus padres, ya que podían verlo como algo inseguro que pudo ponerlo en riesgo y por tal motivo ya no le dejarían ver a Lumière, pero a este punto después de todo lo que ya sabían, ya daba igual.

Antes de salir de la casa se aseguró de que nadie lo notara para que no hubiese ninguna dificultad o impedimento, aparte de un seguro regaño que recibiría. Al verificarlo tomó las llaves y se dirigió al auto con suma cautela. Tenía miedo por todas las emociones mezcladas que sentía en esos momentos, pero nada de eso lo detuvo o cambió su decisión, así que encendió el auto y lo puso en marcha.

«Todos los caminos me llevan a ti, todas las respuestas tienen tu nombre.»

Pray for LumièreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora