LIBRE ALBEDRÍO

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Tras la nueva creación de Dios, pasó el tiempo y Lumière, en su autoexilio, escuchó sobre la creación y sintió curiosidad por esta, así que viajó a este nuevo planeta para conocerles, y allí se encontró con esa nueva especie tan extraña, pues se trataba de dos similares pero no idénticos; uno de ellos más parecido a él, pero el otro un tanto extraño, y aún así por alguna razón, la belleza de este otro ser también le parecía atractiva y llamativa.

Él continúo observandolos y aprendiendo de ellos, como un biólogo aprendiendo de una especie. Maravillado y obsesionado pronto se dió cuenta de que estos nuevos seres tan interesantes y con tanto potencial estaban limitados, por lo que en cuanto lo notó y aseguró aquello, decidió volver a su hogar para hablar con su padre al respecto.

Al llegar al tercer cielo, región la cual era su hogar y en donde se encontraba el reino de Dios, se dirigió hasta él; los ángeles maravillados se alegraron de volverlo a ver, y él de igual manera se alegro de verles y estar en aquel bello lugar que tanto amaba, después de todo ese era su hogar y ellos eran su familia, pero no estaba allí por un asunto familiar, así que fue directo a lo que había ido, hablar con el Señor para preguntar por qué había limitado a aquellos nuevos seres que había creado. —Hombres. — Le dijo que se llamaban y después explicó que solo él podía mantenerse en equilibrio con el libre albedrío y que él (Lumière) era la prueba de ello, lo que por supuesto le hizo enfadar alegando que los demás seres no tenían por qué ser mascotas, mientras que los que tenían libre albedrío; dioses.

—Padre, he venido de nuevo y realmente me alegro tanto de estar aquí otra vez. —Mencionó Lumière con un tono de gran alegría, pues realmente la sentía de estar de nuevo en su hogar, de volver a ver a su familia y, por supuesto, a su padre.

—Hijo, igual me alegra tanto tenerte aquí de nuevo —Dijo Dios en respuesta inmediata, y de igual forma, con una felicidad que recorría todo su ser, pues su querubín estaba de nuevo ahí, frente a él, como acostumbraban a estar antes. Este abrazó a su querido ángel, el cual le correspondió el abrazo. Luego de un pequeño tiempo en este lugar estando de esta forma y alegrandose ambos de volver a tenerse el uno con el otro y estar frente a frente, su padre preguntó —Pero dime Lumière ¿a qué se debe que hayas decidido regresar? Han pasado cosas preciosas desde que te marchaste, las he hecho, y he hecho algo especial para ti. —Le mencionó aquel gran ser de luz a su pequeño ángel amado, aunque este estaba seguro que el querubín estaba al tanto de la creación, era el momento perfecto para decírselo él mismo, pues, después de todo, aquella creación había sido por él.

—Lo he visto padre, realmente me parece algo maravilloso lo que has creado, incluso aquella nueva especie muy similares a nosotros, es algo muy curioso, pero es fascinante. —Mencionó Lumière halagando el trabajo de su padre, y es que realmente estaba maravillado con tal creación universal y le causaba mayor fascinación la vida terrenal, pues nunca en su existencia eterna había presenciado algo similar—. Justo he venido por tal motivo.

—Hombres; así es como los he nombrado. —Explicó Dios ante la curiosidad de su bello querubín ante aquella especie.

—Bien, he estado observandolos por un tiempo y debo decir que son bastante interesantes a mi parecer y considero que tienen un gran potencial —Mencionó Lumière haciéndole saber a su padre que había estado analizando a aquellos seres, aunque éste ya lo supiera—. Pero no entiendo el por qué limitarlos con el potencial que tienen.

Dios observó a su querubín ante si, un muy pequeño y casi nulo lapso de tiempo previamente de explicarle el por qué así debía ser y que él era la razón de que fuera de ese modo. —Escucha Lumière, debes comprender que solo yo puedo mantener el equilibrio con el libre albedrío, y tú eres la prueba de ello.

Lumière con un poco de enfado, al saber que Dios era un ser justo, considerando que era una de sus principales y mayores cualidades, en esta situación consideraba que no estaba siendo así, por lo cual lo expresó sin temor alguno. —Lo siento padre, pero no pienso que estés siendo justo, aquellos seres no tienen por que ser como mascotas por no contar con libre albedrío, mientras que los que lo tienen, dioses. Tú eres el ser más justo, ¡no puede ser así!

—¿Te crees Dios como yo? —Le preguntó Dios a Lumière, y sin dejar recibir una respuesta continuó hablando—. Ciertamente eres muy cercano a mi esencia, eres tenaz y certero. Pero es el libre albedrío lo que me hace ser Dios, y a ustedes mi primera creación, los hace tener conocimiento libre y gran sabiduría, por eso no puedo compartirlo con el hombre, pues serían como nosotros.

—No estoy de acuerdo. —Soltó el querubín ante lo que estaba escuchando de su padre.

—Y claro que no lo estarás, eres como yo, conoces el bien y el mal, pero lo que no logras saber es por falta de experiencia, y es que el libre albedrío es muy poderoso, aún en un ser tan maravilloso como tú este podría salirse control. —Mencionó Dios ante Lumière para tratar de hacerle ver la razón de la situación.

En seguida de escuchar a su padre, Lumière tenía su postura firme ante lo que el consideraba injusticia. Aunque realmente no lograba descifrar la parte que su padre había mencionado sobre que no podría comprender ciertas cosas por falta de experiencia, pues él consideraba tenerla, después de todo, había sido de los ángeles más importantes y de los principales en el reino de Dios. —Creo que los ves como mascotas, o meros animales.

El gran hermoso ser, mayor a aquel ángel, sabía perfectamente que eso no era así. —Los veo como hijos, por eso es que no quiero perderlos como a tí. —Expresó esto último lleno de sentimiento, pues era verdad, la creación había sido para poder llenar la tristeza que Lumière había dejado en su corazón cuando este se marchó, y al crear esa nueva especie que le dió el toque especial al planeta que le recordaba a su amado ángel por estar lleno de luz, realmente temía perderlos. Realmente amaba su creación y consideraba aquella especie también como sus hijos.

—Entonces eres egoísta. —Respodió Lumière sin más ante aquello. Y aunque algunos pudieran tomarlo como una falta de respeto, era más bien una muestra de amor y confianza que había entre ambos para poder expresar sus posturas.

—Si eso crees, entonces te doy permiso de que les enseñes sobre el bien y el mal bajo tu responsabilidad, pero te advierto que no les dejaré perder, y si llegas a ese punto buscaré la manera de redimirlos y tú no volverás jamás a tu lugar por desafiarme. —Dijo Dios concediéndole el permiso a su querubín para que buscara alguna manera de mostrarles el bien y el mal a aquella especie, sabía que era muy inteligente, por tal motivo, concedió el permiso bajo su condición que hasta a él mismo le dolería y lo entristecería.

—Bien, sigues siendo justo. —Finalizó diciendo el ángel, y así mismo, aceptando las condiciones de su padre.

Pray for LumièreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora