La magia del tiempo

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Capítulo anterior

—Ahh... sólo saqué esto, un reloj, y creo que no sirve, papá. Se va al revés. —mostró Nuffink, un reloj análogo dorado que en efecto las manecillas se iban del lado contrario.

—Yo también tengo un reloj. Pero el mío sí sirve. —informó Zephyr, mostrando un reloj análogo del mismo color, cuyas manecillas iban en sentido correcto.

Hiccup y Astrid al ver las "armas" de sus hijos dieron un grito espantado y con rudeza se las arrebataron rápidamente de sus manos ante la atónita mirada de los guías y de los mismos niños.

—Hiccup...

El hechicero sólo pudo escuchar el lamento de Astrid y no estaba de más, ni él podía creer lo que les estaba pasando, ni siquiera sabía que pudiera ser real.

¿Sus hijos dominaban la magia del tiempo?

Capítulo 74

La magia del tiempo.

.

.

—Ay, dioses. Esto no puede ser cierto.

Seguía pensando un incrédulo Hiccup, viendo como avanzaba las manecillas del reloj "arma" de su hija, para luego ver de reojo el reloj que tenía Astrid en mano, cuyas manecillas avanzaban en sentido contrario.

Ambos relojes eran casi idénticos en apariencia, eran de tipo bolsillo de color dorado y tenían de ornamento la figurilla de un ala, una que se asimilaba al arma Cielo, el arma de la abuela materna de los niños, la diferencia, es que el ala en el reloj de Zephyr estaba posicionada del lado derecho y la de Nuffink en el lado izquierdo, esas alas además de las manecillas eran las únicas diferencias que tenían, otra cosa que tenían aquellos relojes eran una especie de botón en la parte superior que, en un reloj normal, supondría sería para ajustar la hora, pero que en esos relojes mágicos no se sabía de lo que eran capaces de hacer.

Sin embargo, el gusto de ver a detalle aquellos relojes no le duró mucho a Hiccup, ya que, de un momento a otro, estos se volvieron un haz de luz y volvieron en un destello con sus legítimos dueños.

—Hiccup, Astrid. —Habló finalmente Stormfly. —Por favor, díganos que esas armas que estamos viendo no son lo que creemos...

Los hechiceros adultos no supieron que responder, en su interior, seguían procesando lo ocurrido, aunque el cuestionamiento de la guía si causó intriga en los pequeños niños.

—¿Qué? ¿Qué pasa con nuestras armas? —preguntó Zephyr.

Con sólo escuchar la inocente voz de su hija, Hiccup resopló frustrado y se alborotó el cabello.

—¡No! ¡Es que no puede ser! — dijo más para sí mismo que para los demás.

—Pues la forma de sus armas dice lo contrario, cariño. —replicó Astrid, con cierto tono molesto, pero a la vez rendido.

—¿Por qué? ¿Qué pasa? —volvió a cuestionar la preocupada Zephyr al ver a sus papás extraños.

—No tiene caso ocultárselos, Hiccup. —fue lo único que dijo Astrid, sin mucho ánimo.

El padre de familia, con el mismo estado de ánimo que su esposa, sólo asintió concordando con ella; así que, dando otro resoplido exhausto y completamente rendido a su destino, se puso de cuclillas frente a los niños y dijo:

—Hijos... por las formas de sus armas...—tomó aire. —Su mamá y yo creemos que...o más bien es evidente que...

Tanta pausa por parte de su padre preocupó más y más a los niños que no podían hacer más que aferrarse al arma que a cada uno le había tocado tener.

La maldición que nos une (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora