Vuelve...

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KEITH

—¿Por qué estabas encerrado en la oficina, Keith? — inquirió Gabriel, observándome con gran detenimiento—. Siempre dejas la puerta sin seguro.

—Quería estar solo por un momento. Necesitaba pensar — carraspeé, ajustando la corbata en su sitio—. ¿Me necesitas?

—Estás actuando raro — tomó asiento en el sofá e hizo una mueca—. ¿Seguro que no estabas haciendo nada?

—No sé a lo que te refieres, Gabriel — fui a mi escritorio, cubriendo con mis piernas a Melanie, mientras ella esbozaba una pequeña sonrisa—. El que está raro haciéndome tanta pregunta eres tú.

—¿Cómo te fue en la reunión con la Srta. Wilson? — tomó el cenicero vacío que había en el centro de la pequeña mesita frente a él y lo regresó de vuelta al observarlo por breves segundos—. Es una mujer muy hermosa. Me di cuenta de que te echó el ojo.

—¿Por qué siempre ves cosas donde no las hay?

—Porque tengo un sexto sentido. Sé que, así como ella te devoró con la mirada, aquí estaba pasando algo raro que no me quieres decir.

—Estaba descansado, han sido días difíciles — resoplé—. En cuanto a la Srta. Wilson, cerramos el trato, por lo que ella se estará encargando de sacar licitación y los permisos para empezar con la construcción del edificio.

—Perfecto. Sabía que a ti no te iba a negar a cerrar el trato.

—Gabriel — advertí.

—¿Qué? Ella es soltera, tú también lo eres; la fuerza de atracción atrae a dos imanes sueltos.

Le di una breve mirada a Melanie quien, con una ceja enarcada, no dejaba de verme. Pensando en lo que estábamos haciendo antes que Gabriel nos interrumpiera, en mejor momento no pudo haber llegado. Sabía que no estaba haciendo bien, pero mi amigo como siempre salvándome de hundirme. Esto no puede volver a suceder más nunca.

—¿Keith?

—¿Sí?

—No me estás prestando atención — se levantó del sofá con falsa indignación—. Cuando dejes de pensar en el angelito que te tiene así de distraído, hablamos — señaló el escritorio con una sonría maliciosa en los labios.

—Deja de hacerte ideas que no son en la cabeza.

—Ah, ¿no? Da igual las ideas que me hagan, una buena sacudida era la que te hacía falta. Lástima que los angelitos salgan solo de noche para cuidar nuestros sueños — se levantó del sofá y caminó hacia la puerta—. Te espero en la sala de juntas para la reunión con los aliados del proyecto. No tardes, no quiero volver a buscarte —salió de la oficina, y suspiré.

Melanie salió de debajo del escritorio con su teléfono en sus manos.

—Tenemos una conversación pendiente, Sr. Keith — dijo—. ¿Podemos vernos en la noche?

—No, no nos vamos a encontrar y tampoco tenemos nada de qué hablar, Melanie — mi corazón se aceleró—. Mantengamos la distancia; tú por tú parte y yo por la mía.

—¿Estás esquivando como si nada lo que acaba de pasar? Esto es algo que debemos aclarar...

—Fue un error, el mismo que cometí el viernes — la vi apretar los labios con fuerza—. No vuelvas a venir a mi oficina, Melanie. Por favor, no le digas nada de lo que pasó entre los dos a Katie. Es lo único que te pido.

—Sr. Keith...

—Ahora vete, Melanie, tengo mucho trabajo por hacer — salí de la oficina, sintiendo asfixiarme con mi propio aliento.

Desde ese día no he tenido paz, mi corazón y mi mente están hechos un lío. La culpa es algo que no me permite dormir por las noches. Ahora, con lo que acaba de pasar en mi oficina, me queda clarísimo que me estoy dejando llevar por un deseo estúpido. Mi esposa no merece ser traicionada de esta forma tan cruel.

Con la necesidad de aclarar mis pensamientos y encontrar un poco de alivio en mi corazón, en lugar de entrar a la reunión, fui directo al cementerio. Elena no podrá estar en carne y hueso a mi lado, pero su espíritu camina a mi lado todos los días. Ella merece respeto, ese respeto que falté al dejarme llevar por una tentación momentánea. No tengo justificación, pero sí merezco por lo menos su perdón.

Su tumba estaba llena de rosas blancas y rojas; sus favoritas. Me quedé en silencio contemplando su imagen mientras mi corazón se apretaba de dolor. Tener que venir a hablarle en un panteón, es lo más difícil que he hecho desde de su partida. El recuerdo de sus últimos besos y caricias quedarán en mi corazón hasta la eternidad. Caí de rodillas en su tumba, dejando que mis lágrimas cayeran libremente por mis mejillas. Cada día la extraño más; es la muerte no poder enfrentar la guerra a su lado.

—Te fallé, mi amor, perdóname — acaricié su rostro, trazando con la yema de mis dedos la dulce sonrisa que adornaba su rostro en aquella fotografía—. Eres a la única mujer que amaré por el resto de mi vida. Te juro que Melanie no significó nada para mí. Sé que fallé a mis promesas y no tengo justificación, pero eres tú a quien quiero tener entre mis brazos. No a ella. Ni a nadie más —la voz se me quebró por el mismo dolor y opresión que siento en el pecho y no me deja ni respirar—. Solo a ti. Aún te necesito. Me haces mucha falta, mi amor; no puedo más. Siento que moriré si no vuelvo a escuchar tu voz, dándome esa fuerza que me dabas cada día... no puedo, Elena, no puedo continuar mi vida sin tenerte un día más a mi lado. Te necesito cada noche para asegurarme que este vacío no es real. Vuelve, por favor. Regresa a mis brazos, mi amor. Yo aún te amo, y aún necesito de ti para poder vivir y continuar en este maldito mundo en el cual me has dejado completamente solo...

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora