Han pasado dos semanas desde la última vez que hablé con Melanie. No porque no quisiera hablar con ella, sino porque no tengo palabras que decirle. No quiero saber la decisión que ha tomado, por lo que me llevaré en unas cuantas horas la sorpresa o la desilusión de una pasión que tal vez nunca debió nacer, pero que floreció en tierra muerta. Mi teléfono celular sonó estrepitosamente, sacándome de una vez más de mis pensamientos.
Es la enésima llamada que me hace Melanie, y la misma cantidad que no le respondo. Tuve las inmensas ganas de responder y escuchar su voz nuevamente, pero si lo hago, esta vez no podré contenerme y terminaré diciéndole todo aquello que he retenido desde hace un año. No puedo detener su vida, no cuando yo ya viví parte de la mía. Guardé el teléfono en el cajón del escritorio y salí rumbo al cementerio. Elena no me responde, pero si escucha cada palabra que de mi boca sale.
Teniendo en mente todo lo que pudo haber sido, llegué e hice el mismo recorrido hasta su tumba. Las rosas amarillas y blancas; sus favoritas, que rodean su tumba se veían un poco marchitas, por lo que cambié el arreglo de flores en completo silencio y me quedé viendo la foto que pega de la lápida. Su sonrisa siempre me brinda tranquilidad, tal vez porque fue una mujer con un espíritu positivo.
—Espero te encuentres bien donde quiere que estés — acaricié la fría lapida, tratando de descubrir la suavidad de su rostro en el mármol—. Katie está a pocos días de graduarse, no te imaginas lo orgulloso que me siento de ella. Después de años estudiando con suma dedicación y esmero, logró convertirse en una de las mejores arquitectas que haya visto en mi vida. Te aseguro, y no porque sea nuestra hija, sino porque tiene un gran talento, que es mucho mejor de lo que es Gabriel. Tu hermano está muy orgulloso de tener una rival tan digna de competir como su sobrina. Sé que estas feliz por ella, después de todo, la impulsaste cada día a ser una mujer correcta, inteligente y veraz, tanto como lo eras tú. Me gustaría que estuvieras a mi lado, viendo con lágrimas en los ojos la mujer que es hoy en día Katie. Pronto se irá a vivir con su novio; Brian, a New York. Él es un buen hombre, podemos estar tranquilos. Estará en buenas manos —suspiré.
Organizando las rosas, cada una contrastando con el color contrario, dejé que las lágrimas brotaran de mis ojos. Ahora es cuando la soledad golpea con mucha más fuerza que antes.
—Debo ser sincero, me duele que deba irse de casa, pero sé que ese día llegaría tarde que temprano. Es el propósito de la vida, ¿no? Pero eso no quiere decir, que no me vaya a sentir solo en una casa tan grande y llena de recuerdos. Unos más triste que otros, pero en cada rincón siempre habrá algún recuerdo que me atacará — Saqué una de las rosas amarillas y la tomé entre mi mano, teniendo mucho cuidado de no clavarme su espina—. ¿Crees que regrese?
Un silencio abrumador se hizo presente. Es cómico y triste hablar con un alma inexistente, pero para mí, mi Elena siempre va a estar enterrada bajo toda aquella tierra, durmiendo en una caja de madera.
—Guardo la esperanza que lo haga. Contigo puedo ser completamente honesto, Elena, si Melanie no regresa mi corazón no aguantaría una tristeza más — empecé a quitar los pétalos de la rosa, uno a uno y los esparcí por el bien cuidado césped—. ¿Crees que hice bien? Lo sé, sé que no lo hice, pero tuve miedo y no supe cómo más reaccionar. Quiero que triunfe, tanto en la vida como en el amor, así no sea a mi lado. Pero anhelo verla feliz, así sea estando al otro lado del mundo. Perdóname una vez más por hablarte de otra mujer, pero sé que tú fuiste quien la envió a mi lado aquella noche. Y te lo agradezco, viví un amor muy diferente al que tuvimos tú y yo, pero tiene la misma fuerza; porque sabes que ella va a estar en mi mente y mi corazón por siempre, así como lo estás tú. Sé que es mucho perdí, pero, ¿por qué no lo haces de nuevo? Una última oportunidad es lo que pido para ser feliz...
La lluvia empezó a caer sobre mi cabeza, empapándome rápidamente con su brutal fuerza. No me moví ni un centímetro de mi sitio. Ni siquiera levanté la mirada para encontrarme con su rostro inundado en agua. Ella llora conmigo, por mi dolor, por la soledad tan áspera que habita en cada milímetro de mi corazón, por la tristeza tan profunda que está enterrada en mis adentros.
Aquel rayo de luz me dejó a oscuras, no iluminó más mi camino y tampoco supe como regresar al interruptor. El frío de mi piel no es más agudo que el que hay en mi vida o en mi alma. Simplemente estoy allí, esperando el día en que mi camino llegue a su fin.
—¿Qué haces bajo la lluvia? — inquirió una voz desconocida a mi espalda—. Puedes enfermarte, amigo.
Levanté un poco la cabeza, encontrándome con una mujer de cabello negro tan oscuro como la noche y ojos tan azules como el cielo. La sonrisa amable que me dio me hizo sentir una pizca de familiaridad, pero no sé en quien.
—Podría quedarme toda la tarde sosteniendo la sombrilla para que no termines de mojarte, pero ya me cansé, por lo que más tarde me quedaría sin brazo — su humor poco gracioso me sacó una débil sonrisa—. Levántate de ahí, hombre, que tengo las posaderas congeladas con este puto frio.
Dejándome llevar por su acento y la forma tan despreocupada en la que habla, la chica es extrajera y un poco grosera.
—Hasta pronto, cielo... — me levanté de suelo sin detenerme a pensar en que sobrepaso a la chica de altura por lo que me llevé la sombrilla con la cabeza y ella se echó a reír.
—No había conocido a alguien tan estúpidamente gigante — recogió la sombrilla, la extendió en mi dirección y la recibí por respeto—. Tienes el control, amigo. ¿Te apetece ir a tomar un trago bien fuerte? ¿Tal vez tequila? Eso del café, estilo cliché, cambió de moda.
—Por supuesto, no me vendría mal — acepté ir con ella, por un momento olvidándome del mal día con el humor de una desconocida.
Como la mujer, cuyo nombre desconozco, no cuenta con vehículo propio; la llevé conmigo al único bar que conozco en la ciudad. Los recuerdos de aquella noche me atacaron de momento, pero ante la amena y divertida charla que lleva la chica, no me dejé llevar por mis emociones.
—Entonces, Keith, ¿verdad?
—Así es, Margot — me despojé del gabán y lo dejé descansar al respaldar de la silla.
—¿Cuántos años llevas viviendo en esta ciudad?
—Prácticamente toda mi vida.
El mesero nos trajo una botella de tequila, por la cual se deslizaban las gotas de agua, avisando el estado helado de la bebida. Nunca he probado este tipo de licor, pero supongo que no es cosa del otro mundo.
—Soy de Michigan, mis padres adoptivos me trajeron a vivir acá.
—¿Eres adoptado? — abrió la botella con gran habilidad y sirvió las dos copas hasta arriba—. Salud por eso, al igual que tu; soy adoptada.
Bebimos y hablamos sin consciencia alguna, olvidando que, una vez, allí mismo en aquel lugar, un ángel negro me salvó de la muerte. Pero en el paso de la tumba que ella misma cavó para mí con nuestras ilusiones y el amor olvidado, una chica hablantina, pero hermosa, me demostró que ese ángel es la única capaz de volver a subirme a los cielos...
Siendo sincera; no tengo nada más que decir ... solo que, esperen el epílogo de la historia.
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Pasión Secreta[En Físico]
RomanceNo siempre la vida está escrita, esta misma se encarga en ponernos adversidades que nos deparan soledad en el futuro. Keith no fue la excepción; tras la repentina muerte de su esposa, en su pena y en su dolor se encerró en un mundo lleno de oscurida...