Te quiero

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KEITH

Mi corazón bombeó como hace mucho tiempo no lo hacía después de escuchar las palabras de Melanie, aunque sea a través de la puerta y escuchando una conversación de la cual no hago parte. El regocijo que se extendió en mi pecho es algo que logro explicar en palabra, pero que me llenan de entera felicidad. Esa chica no solo hace mis días más llevaderos, sino también me convierte en el hombre más afortunado de tenerla solo para mí.

Una punzada de dolor me borró la sonrisa y atravesó mi pecho tras escuchar su llanto. He sido un hombre muy egoísta con todo lo que Mel me ha brindado con el corazón totalmente expuesto en sus manos. Sus lágrimas me hacen sentir un completo miserable. Me prometí a mí mismo hacerla feliz, y lo único que provoco son lágrimas, dolor y frustración.

Y ella solo me ha exigido una sola cosa durante todo este tiempo...

La misma que no he podido cumplir debido al temor de ser juzgado por mi hija.

¿Por qué no intentarlo, aunque estemos propensos al rechazo? Después de todo, mis sentimientos por ella son genuinos. Poco a poco, con la dulzura de su corazón y la ingenuidad de su alma logró conquistarme más allá de lo que tenía pensado. Mis planes no era quererla como la quiero, pero ella llenó de amor este corazón que se encontraba vacío y a la deriva. ¿Cómo no quererla? Es la mujer que cualquier hombre desearía tener a su lado para siempre.

Entonces el recuerdo del hijo del Jefe Mackenzie logró quemarme cada centímetro de la piel. La amarga sensación al verlo acariciarla aún está latente en mi cabeza. Pero así son los celos; nos convierten en irracionales, inseguros e impulsivos. Jamás pensaría mal de ella; no obstante, me aterra pensar que logre enamorarse de un chico de su edad, capaz de brindarle lo que yo no puedo darle por cobarde.

Ser egoísta no es algo propio de mí, pero pensar en que su sonrisa, sus besos y su amor sea para otro me convierte en uno. No me siento capaz de soltarla a esta altura tan alta a la que hemos volado juntos.

Impulsivamente toqué la puerta hasta que Katie me abrió con lágrimas al borde de sus ojos, haciéndome sentir aún más miserable de lo que ya me siento.

—¿Sí? Dime, papá — cerró la puerta a su espalda.

—¿Cómo está Mel?

—Está mucho mejor — mintió—. Se quedó dormida.

La impaciencia de estrecharla entre mis brazos y susúrrale que ahí estoy para ella estaba siendo muy notoria, por lo que suspiré y traté de sonreír.

—He hecho la cena. Comamos mientras ella descansa un rato, mi amor.

—Eh... — titubeó—. Está bien, papi.

Abrazados bajamos en dirección al comedor. Serví para los dos y nos sentamos en silencio y fingiendo que moríamos de hambre, pero ese no era el caso. Mientras no hable con ella, no voy a tener calma ni paz. Necesito asegurarle a como dé lugar que en este barco lleno de miedos e inestabilidad; estamos juntos.

—La verdad no tengo mucha hambre. Melanie me tiene muy preocupada — dejó los cubiertos sobre la mesa—. Ella no es así. No es de guardarse las cosas para sí misma. No sé qué es lo que la atormenta tanto.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar su genuina preocupación. Siempre han sido muy unidas, y siento que por mi culpa su amistad se quebró.

—Hay días que la veo muy feliz, pero hay otros en que la tristeza cubre su alegría. Hemos sido confidentes por muchos años, ¿por qué de repente no confía en mí? Jamás la juzgaría; ella es como una hermana para mí. La adoro con toda mi alma. Nunca la odiaría por más errores que llegue a cometer. Le he dado su espacio, porque sé que eso que está ocultándome le está afectando mucho más de lo que ella misma cree. Aunque quiera mostrar que es feliz todo el tiempo, en el fondo no lo es. ¿Sabes, papá? Yo solo quiero saber lo que ocurre para poder ayudarla con todo lo que cabe de mí, pero si no me dice, ¿cómo hago para que no esté más de esa forma? Ella es muy buena escondiendo sus aflicciones; sin embargo, justo ahora la están rebasando.

Las palabras de Katie son como cuchillos que se clavan en mi pecho una y otra vez sin intención de detenerse. Cada uno de ellos me desgarran el corazón de forma lenta y mordaz, destrozándolo con furia.

—Mi amor, a veces escondemos las cosas por miedo a defraudar a los que más amamos, por miedo de perder esa persona que es tan especial para uno o porque somos generosos al pensar en el sufrimiento que causamos con nuestras acciones ya sea sin intención. Sea la razón que sea, no siempre se está preparado para contar lo que guardamos exclusivamente para nosotros mismos. Mel es una mujer muy buena, inteligente, con un corazón muy grande y una mente extraordinariamente brillante... — tragué saliva varias veces, dispuesto a contarle absolutamente todo, pero Melanie apareció de repente en el comedor silenciando mis palabras.

—Me iré a casa, mamá me necesita con urgencia — mordió su labio inferior con fuerza—. ¿Podría llevarme a casa, Sr. Keith? He dejado la bici en la cafetería.

—Por supuesto.

—Yo te llevo.

Katie y yo hablamos al unísono, y Mel nos miró con gran afecto y ternura.

—Ya es tarde, no me gustaría que condujeras de vuelta tu sola — le dijo a Katie con suavidad.

Me puse de pie, tomé las llaves del auto y esperé a que se despidieran.

—Llámame, ¿sí? Sabes que siempre estaré para ti a la hora que sea — se abrazaron por largos segundos—. Cuídate.

Melanie le susurró algo que no alcancé a escuchar antes de romper el abrazo y salir de la casa bajo la atenta y preocupada mirada de Katie. Al subirnos al auto mantuvimos un silencio incomodo, por lo menos hasta medio camino que ella decidió romperlo cuando me desvié de ruta. Necesitamos hablar, y un recorrido de quince minutos no es lo suficiente para todo lo que debemos decirnos.

—¿Qué estás haciendo, Keith? Por favor, llévame a casa.

—Tenemos que hablar.

—¿Le pensabas decir a Katie lo nuestro si no hubiera bajado? — preguntó directamente.

—Sí, pensaba hacerlo.

Suspiró.

—No puedes decirle, así como así. Esto es de dos, por lo que tú y yo debemos estar frente a ella cuando se entere. Aunque te he insistido, así no funcionan las cosas.

—Perdóname — tomé el camino que nos lleva a su casa en el lago—. Siento tanto haberte puesto entre la espada y la pared. Toda esta situación ha sido culpa mía. He sido egoísta contigo todo este tiempo. Perdóname, mi amor.

—No tengo que perdonarte nada. Los dos decidimos quemarnos juntos cuando aceptamos intentar algo.

Me detuve a un lado de la carretera y me giré hacia ella, tomé sus manos y las llevé a mi pecho para que sintiera lo desbocado que mi corazón se encuentra.

—No quiero que intentemos nada, Melanie. Mi corazón no habla, pero sí late apresuradamente por ti cada que te siente cerca. Eres una hermosa luz que llegó a iluminar mi vida cuando más apagado y solo me encontraba. Le has dado color a mis días; realmente me siento privilegiado en tener a la mujer más hermosa que pueda existir acompañándome sin importar que. No hay ninguna duda de que, lo que siento por ti, es muy real. No tiene caso ocultarlo más tiempo. Te quiero, y quiero que seas formalmente mi novia. 

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora