Solo por hoy...

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El vestido cayó a sus pies y, con ello, se dio media vuelta, cortando la distancia que nos separaba. Sonrió tierna, entrelazando sus brazos alrededor de mi cuello y pegando sus labios a los míos, robándome un suspiro tras el suave beso que me dio. Mis manos viajaron sin pensarlo dos veces a sus caderas y la apreté contra mi cuerpo.

Por supuesto, muero por hacerla mía nuevamente, pero no quiero que piense que lo único que me gusta de ella es su pasión. Es decir, me fascina su sabor, sentirla, escucharla, verla y tenerla solo para mí, aún más cuando está tan dispuesta. Me la pone difícil, pues su desnudez es mucha tentación.

—Gracias por cambiar este día y hacerlo diferente — descendió sus manos a mis hombros hasta llegar a mi pecho y quitar botón por botón de mi camisa—. Me encantas mucho.

Sonreí, antes de fundirme en su boca como tanto me gusta. Fui acariciando cada centímetro de su piel mientras ella se encargaba de despojarme de mis ropas con torpeza y ansiedad. Las palabras sobraron entre los besos y las caricias que nos proporcionamos del uno al otro.

Una vez quedé desnudo, su boca trazó un camino húmedo por mi cuello y pecho, dejando besos tiernos y lamidas ardientes por toda mi piel. Descendió por mi vientre, sin apartar su mirada de la mía, y mi erección se hizo aún más grande al saber de sus intenciones.

Su pequeña y cálida mano se envolvió en mi extensión, acariciando tortuosamente mi pene de arriba hacia abajo. Lamió sus labios intencionalmente, logrando arrancarme gemidos involuntarios tras repasar mi longitud con su lengua muy lentamente. Los escalofríos se adueñaron de todo mi cuerpo al verla tan desinhibida, mientras moría por sentir sus labios apresarme como aquella noche.

De lo más profundo de mí salió un gran gemido en cuanto sentí el calor y la humedad de su boca. El como me envolvió me tenía alucinando. Sus movimientos se fueron acelerando poco a poco, succionando y tragando hasta donde su garganta se lo permitía. Por más que me trataba de controlar, no soporté más. Tomé su cabeza entre mis manos y me adueñé de su boca con vehemencia, arremetiendo una y otra vez hasta que sus lágrimas brotaron sin cesar de sus ojos. El deseo ardiente de su mirada solo alimentó el fuego en mi interior. Deseo sentirla cuánto antes.

Le ayudé a levantarse del suelo y besé sus labios, acariciando su espalda y pegando su cuerpo al mío. No me resistí por más tiempo, por lo que la tendí sobre los almohadones y entré en ella de una estocada superficial, saliendo y de nuevo entrando, deleitándome de su estrechez, calidez y humedad. Su interior me traga hasta lo más profundo de ella, de una manera que no tiene nombre.

Ataqué su cuello sin dejar de moverme en su interior, suave y profundamente. Sus gemidos llenando mis oídos, deleitaron a mi corazón una vez más. Mordí, chupé y lamí su piel repetidas veces, mientras ella arañaba mi espalda, susurrando mi nombre con la voz entrecortada. Mi corazón se estrella con el suyo, de la misma forma en la que nuestros cuerpos impactan y se funden en uno solo.

Tomé sus caderas y masajee lentamente, a la par que incrementé el ritmo de los empalmes, haciéndola gemir más fuerte. Mi cuerpo tiembla, se estremece a una misma sincronización que el suyo.

—No quiero que esto acabe nunca — murmuré en medio de la bruma del deseo y la pasión.

Llevé sus muñecas por arriba de su cabeza, entrelacé nuestros dedos y empujé con más rudeza, haciendo círculos en su interior.

—Oh, Keith... — balanceó sus caderas, siguiendo mi ritmo y cerrando los ojos mientras sus piernas se apretaron en mis muslos.

Salí de ella y la giré, poniéndola en cuatro puntos sobre los almohadones. Enredé mi mano en su cabello y volví a penetrarla profundamente. Un grito y un temblor la debilitaron, pero la sujeté firme del cabello atrayendo su espalda a mi pecho para que no cayera. Mordí el lóbulo de su oreja y escuché su risita traviesa, llevando su trasero hacia atrás buscando mi encuentro.

—Me encantas, Mel — llevé la otra mano a su clítoris y jugué con la poca cordura que aún guarda.

Casi resbalando de mis brazos, se aferró de mi cuello con una de sus manos y movió deliciosamente las caderas sin dejar de gemir una y otra vez mi nombre. La corriente que se extendió por toda mi espalda se apoderó de todo mi cuerpo. Apreté fuerte si cuerpo contra el mío, perdiéndome en su orgasmo y robando hasta la última de sus fuerzas. Mis dedos se vieron húmedos por sus fluidos, y sus piernas no dejaron de temblar hasta que esa explosión de sensaciones llegaron a mí. Seguí adentrándome en ella, sacando hasta la última gota de aliento que aún guarda mi interior. Mis palpitaciones se volvieron constantes y, una vez llegué a mi éxtasis, mordí su cuello sin dejar temblar.

Sé que debí salirme, pero no pude hacerlo. Su interior me retiene en tiempo y espacio. No podía y tampoco quería salirme de ella.

—Lo siento — fue todo lo que dije, derrumbándome en los almohadones.

—No te preocupes, estoy cuidándome — se acostó a mi lado.

—Aun así, esos métodos no son del todo seguros — recordé que así fue como nació Katie.

Solo bastó un solo descuido para que ella quedara embarazada, aún cuando Elena usaba un método de planificación. Dejando esos pensamientos de lado, abracé a Melanie por la cintura y uní nuestros labios en un beso mucho más pausado y tierno.

—Sin duda alguna ha sido el mejor de mis días — confesó.

—Esa era la idea, Mel. Sé que no es tu día favorito, más cuando tienes razones de sobra para no querer celebrar — acaricié su mejilla—. A veces es bueno salir de la realidad y dejarse llevar de un buen momento.

—No quiero que lo nuestro sea solo un buen momento, Keith.

—No quise hacerlo ver así...

Desvió la mirada y luego sonrió ladeado.

—Mel...

—No importa. Los buenos momentos se disfrutan, tienes toda la razón — murmuró—. Aunque... debo irme. Mamá debe estar preocupada.

Aunque, ¿qué? ¿Qué era lo que iba a decir?

—Siempre te quedas en casa con nosotros — mi corazón se estrujó. En cierto modo, la quiero sentir entre mis brazos por más tiempo—. Y no digas que no es así, porque cada año es igual.

—Este año es la excepción — trató de levantarse, pero no la dejé.

La apreté contra mi pecho, esbozando una sonrisa divertida y coqueta.

—Quédate conmigo solo por una noche, Mel. No tengo ganas de llegar a casa y mucho menos de separarme de ti — mis palabras la hicieron soltar una risita nerviosa—. Solo por hoy...

—Solo por hoy — subió encima de mí, mordiéndose los labios en una media sonrisa maliciosa—. A fin de cuentas es mi día, ¿no? —atacó mis labios con fogosidad, despertando el deseo de hacerla mía una vez más.

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora