Sueños...

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La tarde cayó con rapidez, por lo que con gran ansiedad terminé de peinar mi cabello hacia atrás y rosear un poco más de mi perfume favorito por mi cuello y todo mi pecho. Adoro sentir los suaves suspiros de Mel cada que aspira del aroma de mi perfume mientras la sostengo entre mis brazos. Faltando una hora antes de su salida, fui directamente al orfanato y así poder pasar un poco más de tiempo con los gemelos que apadrinamos juntos. En realidad, son niños tiernos y alegres, además de que me recuerdan mucho mi niñez.

Según atravesé los portones de la casa hogar, la madre superiora me dio la cordial bienvenida y me guio hasta el salón de coro. Melanie tocaba una triste melodía, mientras todos los niños cantaban al unísono un perfecto y aterciopelado coro. Las vocecillas tan dulces los hacían ver como ángeles, por lo que la madre superiora se deleitaba al oírlos cantar.

Mel al verme esbozó una sonrisa, y poco después le dio fin a la canción en un solo perfecto. Sus dedos delicados tienen la gran habilidad sobre las teclas del piano; la seguridad con la que toca es muy sorprendente. ¿Habrá algo de ella que no me encante? El salón estalló en aplausos a la par que ella se levantaba del banco y aplaudía con entusiasmo y orgullo a los pequeños que no tardaron en abrazarla con fuerza y amor.

—¡Keith! — chillaron los gemelos al unísono—. ¡Viniste!

Sonreí al verlos correr hacia mí. El fuerte golpe por poco y me hacen caer al suelo, pero me mantuve firme rodeándolos con mis brazos al mismo tiempo. Tara y Tomas son una arrolladora estando juntos. Sus cabellos rubios como el oro, sus pieles blancas como la leche y sus ojos tan azules como el océano los hace ver como un par de ángeles.

—Tara, Tomas, ¿es esa la forma de saludar a su padrino? — reprendió la madre superiora.

—No, madre superiora. ¡Lo sentimos mucho! — incluso sus palabras se acoplan a la perfección, como si hubieran pasado mucho tiempo ensayando sus monólogos.

—No hay problema, madre superiora. ¿Cómo están, chicos? Les he traído un regalo — les entregué las bolsas a cada uno y con gran emoción las abrieron.

—¡Muchas gracias, Sr. Keith! — con el brillo que todo niño posee en su inocencia, abrieron sus regalos a toda prisa.

—Te quieren más que a mí — Mel bromeó, enredando su brazo con el mío—. Me siento un poco celosa... ¿sientes ese aroma tan delicioso?

—¿Cuál? — aspiré, pero no percibí olor alguno en el aire más que el de lavanda.

—El tuyo — susurró, evitando que la madre superiora la escuchara—. Tu aroma es terriblemente comestible.

La madre superiora se aclaró la garganta visiblemente incomoda por el comentario de Melanie. Quise reír, pero al ver lo avergonzada que se encontraba mi bonita, me mantuve sereno.

—Lo siento mucho, madre superiora — se disculpó ella bajando la cabeza, ocultando el sonrojo de su rostro y la risita que en vano escapó de sus labios—. Lo siento mucho.

—Bueno, niños, es hora de la merienda. Vayan al comedor, por favor — los niños la obedecieron instantáneamente—. Fue un gusto recibir su visita, Sr. Keith. También muchas gracias por los presentes que tuvo con los pequeños. Le han tomado gran aprecio en tan pocos días — haciendo una pequeña inclinación de cabeza, se marchó detrás de los niños.

—¿Ya estas libre? — la tomé entre mis brazos y la besé con mucha suavidad.

—Soy completamente tuya, Sr. Keith — me besó de vuelta, haciendo que me derritiera en la calidez de sus labios.

—Entonces andando.

Entrelazamos nuestras manos y, justo antes de traspasar la puerta, la sonrisa de Jordán se esfumo, pero lo disimuló tratando de sonreír de nuevo. La forzosa mueca en su rostro me tomó a la defensiva. No me gusta que esté cerca de ella; sin embargo, no soy quién para prohibirle a Melanie relacionarse con las personas. Esas inseguridades que no desaparecen juegan de nuevo en mi contra.

—Qué bueno que no te has ido, Melanie — extendió un sobre blanco hacia nosotros y ella lo recibió de inmediato—. Sea lo que sea, recuerda que siempre hay tiempo para cumplir los sueños. Suerte.

—Gracias... — fue todo lo que ella contesto sin dejar de observar el sobre en sus manos.

El sello de alguna universidad llamó mi atención. ¿Acaso ha presentado solicitud a otra universidad? Pero, ¿por qué? Y, dejándome llevar por el sello postal, me di cuenta que el sobre proviene de Europa...

—¿Qué es? — curioseé.

Ella aun estupefacta, me encaró con una sonrisa nerviosa y los ojos llorosos. ¿Por qué esta tan conmocionada? Me pregunté al verla en un estado claro de nerviosismo y miedo.

—Hace unos cuatro meses presenté una solicitud en Trinity Laban, un conservatorio de música en Londres. Es una de las mejores instituciones del Reino Unido, y mi gran sueño. En un principio no le tenía mucha fe, pero al ver cómo fueron pasando los días sin recibir una respuesta, me olvidé por completo del tema. Lo echaba por perdido...

—Nada está perdido, Mel. Tienes un maravilloso don, por lo que estoy seguro de que la respuesta es positiva — le aseguró Jordán—. ¡Ábrelo! Has soñado toda tu vida con vivir ese sueño. No pierdas las esperanzas.

Lo abrió lentamente con las manos temblorosas y la ansiedad recorriendo por todo su cuerpo. Adentrándose de lleno en aquellas palabras que rompieron mi corazón en mil pedazos, pero que también me sacaron una sonrisa enorme y con cientos de sentimientos encontrados, solo me quedó contemplar en primera fila su entera felicidad. En la única hoja le daban la bienvenida a aquel instituto, elogiando su gran talento para tocar el piano, la guitarra y varios instrumentos más. Sentía como la tierra me tragaba nuevamente, dejándome justamente de donde ella me había sacado con sus propias manos.

—Me siento muy feliz y orgulloso de ti, mi amor.Mereces esa oportunidad de cumplir tus sueños y llegar a lo más alto con tuextraordinario talento — la estreché entre mis brazos, escuchando el crujir demi corazón dentro de mi pecho—. Te felicito, bonita. 

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora