Pasión

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Mi respiración se encontraba entrecortada, mi corazón no dejaba de martillar con fuerza y rapidez dentro de mi pecho, y mis manos parecían haber cobrado vida propia; sin descaro alguno, acaricié las curvas del cuerpo del ángel que me tenía totalmente en una nube. Mientras mordía mis labios, me movía al compás de su baile; siendo casi dos cuerpos en una sola sintonía.

Ella, por su parte, no puso ni la más mínima resistencia y tampoco intentó apartarme. Es más, su baile se volvió más lento, sensual, muy erótico. Hubo un fugaz instante en que mis manos viajaron al centro de du vientre y empezaron a trepar lentamente hacia su pecho, pero me detuve justo en las costillas, sintiendo bajo mis dedos la suavidad y la humedad de su piel. Escuché aun por encima de la música, el suave gemido que emitió. Ese sonido alocó mis sentidos, los descontroló por completo. Mi pene palpitaba y se tensionaba cada segundo más debajo de mis pantalones, podía sentir mi propia humedad. Dolía, jamás me había dolido tanto una erección como ahora sí lo hace.

Ella se giró en mis brazos, rodeó mi cuello y acercó sus labios a mi oreja. El tibio de su aliento aumentó mi excitación, me encontraba muy sensible.

—Creo que este ya no es lugar para estar por más tiempo, ¿o sí? — mordió el lóbulo de mi oreja a la vez que descendió una de sus manos por mi pecho—. Lo mejor será irnos, antes que nos saquen de este lugar por exhibicionistas.

—Es lo mejor...

Agarró mi mano y salimos a tropezones del club nocturno. No tenía ni la menor idea a donde iríamos, pues era obvio que no tenía una situación de estas previstas. Ni siquiera por mi mente se cruzó lo mal que estaba haciendo, era el primer momento intimo con una mujer desde hace más de cinco años. Mi mente se encontraba en blanco.

—Ven, por aquí — le dimos vuelta al club y me hizo caminar por un callejón desolado y oscuro.

—Estamos muy locos, si pensamos en hacer algo en este lugar — murmuré, a lo que ella soltó una risa.

—Estamos ebrios, por lo que si después nos arrepentimos; haremos de cuenta que nunca pasó. Además, ni tú me conoces ni yo te conozco... — y, sin perder ni un solo segundo de su tiempo, me estampó en la pared y se agachó a mis pies.

Tragué saliva, cerrando los ojos y sintiendo que llegaría al cielo en cualquier momento. Verla de rodillas tan dispuesta, me terminó por volarme la cabeza. Liberó mi erección rápidamente, y solo fueron pocos los segundos que pude asimilar cuando su tibia y pequeña mano se envolvió alrededor de mí. Los suaves y constantes movimientos de su mano, más el lugar donde nos encontrábamos lo hacia el doble excitante. Los gemidos que salían de mis labios no los podía controlar. Su mano se sentía extremadamente bien.

El húmedo contacto cuando su lengua recorrió lentamente toda mi dureza, hizo que mis piernas flaquearan. Ahora era su mano y su boca la que me brinda extrema humedad y calor. Sus labios me apresaban delicadamente, succionando en el preciso instante donde los espasmos se adueñaban de mi cuerpo y me hacían querer más. Me tenía mi límite con tan solo sentir la tibieza y estrechez de su boca. Quise arrancar la máscara de su rostro y ver la expresión que debía estar poniendo, pero no era mucho lo que la oscuridad nos permitía ver.

Sintiendo las ganas explotar, la tomé del brazo levantándola de un solo tirón y la giré poniéndola de cara contra la pared.

—Esta es la locura más excitante que he hecho en toda mi vida — se abrió de piernas y elevó su trasero un poco más para mí.

Al levantar su falda, acaricié la redondez de su trasero, metiendo los dedos y haciendo a un lado la delgada tela que cubría su feminidad. Posicioné mi pene en la entrada de su vagina, percibiendo la humedad que de ella brotaba. Su calor me atrajo hacia ella de lleno, por lo que nuestros gemidos se sincronizaron cuando la conecté de un solo golpe. La penetraba con la misma fuerza en la que el deseo me tenía dominado. Sus gemidos más lo míos se podían escuchar con claridad a mitad de la noche.

No nos importó estar en medio de una calle para entregarnos a la pasión. Sus caderas se movían a la par que las mías. Mordisquee su cuello, a lo que sus piernas flaquerón y su interior me retuvo por breves segundos. La humedad hacía que con gran facilidad entrara y saliera de ella con profundidad y rapidez.

Queriendo un mayor alcance, la volví hacia mí y la alcé en mis brazos, conectándola de nuevo casi instantáneamente. Apoyé su espalda a la pared y retomé los movimientos de mi cadera. Golpee su interior con fuerza, con gran deseo y necesidad de querer acabarla. Como si entre mayor fricción más ganas me dieran de alcanzar eso que me tragaba de manera alucinante.

Por la misma fuerza en la que nuestros cuerpos se unían, la máscara que cubría mi rostro salió volando, por lo que tuve oportunidad de atacar su cuello y parte de su pecho. Succioné su piel, sintiendo el sabor entre dulce y amargo de su perfume. Mis labios percibían su piel muy suave, lo que me motivó a colmar su escote de besos.

Sus gemidos, el calor de su interior y la estrechez del mismo era lo único que escuchaba en mis oídos, me había desconectado por completo del mundo exterior. Me encontraba en a punto de llegar al cielo, a ese que este ángel maldadoso me había llevado. U interior se ajustó a mi alrededor, a la vez que ella arqueaba la espalda y sus piernas temblaban. Escondí el rostro en el hueco de su cuello, y apretando sus glúteos firmemente estallé en lo más profundo de su interior.

La adrenalina aun corriendo por mis venas, me llevó a buscar sus labios y besarla. Ella como pudo siguió mi beso, pero este fue mucho más profundo y lento. Sus labios eran suaves, parecían ser comestibles.

—Este ha sido el sexo más apasionado de todo lo que llevo de vida — su pecho subía y bajaba con rapidez—. De las cosas buenas jamás me arrepentiría.

Salí de su interior casi por obligación, me sentía aún muy excitado y con ganas de seguir, pero es donde caigo en cuenta que ella es una completa desconocida. Nos acomodamos la ropa en silencio, y ella extendió la máscara que se me había caído hace unos minutos atrás hacia mi dirección.

—Fue un placer haberte conocido esta noche, Sr. enmascarado.

Me puse la máscara y sonreí.

—Gracias, también fue un gusto pasar un rato muy agradable contigo — me sinceré.

—Perfecto — alisó su vestido y caminó por donde mismo habíamos llegado—. ¡Buenas noches!

Mequedé observando cómo se perdía en la oscuridad, y entonces la burbuja explotó frente a mis ojos regresándome a la realidad.Esto que acaba de pasar, no puede volver a ocurrir nunca más. La opresión en mipecho se agudizó tras pensar en que le acabo de fallar en cuerpo y pensamiento a mi esposa. 

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora