Culpa

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MELANIE

Perdida en mis pensamientos, no me di cuenta de las personas que fueron ingresando a la cafetería. Mi mente está copada por un hombre que desestabiliza cada uno de mis sentidos, enternece mi corazón y estremece mi alma con tan solo una mirada. Keith se ha clavado en lo más profundo de mi ser, no hay día que no lo tenga en el pensamiento. Incluso en cada encuentro la ansiedad me consume poco a poco; deseo hacer de las pocas horas que estamos juntos más largas. Se ha vuelto una jodida necesidad cada que estoy lejos de sus fuertes y cálidos brazos.

Con el codo apoyado en el mostrador, un suspiro salió de lo más profundo de mí. ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado entre nosotros? ¿Por qué el miedo de acabe hace que mi corazón se vuelva añicos? Con el pasar de los últimos dos meses, la realidad no deja de golpearme cada que la burbuja se revienta en mis narices. Anhelo poder tomar su mano y pasear por las calles sin necesidad de escondernos en el faro. Sería feliz poder gritarle al mundo lo mucho que lo quiero, de lo mucho que ese hombre tan único y bueno me hace sentir desde que estamos juntos. Pero entonces las veces que he intentado persuadirlo no han terminado del todo bien. Sé que la reacción de Katie es lo que más le preocupa y le asusta; no obstante, entre más lo escondamos, más hundimos el puñal del engaño.

—Espero que esos suspiros sean porque me extrañas, y no por ese miserable, pero importante hombre que has mantenido a escondidas — su voz me trajo a la realidad.

Por más que quise sonreír como antes y abrazarla fuertemente, una mueca llena de tristeza y culpa inundó mi rostro. Ella es mi mejor amiga, ¿vale la pena mentirle? Desde luego que no. Merece saberlo, aunque tal vez en un futuro llegue a odiarme.

Y duele.

Su odio me dolería como un infierno.

—¿Algún día me contarás sobre ese hombre misterioso que te tiene en una nube? — tomó asiento frente a mí, esbozando una sonrisa esplendida.

«Me encantaría hacerlo, pero me he vuelto temerosa, además de mentirosa». Pensé, sintiendo las inmensas ganas de contarle todo.

—Espero hacerlo pronto — fue todo lo que dije.

—Me haces pensar que es un amor prohibido — soltó una risita traviesa—. ¡Cuéntame, Mel!

Atendí cortésmente una señora, aguantando las ganas de reír y llorar al mismo tiempo. Una vez la mujer se retiró de la caja, Katie siguió insistiendo hasta que Keith apareció un tanto afanado.

—Lamento llegar tarde — dejó un casto en la frente de Katie.

Esas mariposas que revoletean en mi estómago no tardaron en aparecer. Quise lanzarme en sus brazos y robar esos labios tan embriagantes y me vuelven loca. Cuando nuestras miradas conectaron, mi corazón bombeó tan fuerte que creí que se saldría de mi pecho en cualquier momento. Esa sonrisa atractiva y enorme hace que mi mente quede en blanco. Cada día ese hombre luce mucho más atractivo que el anterior.

—Llegas justo a tiempo — respondió ella tranquilamente.

—Hola, Mel, ¿cómo estás?

—Muy bien, Sr. Keith — escribí en mi cuadernito la orden de ellos y se la entregué a la cocinera de turno—. ¿Qué tal va todo?

Estar frente a Katie hace que las palabras salgan casi obligadas de mi garganta. Es muy difícil actuar como si nada estuviera pasando, mientras en las noches ese hombre me arranca la piel a besos y caricias.

—Excelente — la forma de mirarme hizo que la piel se me pusiera de gallina. Él tiene la facilidad de abrumarme—. ¿A qué se debe esta cita improvisada, cariño?

Fruncí el ceño con evidente curiosidad. Muy pocas veces ellos se reúnen en la cafetería, y cuando lo hacen es para pasar tiempo entre padre e hija.

—En un par de días te iras a New York debido al nuevo proyecto. Pensé que, tal vez sea buena idea que los dos se hicieran compañía en la ciudad. Ella no conoce a nadie allí, incluso aun no elegido Hotel para hospedarse...

Me sorprendieron sus palabras, aunque ella ya me había comentado que lo mejor era no ir sola a una ciudad desconocida, me negué al mismo instante en el que trato de venir conmigo o ir con Keith. Sentía mi rostro arder de vergüenza y culpa, pues ella no tiene la menor idea del plan romántico y secreto de su padre y amiga han planeado para el siguiente fin de semana. ¿Cómo es que fui tan tonta de soltar la lengua con ella? Me dejé llevar por sus insistentes preguntas, más ese poder de convicción que solo ella posee.

Me declaro la peor persona del mundo, no puedo guardar más el secreto que ha cambiado mi vida por completo. No merece que le estemos mintiendo tan descaradamente y en su propia cara.

—No sabía que ibas a New York, Mel — él esbozó una sonrisa divertida—. Sabes que siempre estaré encantado en acompañarte. También podría llamar al Hotel donde me estaré quedando y aparto una habitación para ti.

—¡Perfecto! ¿Ves que no se iba a negar, Melanie? No seas terca, mujer. 

—Ya regreso — murmuré.

—¿A dónde vas? — quiso saber Katie.

No contesté a su pregunta, solo dejé el bolígrafo sobre el mueble y salí como alma que lleva el diablo de la cafetería. Tan pronto el aire fresco chocó en mi rostro pude respirar con tranquilidad. Ni siquiera estaba respirando adecuadamente estando allá adentro. Me sentí descubierta y juzgada, aunque ese no fuera el caso. Nunca antes me había sentido entre la espada y la pared. Simplemente no puedo seguir ocultando algo tan importante de la persona que me ha entregado su total amistad; mentir no es de amigos.

—¿Melanie? ¿Te encuentras bien?

—Estoy bien — borré el rastro de las lágrimas de mi rostro y encaré al hombre que se encuentra a pocos pasos de mí—. Jefe... Jordan.

El Jefe de Policía Jordan Mackenzie esbozó una sonrisa amable y muy atractiva. Aun no me acostumbro a llamarlo por su nombre de pila, pues siempre he sido muy respetuosa en cuanto a la autoridad se trata.

—¿Está todo en orden? — inquirió ceñudo.

—Sí, solo necesitaba un poco de aire fresco. Ha habido mucho trabajo.

—¿Segura? — cortó la distancia que nos separaba y, en un acto que no vi venir, limpió delicadamente con la yema de sus dedos las rebeldes lagrimas que escaparon de mis ojos—. Sabes que puedes hablar conmigo sobre lo que sea que te esté ocurriendo. Dime, ¿alguien se atrevió a lastimarte, Mel?

—¿Interrumpo? — la voz de Keith a pocos pasos de nosotros me tensó, e incluso me alejé del Jefe Mackenzie como un rayo, sorprendiendo a los dos hombres frente a mí. 

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora