Conexión

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Sus palabras lograron tranquilizarme un poco, más sus besos hicieron que de mi mente se esfumara aquellas inseguridades que me dominaron hace unos momentos. Con la misma intensidad, correspondí su boca, olvidando por breves segundos en el lugar donde nos encontrábamos. Estrechándola contra mi cuerpo, descendí las palmas de mis manos por su cadera, apretando suavemente mientras le hacía notar todo mi deseo. Un gemido y una risita fue su única respuesta. Muero por hacerla mía.

—Tenemos largos minutos mientras todos disfrutan del almuerzo.

—¿Qué quieres decir con eso, bonita?

Se puso de puntillas, halando del cuello de mi camisa hasta que sus labios rozaron mi oreja. Una fuerte corriente provocó su aliento al chocar directamente en mi piel.

—¿Y si vamos al auto? Solo tomarán unos minutos. Debo mostrarte algo con suma urgencia.

—¿Qué cosa?

Soltó a reír, hundiendo el rostro en mi pecho tal vez al sentir la vergüenza apoderarse de su rostro. En completo silencio tomé su mano y caminamos al lejano y solitario estacionamiento, cediendo a los instintos que guardamos en nuestro ser. El tiempo apremia, por lo que debemos darnos prisa y regresar.

Abrí la puerta del conductor y tomé asiento con una sonrisa ladina, deseoso por sentirla una vez más. Le ofrecí mi mano y con gran delicadeza le ayudé a sentarse encima de mí y de piernas abiertas, cada una al lado de mi cintura. Tan pronto cerré la puerta, acaricié su cuello, deslizando la yema de mis dedos por su pecho, delineando las curvas de su hermoso cuerpo y deleitando mi vista y cada uno de mis sentidos con su preciosidad y su fragancia. El vestido le queda de maravilla.

Enredé la otra mano a su cabello y la atraje a mí, fundiéndome en el calor y la humedad de su boca. Rozamos nuestras lenguas, mientras mis manos lentamente se movieron por su silueta, trazando e imaginando su piel desnuda y húmeda. Al llegar a sus caderas, la presioné y la moví sobre la prominente erección.

El suave y húmedo beso se intensificó mediante esa acción, despertando cada uno de nuestras más profundas fantasías. Recordar el momento en que la hice mía en medio de un callejón, y al vernos en una situación muy similar, aumento la adrenalina que corre por nuestras venas.

Levanté el vestido hasta el inicio de su cadera y acaricié sus muslos desnudos, a la par que ella liberaba con sus delicadas manos mi miembro erecto. Dejé una estela de besos por su barbilla y cuello hasta llegar a su orea y proporcionarla una suave mordida a su lóbulo.

—Te deseo — rocé la punta de mi nariz por su piel, aspirando el dulce aroma de ella mientras una de mis manos se dirigió hacia a su humedad.

In previo aviso hice a un lado su ropa interior y la penetré lentamente, abriéndome paso en la calidez de sus adentros. Ella, por su parte, empezó a masturbarme a la misma velocidad en la que mis dedos se perdían en su cuerpo; apretando y moviendo la mano de arriba y hacia abajo, echó el cuerpo hacia atrás e hicimos una sublime conexión de miradas. Los fuertes escalofríos se adueñaron de todo mi cuerpo tras la mirada tan pesada que me está dando. Sentí que en cualquier momento me correría en su mano si ella seguía acareándome de esa manera tan mortalmente ardiente.

—Quiero sentirte, Sr. Keith — meneó la cadera a la par que mis simuladas embestidas, cerrando los ojos y mordiendo salvajemente su labio inferior—. Por favor...

Sin pensarlo dos veces, la elevé un poco y ella misma posicionó mi pene en su entrada. Ver esa expresión tan hechizante en su rostro, no puedo contenerme por más que quiera hacerlo. Estreché su cintura entre mis brazos y la presioné hacia abajo, arrancándonos un audible gemido ante la rudeza de la presión. Nos movimos lentamente al unísono, disfrutando el roce húmedo y suave de nuestras pieles desnudas, para después ir en ascenso y desatar la pasión en un reducido espacio. El olor de nuestros cuerpos al mezclarse me trajo paz y disipó cada una de mis dudas. Perdido en sus finos y tiernos gemidos, me aseguré una vez más que es ella quien me ha hecho vivir. Le ha dado a mi vaga existencia una oportunidad más de ser feliz.

—Nunca dudes de mí, mi amor. No podría dejarte, incluso si dejaras de quererme en este mismo instante — susurró en medio del torbellino de nuestros cuerpos anclados.

Busqué sus labios, besándolos con extremo salvajismo mientras mis dedos quedaban marcados en su trasero y las embestidas se volvían más profundas y concisas. Mis huesos se desencajaron de su lugar, reventando mi piel hasta hacerme explotar bajo el intermitente temblor de su cuerpo. La humedad nos acompañó por largos segundos; segundos en los que no quería salir de su interior; me encanta esconderme en su alma y perderme por horas en la calidad de su querer. Aun palpitante y con el deseo un poco adormilado, seguimos meciendo nuestros cuerpos y uniendo los labios en búsqueda de más.

—Debemos volver — recostó su cabeza en mi pecho, y la atraje un poco más a mi cuerpo si es que es posible unirla más a mí—. Los pequeños que llegaron recientemente tendrán su padrino, por lo que debemos estar presente. No te lo había dicho antes, pero tengo muchas ganas de apadrinar a un par de gemelos que llegaron hace unas semanas atrás.

Acaricié su cabello suavemente con el corazón a punto de reventar de turnara y orgullo. Su bondad lo supera absolutamente todo.

—Qué bonito gesto de tu parte, mi amor. Por esa dulzura y amabilidad con el prójimo es que estás robándome lo poco que me queda de corazón.

—Sr. Keith — susurró—. ¿Te gustaría que apadrinemos juntos a los dos pequeños? Si no lo quieres, por mí no hay ningún problema. Lo entenderé a la perfección...

—Me encantaría — respondí automáticamente—. Ahora tenemos una responsabilidad que nos une un poco más, ¿no lo crees?

—¿Estás seguro? — rio—. O sea, te lo propuse sin pensarlo, solo fue una idea que cruzó por mi mente y salió de mi boca. No tienes por qué hacerlo, mi corazón.

—No lo hago por obligación o por querer mostrar algo que no soy, tampoco lo hago para quedar bien frente a ti. Pensándolo bien, la labor de apadrinar a un pequeño que se encuentra en el limbo de encontrar un hogar o quedarse en un orfanato, me parece un acto lleno de humanidad y de amor. Al salir de este lugar no tienes más donde ir que no sea la calle, por lo que, pensar en que tienes una oportunidad de ser alguien aun estando solo, es lo mejor que podemos recibir todos aquellos que hemos perdido la protección y la calidez de un padre y una madre. 

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora