Tiempo al tiempo

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—¿Sientes que estás haciendo mal, Sr. Keith? — fue lo que le pregunté después de un largo silencio entre nosotros.

—A veces pienso que estoy haciendo mal — confesó—. Pero entonces la última voluntad de Elena me llega a la cabeza y me alivia.

—¿Puedo saber cuál era la última voluntad de su esposa, que en paz descanse? Claro, si se puede saber, sino me quieres decir, no hay ningún problema.

Se quedó pensando por largos minutos, los cuales me limité a darle su espacio viendo caer la lluvia a través del cristal. Ni siquiera estaba enfocada en el lago, era él mi único punto de contemplar. En el faro hacia frío, pero la calefacción del mismo estaba encendida y nos mantenía a temperatura ambiente.

Me había sentado en los suaves cojines con la espalda apoyada a las barandas, mientras Keith se encontraba sentado al lado mío, pero con las piernas bien estiradas. Aun podía sentir el abrazo que me dio hace unos minutos atrás. Sus brazos son muy fuertes y cálidos.

—Que fuera feliz; era todo lo que quería — murmuró.

—Es lo que queremos de las personas que amamos; que sean felices, aún si no están al lado nuestro. No estás haciendo mal en buscar tu felicidad.

—¿Lo crees? Es decir, ¿crees que lo que hemos tenido tu y yo no es fallarle a ella?

—No, porque no sabemos quién se va a cruzar en nuestro camino y darnos eso que tanto hemos buscado en silencio. Tu y yo no lo hicimos a propósito, fue algo que surgió en el límite de nuestra soledad y tristeza — ladee la cabeza y lo miré a los ojos—. ¿Has sentido felicidad después de su muerte? Claro, la tuya propia, no la que te brinda Katie.

—Esa felicidad se fue con Elena, pero ahora no sé lo que siento aquí adentro — tocó su pecho—. Es complicado de explicar; por una parte me siento muy bien al estar aquí contigo, por ejemplo; por el otro, algo me retiene y me dice que está mal.

—Es por Katie. No avanzamos, me incluyo, por ella — suspiré—. Lo que menos queremos es hacerle daño y, desde el primer momento en el que decidimos inconscientemente seguir nuestros deseos, se lo estamos haciendo. Sé que será difícil de explicarle, pero estoy segura que ella nos va a escuchar. Hay veces quisiera contarle; sin embargo, me resisto a hacerlo por ti.

—Ella no puede saberlo, al menos no por ahora. No me va a perdonar. De alguna manera, sí estoy fallando.

—¿Y si es todo lo contrario? Tal vez comprenda — me atreví a tomar su mano y entrelazar nuestros dedos—. Estamos mintiendo a la persona más importante para nosotros, es por ello que te sientes así. Me siento igual cada que la miro a los ojos. Pero a su vez no, porque somos seres libres de decidir con quién estar.

—No creo que sea conveniente decirle. Por ahora, es mejor mantener esto entre los dos.

—Está bien, pero no podemos tapar el sol con un dedo. Tarde que temprano ella se va a enterar, y es mejor que lo haga de nuestra propia boca. Me siento fatal al decirle mentiras — sus dedos fueron acariciando suavemente el dorso de mi mano mientras iba hablando—. Katie es mi única amiga, y tú eres su padre. Rayos, es horrible estar dividido entre dos personas que son muy importantes para ti — dejé escapar sin pensar.

Soltamos un risita para nada graciosa, más bien, fue más amarga y ácida. Mantuvimos el silencio, y muchas dudas atacaron mi cabeza de golpe. Estamos hablando como si fuéramos a continuar con esta situación en secreto, ¿o estoy haciéndome idea que no son?

—¿Mel?

—¿Sí?

Cruzamos mirada y mi corazón se agitó al ver el brillo de sus lindos ojos.

—¿Qué somos? — preguntó.

—No lo sé.

Volvimos a reír, pero esta vez sin dejar de mirarnos a los ojos e ir acercándonos poco a poco hasta quedar nuestras frentes unidas.

—¿Y si lo descubrimos? — susurré.

—¿Cómo?

—Dejándonos llevar hasta que lo sepamos; es decir, que el tiempo y la vida sea quien nos lo diga. ¿Sabes? La atracción es momentánea, pero el sentimiento que nace en nuestro interior no — acaricié su mejilla tiernamente—. Pero tengo que saberlo, ¿estás dispuesto a vivirlo, sin sentir culpa ni remordimiento después? Quiero saber que mañana no me vas a alejar, y luego cuando necesites descargar tus deseos vuelvas a buscarme. Es ridículo lo que te voy a decir, pero yo no me entrego a medias, y siento que este es un terreno muy inestable. Me gusta darlo todo, aún sabiendo que puedo salir muy herida. No hay nada de mal en vivir y sentir, Sr. Keith.

Su respuesta fue muy clara cuando presionó mi cabeza y unió nuestros labios. No hubieron palabras que me dijeran que no había una posibilidad, pues sus besos y las caricias que fue proporcionando en mis muslos descubiertos me dieron a entender que también quiere intentar vivir un algo conmigo. Ese algo solo puede ser atracción física, deseo carnal y más nada, pero mientras nos sintamos a gusto, supongo que puede surgir algo más y tener una felicidad. O eso es lo que mi mente ilusionada quiere creer.

«Tiempo al tiempo, Melanie», me dije, dejando esos pensamientos de lado y disfrutando de la calidez de sus labios.

—Con el tiempo sabremos qué es esto, Mel. Por ahora, solo quiero disfrutarte a plenitud — me tumbó sobre los almohadones y fue subiendo el chandal poco a poco hasta dejarme semidesnuda.

—Me gustas mucho — dije con la voz entrecortada.

—Y tú a mí — atacó mis labios sin previo aviso a la vez que acarició mi cintura con la yema de sus dedos—. No te imaginas cuánto.

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora