Sentimientos

5.3K 452 11
                                    

Mi corazón latía estrepitosamente contra mi pecho bajo la intensa mirada de esos dos hombres. Keith me escrudiñaba con suma atención, mientras Jordan alternaba sus ojos del recién llegado hacia mí de forma inquisitiva. Es la primera vez que las palabras se estrellaban en mis dientes y se diluían como polvo en el viento.

Y no porque estuviera haciendo algo malo, sino que el toque de Jordan me tomó por sorpresa.

Pero el tono frío y sugerente de Keith me paralizó. ¿Está enojado? ¿Pensativo? ¿Celoso? ¿Sorprendido? No lo sabía a ciencia cierta, ya que no logré leer las emociones de su rostro.

—No, no interrumpe nada, Sr. Morrison — Jordan extendió la mano cordialmente hacia Keith—. Un gusto volver a verlo.

Keith estrechó la mano del hombre en un apretón firme que tardó más de lo habitual a mi parecer.

—Hacia años no sabía nada de ti, Jordan — sonrió, pero fue una sonrisa muy extraña—. ¿Cómo está tu padre?

—Regresé hace unos ocho meses a la ciudad. Mi padre ha estado un poco mal de salud, pero ya sabe cómo es el Sr. Mackenzie de terco y orgulloso.

—No sabía que tu padre estaba enfermo.

—Nadie se daba por enterado hasta que sufrió de una recaída en la comandancia. Hemos tratado de persuadirlo para que se realice los estudios, pero ha sido un hombre difícil.

—Que viejo tan terco — Keith movió la cabeza ligeramente y sonrió triste, como si estuviera evocando algún recuerdo en su mente—. Dale mis más sinceros deseos. Espero que se recupere pronto. Pasaré a visitar a ese viejo terco cuando me encuentre libre.

—Le daré sus deseos, Sr. Morrison — entonces Jordan centró su mirada en mí y Keith también lo hizo.

No voy a mentir, me sentí chiquita en el medio de los dos. La conversación se me hizo sumamente incomoda y forzada de parte y parte.

—Bueno — carraspeó el dueño de mis más indecorosos pensamientos—. Saliste tan de repente. ¿Estás bien?

—Sí, Sr. Keith, me encuentro de maravilla — hundí las manos en los bolsillos de la blusa y sonreí nerviosa—. Debo volver al trabajo. Fue un gusto verte, Jordan —me obligué a caminar hacia la puerta, pero su llamado me detuvo en seco.

—Tengo preparada una sorpresa para ti, Mel — mencionó, sorprendiéndome de sobremanera.

—¿Cómo? — musité.

—Bueno, es para los pequeños en su feria —rectificó con una sonrisa muy atractiva—. Te veo el domingo. Tengan un buen día. Permiso.

El hombre se fue sin siquiera esperar una respuesta de nuestra parte. Desde que coincidimos en el orfanato desde que fue nombrado como Jefe de Policía, Jordan se ha vuelto como una especie de amigo, aunque no voy a negar que es muy atractivo, además de amable y buen consejero.

—¿Por qué estabas llorando? ¿Ocurrió algo? — murmuró Keith a mi lado con genuina preocupación—. ¿Se debe a Jordan?

¿Qué? Lo miré con las lágrimas al borde mis ojos. Ese cumulo de situaciones me tienen en mi punto limite, sin contar que, cada día lo quiero un poquito más haciéndolo aún más difíciles.

—No se debe a Jordan. ¿Qué te hace pensar que es a causa de él mi razón de estar así? — mi voz se quebró, debido al nudo que se formó en mi garganta.

Enarcó una ceja, presionando sus labios con fuerza y luego suspiró.

—¿Qué es entonces, bonita? — dio un paso al frente e intentó de acariciar mi mejilla, pero retiró la mano y la escondió en su bolsillo.

Una opresión en el pecho no me permitió escuchar sus siguientes palabras. Esa acción dolió muchísimo. El simple hecho de no poder disfrutar a plenitud de sus caricias sin que nos juzguen o nos tilden, hace que sea difícil respirar. Hace amarga sensación me invadió de nuevo.

—¿Qué pasa? — Kat salió y me estrechó fuertemente en sus brazos al verme llorar—. ¿Es de nuevo ese infeliz de Rubén? ¿O es ese otro infeliz?

Mi hipocresía me mató, y su preocupación terminó por enterrarme viva. No puedo estar un segundo más así. Al principio fue divertido y pasional, pero ahora con sentimientos de por medio, todo se ha complicado.

—Me siento un poco enferma — miré a Keith por encima del hombro de mi amiga y suspiré—. Volveré a trabajar.

—Es mejor que no trabajes si no te sientes bien — Keith se apresuró a decir. El infierno y las contradicciones en sus ojos terminan por hacerme mucho más daño—. Ve a casa y descansa.

—Papá tiene razón, Mel. Ven conmigo a casa, ¿sí?

Negué con la cabeza rápidamente.

—No seas terca, Melanie. Vendrás con nosotros a casa y no hay discusión, ¿entiendes? — se mantuvo firme, deshaciendo el abrazo y me miró con seriedad—. Le cancelaré a Brian para estar lo que resta de día contigo. Últimamente has estado muy mal por culpa de ese hombre misterioso. Y te lo digo, Melanie, si no me cuentas, buscaré por mis propios medios quién es y le partiré la cara por hacerte sufrir de esta manera.

Keith se paralizó, su rostro perdió color en una mínima fracción de segundo.

«Él no me hace sufrir, sé que es incapaz de hacerme algún tipo de daño. Todo lo contrario, tu padre es el hombre más amoroso, bueno y tierno que pueda existir. Solo que teme por ti. Teme decir la verdad por tu reacción» Pensé, pero la Melanie enérgica, veraz e inteligente se volvió una completa cobarde e hipócrita.

Luego de que Keith convenció a mi jefa de dejarme salir, llegamos a su casa en completo silencio. Kat no dejó de darme palabras de aliento mientras su padre nos daba miradas disimulada y llenas de pánico. Por un momento me dio la leve impresión que iba a decir algo; sin embargo, solo se disculpó y se perdió en la habitación que le pertenecía a su esposa.

—¿Por qué no quieres contare sobre ese hombre?

—Es difícil, Kat — desvié la mirada hacia la ventana y recordé día a día mi amistad con ella—. No tenemos nada más que sexo.

Siempre fue así desde un principio. Aunque me negaba a pensar que no era solo tensión sexual por todas sus cariñosas y sorprendentes atenciones, eso no cambia la realidad. Pero yo necesito más de él. Quiero más, incluso sé que pido mucho, de igual modo, también sé que él puede dar más si soltara los temores de sus manos y se permitiera ser feliz justamente como la Sra. Elena, que en paz descanse, se lo pidió antes de morir. A veces creo que estoy pidiendo mucho. 

¿Qué siente por mí, además de gusto y deseo? Me pregunté con el corazón apretado de contradicciones y miedos.

—Y tú te enamoraste de él, ¿no es así? — acertó ella y me volvió a abrazar con fuerza.

—Sí, me enamoré en muy poco tiempo de él — confesé, soltando las lágrimas que estaba luchando por no dejar caer. 

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora