Nuestro secreto

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Tenerlo tan cerca, sintiendo contra la palma de mi mano su acelerado corazón y su agitado respirar me llevó a querer sentirlo de nuevo. La suavidad y la humedad de sus labios se me están insinuando descaradamente.

Él se quedó en silencio, tal vez comprendiendo mis palabras, o pensando en que no soy quién para opinar en su vida. Como no apartó mi mano de su pecho, hice un suave y lento recorrido hacia su barbilla, acariciando su pecho y cuello con la yema de mis dedos. Lo sentí estremecerse tan pronto toqué su piel. Al llegar a su barba, jugué con ella entre mis dedos hasta que llegué a mi destino; sus labios. Acaricié sutilmente su labio inferior, para después hacer lo mismo con el de arriba; son delgados, pero suaves y carnosos. Siento un gran deseo de besarlo, y no comprendo por qué razón.

—¿Q-qué haces? — tartamudeó apenas en un hilo de voz.

—Enseñándote que no hay nada de malo en vivir y sentir, Sr. Keith.

—Está mal... — dijo; sin embargo, cerró los ojos por breves segundos en los que disfrutó de la caricia que le brindaba.

—No, no lo está — me incliné hacia él, sin dejar de ver esos ojos tan bonitos y brillantes, pero tan llenos de miedo—. Podrías apartarme, aun así, no lo estás haciendo. ¿Por qué te niegas a dejarte llevar y sentir? Eres un hombre libre ahora, no estamos haciendo nada malo.

Tragó saliva, remojando sus labios y humedeciendo mis dedos a su vez. Mi corazón quiere salirse de mi pecho, fue demasiado para mí la humedad y tibieza de su lengua. No podía más, en estos dos días ese hombre feroz no ha salido de mi mente ni un solo segundo. En el fondo lo deseo, y sé que él también lo hace, pero sigue convenciéndose de que está mal el despertar de su pasión.

No pude contener las ganas por más tiempo, por lo que, al subir sobre su regazo, estampé mis labios en los suyos. Envolví mis bazos alrededor de su cuello y presioné aún más mi boca en la suya. Solo se escucharon nuestras respiraciones entrecortadas, en un silencio envolvente de atracción y deseo que solo él y yo podíamos describir. Pensé que me iba a apartar por mi gran atrevimiento, pero Keith no me apartó, solo se dedicó a mirarme con los ojos bien abiertos, atentos y algo sorprendidos. Me desconozco a mí misma, pero no me arrepiento de robar sus labios, pues los había tenido en mi paladar cada segundo hasta ahora; la misma suavidad y delicadeza de aquella noche. Separé sus labios con los míos muy lentamente y, succioné su labio inferior, arrebatándole un gemido que descontroló por completo mis sentidos.

¿Impulso? ¿Una reacción involuntaria? ¿O por qué de verdad lo está disfrutando? Solo sé que, en el mismo instante en el que nuestras bocas hicieron esa conexión violenta, llena de necesidad y apasionada, mi mente quedó en blanco y nos olvidamos de todo a nuestro alrededor. Al mismo tiempo que nuestras lenguas se rozaron, me pegó contra su cuerpo tomándome por las caderas, permitiéndose sentir y disfrutar de solo un beso.

El beso escaló muy rápido, puesto que, al abrir los ojos, me di cuenta de los movimientos circulares que hacía encima de su erección. Su barba me picaba la piel, así como la otra noche, pero no me era desagradable en lo absoluto. Desajusté su corbata y tiré de ella sacándola del cuello de su camisa, mientras sus suaves y grandes manos subían mi falda a esa misma velocidad en la que yo lo hacía.

Debo confesar, llevaba meses sin tener sexo, por lo que mi cuerpo desde el viernes se encuentra muy sensible. Ahora bien, no quiero ni imaginar lo duro que debe ser para él, pues no hay que ser adivino para saber que llevaba años sin tener intimidad con una mujer. La dureza de su miembro presionando contra mis muslos, más esos gemidos tan sensuales que suelta de sus labios y la tensión de su cuerpo, lo deja en evidencia.

—No deberíamos estar haciendo esto acá — murmuró, colmando mi cuello de besos al tiempo que subía mi falda a la cadera—. ¡Dios, Mel! No se supone que entre tú y yo vuelva a pasar...

—Shhhh... — volví a besar sus labios con mucha más fuerza y pasión—. Será nuestro pequeño secreto, por ahora.

—Tenemos que hablar...

—Deja de pensar tanto y dedícate a disfrutar — me separé un poco de su cuerpo, desabroché sus pantalones y liberé su erección—. Mañana volvemos a hacer los mismos de hace un par de semanas atrás, donde nos veíamos y solo nos limitábamos a darnos un opaco saludo.

Estaba muy duro, y mis dedos se vieron húmedos de los fluidos que salían de él. Mordí mis labios, trayendo el recuerdo cuando lo probé y me gustó mucho más de lo que había pensado. Estoy actuando como una pervertida, cuando la realidad es otra. Ahora mis ojos lo ven como el hombre pasional que es, el cual provoca en mí cientos de pensamientos y temblores con solo imaginarlo.

Sostuvo mis caderas en el aire, a lo que hacía a un lado mis bragas y posicionaba su pene en la entrada de mi vagina. Esa corriente que atravesó todo mi cuerpo al momento en el que bajé suavemente y me llenó de él, me arrancó un fuerte gemido que se vio ahogado en la palma de su mano.

—No hagas ruido — susurró, soplando de su cálido aliento en mi piel—. Nos pueden escuchar...

Enterré el rostro en su pecho, moviendo mis caderas de adelante y hacia atrás a un ritmo lento. Sus jadeos se hacían más constantes y sonoros en mi oído, a lo que agarraba mi trasero en sus manos y me guiaba hacia él con rudeza y mayor rapidez en la que yo me movía. Él tampoco podía contenerse y, aunque estaba segura de que no era momento para hacerlo, entre nosotros estaba esa tensión y química. Ambos lo necesitábamos. Los dos lo queríamos, así se negara a aceptar sus deseos.

—¡¿Keith?! ¡¿Por qué tienes la puerta con seguro?! — una voz masculina rompió nuestra burbuja de golpe—. Ábreme, o tendré que abrirla por mi cuenta.

—Demonios — murmuró, soltando el aire por la boca y viéndome con el rostro lleno de frustración y deseo—. Escóndete debajo del escritorio. Él es capaz de entrar sino abro la puerta. 

Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora