Ataque

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No había pronunciado palabra alguna desde que nos sentamos en la mesa a comer. Mi corazón no dejaba de latir con fuerza y rapidez. Las manos me temblaban sin control al tenerla frente a frente. Katie no ha parado de hablar y de hacer bromas mientras nosotros nos encontramos en una situación bastante incomoda, dándonos miradas fugaces y extrañas que revientan mi corazón y mi mente. Incluso llegué a pensar que Katie lo sabía todo y que solo era cuestión de segundos para que la bomba explotara.

Su mirada, su sonrisa, sus labios, la manera en la que toma aire para hablar con Katie y la mira con pena, con culpa, con arrepentimiento me pone cada vez peor. No puedo más, necesito estar lo más lejos posible de ella. Esto que siento no puede crecer, simplemente no debe por qué existir en primera instancia.

—Bueno, chicas, la comida estuvo muy rica, pero es momento que me vaya a descansar — me levanté de la silla con el plato a medio terminar—. Hasta mañana.

—Hasta mañana, papito. Te quiero mucho.

—Que tenga buena noche, Sr. Keith — de nuevo, su voz, la forma en la que dice mi nombre y la combina con un formalismo descarado y sensual, causa estragos en todo mi sistema.

«¡Basta, Keith!», me recriminé a mí mismo y me fui al cuarto de Elena con el corazón en la garganta. No es normal que me sienta excitado con solo escuchar mi nombre salir de su boca, ¿o sí? No soy un adolescente hormonal, soy un hombre hecho y derecho que ahora mismo está actuando como uno.

Al escuchar que se dirigieron a la habitación de Katie, esa maldita curiosidad por saber de lo que hablarían me llevó de nuevo a oír una conversación ajena tras de la puerta. No sé qué demonios me pasa, pero todo lo que tenga que ver con Melanie me altera en una fracción de segundo.

—¡Cuéntamelo todo, Melanie! Soy tu mejor amiga; casi hermana, y me has estado evadiendo de la peor manera que pueda existir.

Para que mentir, ese «hermana», me supo a la mismísima mierda. Ella podría ser mi hija, esto está mal, no debería ser...

—No hay nada que contar, Kat. Entre la universidad y los trabajos, no me queda tiempo de nada. Ni siquiera he podido dormir como se debe.

¿Trabajos? ¿Por qué una chica que cuenta con buena estabilidad económica tiene más de un trabajo?

—Eres tan mala para mentir — ironizó Katie—. Tiene que ver con lo que pasó unas semanas atrás, ¿cierto?

—¿De qué estás hablando?

—De la desenfrenada noche la cual no fui testigo porque no me invitaste. ¿Sientes remordimiento por haber tenido sexo con un desconocido, aun cuando sigues amando a Rubén?

Melanie mantuvo un silencio inquietante. Esperar una respuesta no me había parecido tan urgente como ahora.

—Primero que todo, no fuiste porque tu noviecito don Audi rojo de último modelo es mucho más importante que tu mejor amiga — ellas rieron.

Pero para ser honesto, por primera vez no me importó la vida de mi hija, estaba a la expectativa de lo siguiente que diría.

—Segundo, ¿remordimiento? Claro que no, esa noche fue la mejor que he vivido, incluso si me haya enrollado con un hombre que ni siquiera su nombre sabía, jamás lo olvidaría. Y tercero, Rubén ha pasado a un segundo plano. Entendí que no tengo por qué mendigar amor a nadie, mucho menos cuando ese alguien nunca me va a amar genuinamente. Por el momento me siento muy bien así; libre con mis pensamientos.

—¿Has vuelto a hablar con ese hombre? ¿Intercambiaron números? ¿Por lo menos quedaron en verse de nuevo, o qué? Es que, hablas de él, y los ojos te brillan — soltó una risilla traviesa—. ¿Así de bueno estuvo? ¡Cuéntame!

Hasta la respiración se me detuvo.

—No, no sé nada de él — la alegría en su voz se desvaneció de repente—. Fue algo fugaz, supongo que él debe estar en su vida y ni siquiera debe acordarse de lo que pasó...

—Te gustó — confirmó Katie.

—Más de lo que te imaginas, pero...

El tono de llamada del teléfono de Katie cortó sus palabras. Pero, ¿qué? ¿Qué pensaba decir demás? ¿Acaso ella le diría? ¿En verdad le gustó? ¿Por qué todo tiende a complicarse?

—Por el amor a Dios, acaban de verse y ya se están llamando — dijo Melanie—. Iré por agua, cuando regrese espero que ya hayan intercambiado las suficientes palabras, ¿de acuerdo?

—Vete, sal de aquí...

Me aparté de la puerta y corrí como adolescente hacia mi habitación. Tan pronto Melanie iba cruzando por el frente, la tomé del brazo y la hice entrar conmigo de un solo tirón. Su cuerpo quedó preso entre el mío y la puerta. Aun sorprendida, soltó el aire lentamente por la boca haciéndome estremecer.

—Que susto me dio, Sr. Keith — murmuró.

—¿Pensabas contarle a mi hija lo que pasó entre nosotros? — ataqué, presionando su cuerpo contra la puerta.

—No, aunque ganas no me faltaron. No es fácil decirle mentiras a mi mejor amiga — relamió sus labios pausadamente, lo que provocó en mí un escalofrió por todo el cuerpo—. ¿Ya lo pensaste mejor? ¿Ahora sí podemos hablar, Sr. Keith? Han pasado varias semanas ya, ¿no crees?

La cercanía tan inigualable y conocida de su cuerpo, el calor tan envolvente del mismo. Lo dulce de su perfume y lo bien que se ve estando en un pijama. El mero hecho de sentir su respiración agitada contra la mía, es un ataque directo a todos mis sentidos. Esa ansiedad que estaba experimentado fue sustituida por deseo; sus labios me tentaron, por lo que me quedó bastante claro lo que estaba haciendo al momento de robar sus labios y besarla con esa misma fuerza con la que he tratado de olvidarla.  

  

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Pasión Secreta[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora