Perdido

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Vistiendo una larga capa y con un pesado maletín bajo el brazo, Yeonjun murmuraba un conjuro protector mientras caminaba por un sendero lúgubre y neblinoso. La Orden de la Luz lo había enviado a investigar los extraños acontecimientos ocurridos en una vieja mansión abandonada, y si era posible, detenerlos.

Horas antes había interrogado a varios habitantes de la villa cercana, los cuales habían presenciado la desaparición de dos muchachos, quienes entre juegos y burlas se habían adentrado en la mansión.

Terrible error.

Sus amigos los esperaban fuera y justo cuando los cinco minutos del reto se habían consumido en el reloj, los muchachos salieron atemorizados, con sus ropas hechas jirones y sus rostros blancos como la nieve. Huyeron despavoridos por el mismo sendero que él recorría ahora. Cuando sus amigos les preguntaron qué era lo que habían visto, no pudieron decir palabra alguna. Un médico local los examino, pues seguían terriblemente pálidos. No encontró ninguna anomalía en los chicos más que unas pequeñas heridas punzantes en sus muñecas. No le tomó la suficiente importancia creyendo que se las habían hecho en medio de su huida. Los chicos ya estaban más tranquilos, pero de todos modos les dio una pócima para ayudarlos a dormir. Por la noche, mientras ambos se encontraban descansando en sus camas gracias a la acción de la potente poción, los chicos se levantaron y como si estuvieran trance, caminaron por la fría noche hacía la mansión. Sus padres intentaron detenerlos, pero fue imposible. La casa se los tragó y jamás se volvió a saber de ellos.

Yeonjun reconocía estos indicios. Se trataba de un vampiro. No había criatura conocida que pudiera hipnotizar a un humano sin tener contacto directo. Los demonios podían hacer algo similar, pero casi siempre era necesario que actuara un tercero. Era su deber como exorcista acabar con semejante amenaza.

Al llegar a la enorme puerta de la mansión Yeonjun sacó de su maletín un pequeño amuleto. Era un Ojo de la Verdad, el cual evitaba cualquier tipo de hipnosis. Lo colocó alrededor de su cuello y después de hacer un hechizo básico de protección, se decidió a entrar. Justo estaba por empujar la puerta, cuando está se abrió con un quejido. El ente ya sabía de su presencia y lo invitaba a entrar a su territorio.

Alerta y atento a su alrededor, Yeonjun entró. El olor a viejo y a humedad golpeo su nariz, pero no era lo peor que había olido en su carrera. Con cautela se fue adentrando en las diversas habitaciones de la inmensa casa, buscando al vampiro que debía eliminar. Suponía que sería un trabajo de rutina, nada que el gran Choi Yeonjun no pudiera manejar.

Subió la escalinata de piedra y de pronto se encontró en medio de una gran estancia. A diferencia de el resto de la mansión, la habitación estaba limpia e incluso el mobiliario lucía nuevo. Las paredes estaban forradas con un tapiz rojo, que absorbía la poca luz que daba un candelabro de cristal en el techo, y cubiertas por muchos cuadros que representaban escenas eróticas. En un extremo había un tocador lleno de diversos frascos, con un enorme espejo y justo al centro una cama llena de suaves almohadones. El piso estaba plagado de finas ropas, tiradas sin un orden por todo el lugar. Yeonjun, quién se había parado justo al frente de una pintura que representaba a un joven príncipe, miraba impresionado todo. Imaginaba que la morada de un vampiro sería mucho menos agradable.

—Te habías tardado. Creí que nunca llegarías aquí por tu patético intento de ser sigiloso. - dijo una suave voz detrás suyo. Cuando volteo, se encontró con un chico más bajo que él ataviado de pies a cabeza con invaluables joyas. Su rostro era pequeño y anguloso, casi como el de una estatua griega. Sus ojos eran obscuros y almendrados, con unas largas pestañas que acariciaban sus mejillas cada vez que cerraba los ojos. Sus labios entreabiertos, que dejaban ver unos afilados colmillos, eran de un color rojo tan profundo que pensó que estaban heridos. Sin embargo, lo que más le impresiono fue su desnudez. Su piel se veía pálida y tersa. Era delgado, pero con curvas colocadas en los lugares precisos para darle una figura apetecible. Yeonjun recorrió con su vista todo el cuerpo del muchacho, deteniéndose en sus gruesos muslos descubiertos, que le provocaron ganas de morderlos y marcarlos. Subió sus ojos hasta el rostro del chico, quién tenía una altanera sonrisa plasmada en el rostro. Sus ojos brillaban aun en la penumbra.

Yeonbin One shots (Pedidos Abiertos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora