Su majestad

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-Te digo que he escuchado algo en los aposentos de su alteza- dijo uno de los sirvientes- como un grito.

-Deja de decir sin sentidos por favor. Es el príncipe de quién estamos hablando, el desprecia a todo mundo. Es imposible que estuviese acompañado, y aún si fuera cierto, no es asunto nuestro.

-Pero...

-Nada de peros, tenemos que llevar esto con el rey. Es urgente.

Era cierto. El príncipe Choi Yeonjun despreciaba a todos: a la servidumbre, a los miembros de la corte e incluso a su familia. Pero había cierto muchacho que lograba hacer a su corazón latir con fuerza y su entrepierna endurecerse. Era uno de los sirvientes nuevos en el palacio y tenía el rostro más hermoso que su alteza hubiera visto en su vida. Ni siquiera las cortesanas podían igualar su belleza. Tenía una piel inmaculada y tersa; sus carnosos labios tenían un precioso tono rosado, parecido al de las flores de cerezo. Su cuerpo era esbelto, con largas piernas, estrechas caderas y una delicada cintura. Pero quizá lo que más le gustaba del chico eran sus ojos almendrados, de una tonalidad marrón más clara que el resto.

Lo había visto por primera ocasión varias semanas atrás. Ese día estaba evitando a su padre quién, a pesar de sus repetidas negativas, seguía intentando encontrarle una esposa. Decidió refugiarse en un anticuado almacén. Sabía que ya nadie lo usaba y que la única razón por la cual seguía en pie era porque la loca de su madre así lo quería. Casi todas las ventanas se encontraban tapiadas, por lo que la luz era escasa. El lugar estaba polvoriento; lleno de baratijas y muebles rotos.

-Por fin un poco de paz- señaló Yeonjun agotado.

Recorrió el lugar con la vista, buscando donde recostarse a pasar el tiempo, hasta que lo vio, iluminado por un rayo de luz. El chico dormía plácidamente recostado sobre un viejo baúl. Su semblante relajado y pacífico, despertó en él un deseo extraño hasta el momento. Se acerco tranquilamente, buscando admirar más de cerca al desconocido, cuando una de las viejas tablas del suelo rechinó, sobresaltándolo. El chico se despertó de golpe y en cuanto poso sus ojos en él, una corriente eléctrica recorrió todo su ser.

-L-lo siento, s-señor- dijo levantándose de prisa, sacudiendo sus ropas- i-iré a trabajar en seguida.

- ¡Espera! - dijo Yeonjun mientras tomaba su muñeca, en un intento por detenerlo- Está bien, puedes quedarte.

El tono calmado que el hombre utilizó, logro tranquilizarlo. En la semana que llevaba ahí nadie había sido tan dulce con él, mucho menos alguien tan elegante. Una débil sonrisa se posó en su rostro, iluminándolo solo por un segundo.

-Gracias- murmuro.

Yeonjun estaba gratamente sorprendido. Ahora que estaba despierto, encontraba al extraño mucho más bello. Su rostro se encontraba ligeramente sonrojado debido al sueño y su cabello desordenado le daba un aspecto en extremo adorable.

-No te había visto por aquí antes- dijo Yeonjun mientras se sentaba en el baúl junto a el- recordaría una cara como la tuya.

El desconocido pareció desconcertado por el comentario.

-L-lo siento- dijo con voz temblorosa- no entiendo a qué se refiere...

Una ligera carcajada lo cortó.

-Lo que quiero decir es que eres muy lindo- dijo Yeonjun con seguridad- Por cierto... ¿Cuál es tu nombre?

El chico se sonrojo furiosamente antes de empezar a responder:

-Mi nombre es So...

De pronto, la puerta fue abierta de golpe por uno de los eunucos, interrumpiendo al chico.

Yeonbin One shots (Pedidos Abiertos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora