— ¡Oye, Junnie! — dice Soobin cuando Yeonjun responde — ¡Oye, Junieeee! Ven a buscarme. Estoy en... — Soobin guarda silencio y entorna los ojos. No hay ningún letrero a la vista. — Oh no.
Es entonces que Soobin se percata de que no tiene idea de dónde está. Fuera del departamento del chico lindo del club, claro. Pero de manera general, perdido. No es como si hubiera puesto atención mientras venían en el taxi, demasiado concentrado en los besos húmedos que dicho muchacho dejaba por su cuello.
Su boca era cálida. A Soobin le gustan las bocas cálidas.
Al otro lado de la línea, la voz de Yeonjun es plana y adormilada — Son las dos de la mañana, Soobin.
— Bueno, entonces le diré a tu madre que te cogiste al vecino en su cama. ¿Qué tal?
Hay una pausa. La calle está tranquila, tanto que da la impresión de que de un momento a otro un fantasma saldrá de su escondite para atormentar el sueño de los que viven ahí. Soobin mira su camiseta arrugada y con una mancha que luce como cerveza. Tiene cientos de otras amenazas para Yeonjun. Secretos sucios y mentiras descabellas, todas listas para repetirlas cuando sea conveniente.
Por suerte no las necesita.
— Mándame tu ubicación. Imbécil.
— ¡Gracias Junnie, eres el chico más amable y guapo que conozco!
Esta por quedarse dormido para cuando Yeonjun llega. Sus párpados pesan demasiado y tiene frío. Aunque luce bien con ella, su chaqueta de cuero resulta ineficiente para protegerlo del viento de la madrugada. Consideró robarse una las mantas colgadas en el patio de la casa de enfrente, pero descartó la idea casi de inmediato. Si lo descubrieran no podría correr, apenas podía pararse derecho.
— Hueles al alcohol — es lo primero que le dice Yeonjun mientras se acomoda en el asiento del pasajero. Trata de abrazarlo y besar su mejilla, pero Yeonjun lo aleja.
— Apestas a borracho — dice. Soobin quiere señalar que es porque está borracho, pero Yeonjun ya luce molesto. No quiere que lo deje a un lado del camino. — Gracias por venir — murmura en su lugar.
— No me dejaste opción — señala — ¿A qué hora comenzaste a beber?
— Al medio día. No me detuve — Yeonjun suspira y se acerca para abrochar su cinturón, como si Soobin fuera un bebé. La idea le divierte y se ríe. Es un sonido entrecortado, más similar a un chillido, pero una risa al final de cuentas. Yeonjun lo mira con desagrado. Por un instante Soobin cree que esa mueca en el rostro de su amigo es real, pero es imposible. Yeonjun no podría odiarlo.
— No me odias Junnie. No pongas esa cara.
Yeonjun enciende el auto y se aleja del edificio — Claro que te odio. Es domingo, Soobin. ¿Quién sale de fiesta el domingo?
— Yo — admite Soobin.
— Eres un adulto terrible — suspira.
— No soy un adulto. Mentalmente sigo teniendo dieciocho.
— Legalmente lo eres — Yeonjun aleja su mano de la radio — ¿Qué bebiste?
— No sé. Vodka. Cerveza.
— No vomites en mi auto otra vez — advierte Yeonjun antes de acelerar.
Durante los siguientes veinte minutos de viaje, su amigo no lo mira ni una sola vez. Tampoco intenta seguir hablando con él. Es hasta que se detienen en un alto que gira su rostro para verlo a los ojos.
— ¿Al menos tuviste sexo? — pregunta. Es una pregunta estúpida, porque Soobin es completamente capaz de irse con alguien medianamente atractivo para tener sexo mediantemente satisfactorio si así lo decide. Esa noche el afortunado había sido el chico de la boca cálida — no podría recordar su nombre aunque lo intentara — pero este último se quedó dormido antes de siquiera desnudarse por completo. No quiere que Yeonjun lo sepa.
— Eso no te importa.
— Tomaré eso como un no entonces.
— Vete a la mierda.
— Con gusto.
La carretera pasa veloz a su lado y en medio de la obscuridad, Soobin ve un restaurante 24 horas de comida rápida.
— Detente. Quiero comer algo.
— ¿Qué? No — responde su amigo.
Soobin lloriquea y patalea en su asiento — Quiero comer, por favor Junnie.
— Ya vamos a llegar.
— Por favoooor — insiste con voz aguda y un puchero en los labios.
Yeonjun suspira y toma la salida hasta el parador donde estaba el restaurante — Eres un borracho insoportable, ¿sabías?
Terminan comiendo un par de hamburguesas grasosas. Tal vez es porque esta borracho, pero son el manjar más exquisito que Soobin haya probado. A su lado, Yeonjun mastica lentamente su hamburguesa y lo mira con recelo.
— ¿Qué? — pregunta con la boca llena.
— Nada. Solo pienso en como matarte sin que la policía se entere.
Soobin se ríe y le lanza una de sus papas fritas. — Me extrañarías demasiado para hacerlo — dice. Yeonjun esboza una media sonrisa que bajo la luz amarillenta de las farolas luce atractiva — Es cierto. Por mucho que me saques de la cama a horas insanas de la madrugada, te extrañaría.
El silencio se asienta entre ellos. Es demasiado denso; puede escuchar sus pensamientos y no le gusta. Nunca le ha gustado.
— ¿Puedo poner música? — pregunta dejando de lado el resto de su comida.
— Aunque te diga que no lo vas a hacer.
Soobin sonríe — Que bien me conoces.
Las primeras notas de la canción inundan el auto. Es la melodía suave de una canción de David Bowie. Starman.
— ¡Dios! Hace siglos que no escuchaba esa canción — murmura Yeonjun. Soobin se ríe y sube el volumen. Cantan en unísono el coro de la canción y Yeonjun imita el sonido de la guitarra. Mientras Yeonjun está perdido en la música, Soobin lo mira. Sigue pensando que es guapo. Si tuvieran todavía quince, se aseguraría de convertirse en su novio. Tal vez así su vida no sería un desastre. Sin pensarlo se acerca y besa su mejilla. Yeonjun se estremece y gira para verlo. Soobin le sonríe.
— ¿Qué? — pregunta, inocente.
— Nada — contesta Yeonjun. Su voz está tranquila, pero sus ojos reflejan miles de cosas que Soobin desearía poder interpretar.
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Hola!
Espero que les guste este capítulo. En realidad, esto formaba parte de una historia alternativa mucho más larga, pero preferí solo dejarlo como una escena.
Nos leemos luego :)
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Yeonbin One shots (Pedidos Abiertos)
RomanceOne shots Yeonbin Aquí encontraras: ♡ Smut ♡ Soft ♡ Omegaverse ♡ Historias un poco raras Pedidos abiertos.