Arreglado

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El salón más grande del palacio estaba suntuosamente decorado e iluminado delicadamente por la luz de miles de velas que colgaban de elaborados candelabros.

— Tú — dijo el príncipe Choi señalando a uno de los guardias que se encontraban custodiando el salón donde el baile se llevaba a cabo. — Te elijo a ti para ser mi esposo.

Los invitados miraron incrédulos al príncipe, esperando que fuera una broma, pero Soobin estaba hablando en serio.

Al haber cumplido la mayoría de edad, su madre, los ministros e incluso su pueblo esperaban que eligiera un prometido al finalizar la noche, pero no quería que su esposo fuera un noble engreído y pretencioso que solamente aceptara el compromiso para acceder al trono y a la fortuna de su familia; prefería antes casarse con un completo desconocido, como ese guardia de ojos dorados y cabello rojo que lo miraba asustado.

— Su majestad, ¿qué es lo que hace? — preguntó entre dientes el sumo sacerdote, completamente perdido.

Soobin lo ignoró, caminando hacia el hombre en brillante armadura hasta quedar frente a él. — Te elijo a ti — repitió, certero.

El guardia miraba a su alrededor, evitando su mirada, pero Soobin no iba a permitirlo.

— Mírame — dijo, asegurándose de poner toda la autoridad que le era posible en su voz. El hombre exhaló y lentamente alzó su rostro. Sus ojos dorados refulgían bajo la luz de las velas y Soobin sintió algo removerse en su pecho. — ¿Cuál es tu nombre? — preguntó.

— Choi Yeonjun, su majestad — respondió el guardia luego de lo que le pareció una eternidad.

— Muy bien. Entonces, Choi Yeonjun, si lo deseas, tu serás mi esposo — sentenció con una sonrisa.

Yeonjun suspiró pesadamente. Esa mañana, cuando le informaron que tendría que custodiar el salón del trono, nunca imaginó que se vería envuelto en una situación tan extraña.

El príncipe Choi lo miraba expectante. Yeonjun sentía los ojos de los cientos de invitados clavados en él y sinceramente, estaba aterrorizado.

— Su majestad...

— Sé que no me conoces más allá de lo que tu deber te lo permite — se apresuró a interrumpirlo el príncipe — y también que esto es repentino, pero estoy seguro de que es la decisión correcta. En este lugar eres el único que se merece el honor de ser mi esposo.

El príncipe acunó su rostro con delicadeza. — No puedo obligarte a hacerlo, pero, si tu lo aceptas, me aseguraré de que no te arrepientas jamás.

Yeonjun sintió la calidez de su mano contra su piel y observó con detenimiento los ojos del príncipe, buscando algún rastro de burla en ellos, pero solo halló sinceridad y bondad como pocas veces la había visto en su vida.

— Está bien — respondió por fin. — Seré su esposo.

Detrás de él, Soobin podía escuchar los murmullos de los invitados y las vociferaciones de la emperatriz, su madre.

— Soobin, te lo prohíbo — exclamó, furiosa. — Estás llevando tu rebeldía muy lejos.

— No puedes prohibírmelo — respondió, girando para confrontarla. — Es mi derecho elegir a mi esposo. Está escrito en los rollos sagrados.

— Su majestad, él es no es un noble — intervino el sumo sacerdote — , no puede casarse con él.

Soobin miró al hombre con molestia apenas contenida. — Entonces haré de él un noble.

Con un rápido movimiento de su mano, Soobin desenvainó su espada, la misma que le había entregado su padre antes de morir. Tenía más valor ceremonial que práctico y justo ahora, le venía perfecto.

— Arrodíllate — le pidió a Yeonjun. El guardia vaciló.

— Su majestad, yo...

— Por favor — rogó Soobin. Yeonjun obedeció.

Soobin envolvió con su palma la afilada hoja y la apretó contra su piel hasta sangrar.

— ¡Su majestad! — exclamó el sumo sacerdote, pero Soobin lo ignoró, al igual que al dolor sordo que sentía en su mano.

— Abre la boca, Yeonjun.

Una vez más Yeonjun le obedeció. Con cuidado colocó su palma sobre los labios entreabiertos del guardia, dejando caer un hilo de sangre en su lengua.

— No naciste con sangre noble — comenzó a recitar, dejando que su voz llegara a cada rincón de la sala — , pero a partir de hoy la mía fluirá dentro de ti como si fuera tuya. A partir de hoy, serás hijo de la luna, jinete de dragones y conquistador de pueblos; a partir de hoy y para siempre, serás parte de mi.

Yeonjun bebía la sangre del príncipe. Se sentía espesa en su boca, cálida y llena de poder. Un poco de ella resbalaba por su barbilla, manchando la piel de su cuello y su capa blanca, hasta entonces un símbolo de su pureza y castidad, pero eso ahora ya no importaba. Las palabras del contrario se repetían en su mente, monumentales, y esperaba estar a la altura de una promesa así.

Soobin alejó su mano de los labios del guardia y lamió su palma, recolectando la sangre que se había acumulado alrededor de la herida.

— De pie, hijo de la luna — dijo Soobin con una sonrisa que Yeonjun le devolvió, sus labios rojos y brillantes de sangre y saliva.

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Hola :)

Vaya, un capítulo nuevo. Yay!

Está idea tenía al menos dos años en borradores, pero por fin pude encontrar la inspiración para terminarla. Espero que les guste :)

Nos leemos luego.

Yeonbin One shots (Pedidos Abiertos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora