16. Que se jodan todos

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Creep - Radiohead

Cinco

Maldita sea papá.

Maldita sean las personas.

Maldita sea la vida y el planeta entero.

T/n tenía razón al decir que estaba harta de las palabras y regaños que nos daba Reginald cuando las cosas no salían como él las planeaba.

Quería salir de esta estúpida academia, teletransportarme a otro lugar lejos, lo más lejos posible y dejar a Reginald con sus misiones de mierda.

Y podía hacerlo, solo debía tomar el dinero que he ahorrado desde que teníamos 10, eso me bastaría para sobrevivir por un tiempo luego podre arreglarmelas yo solo.

Fuí al armario sin pensarlo dos veces para sacar la caja en donde tenía mis ahorros. Pero antes de tomarla alguien tocó la puerta.

—¡Ahora no!

Espero que no sea el estúpido de Reginald que viene a fastidiarme otra vez.

Esperé a que la persona que estuviera del otro lado se fuera, pero no lo hizo, en cambio volvió a tocar— ¡Maldita sea, dije que ahora no!

—Cinco, necesitamos hablar— La voz de Ocho sonaba tranquila a pesar de que le había gritado.

Pase mis manos por mi cara— No estoy de humor T/n.

Una sombra negra que parecía humo y que conocía a la perfección pasó por debajo de la puerta para después quitar el seguro.

—Tú nunca estás de humor— dijo con una sonrisa llena de arrogancia.

—Agh— Realmente no quería verla, ni mucho menos hablar con ella.

Me di la vuelta y me senté en mi cama mirando a la ventana.

—Vete.

—¿Qué sucede Cinco? Acaso alguien robó tu café— se sentó a mi lado— ¡Oh ya sé! encontraron a tu queridisimo listón rojo que tienes desde que éramos niños ¿Cómo se llamaba?

Ocho puso su mano en su mentón para pensar.

—Cenefio, fenecio, pedro...

Puse los ojos en blanco— Ceferino y ¿Cómo sabes que aun lo tengo?

—Buena, la otra vez que no estabas quería café así que vine a buscarlo y lo vi en uno de tus cajones.

—Ya no respetan la privacidad.

Nos quedamos en silencio un largo rato, lo cual me ayudó a calmarme. Creo que su compañía ya no es tan desagradable.

—Cinco, con respecto a lo que dijiste...

Retiro lo dicho.

—No quiero hablar de eso— respondí contundente.

Respetó mi decisión y nos volvimos a quedar en silencio.

Poco después noté como se mordía las uñas, estaba ansiosa, se notaba que realmente quería hacerme preguntas.

—Bien, adelante— dije sin mirarla.

—¿Aún no entiendo tú obsesión por impresionar a papá?

—Es complicado, no lo entenderías— y no esperaba que lo hiciera.

—No, tienes razón— eso me preocupaba, era uno de mis mayores miedos que jamás revelaría en voz alta.

Me asustaba que se alejaran por el hecho de no entenderme. Muy en el fondo sabía que no quería terminar solo.

—Pero quiero hacerlo Cinco.

Aunque también me costaba hablar sobre mis sentimientos, muchas veces porque ni yo mismo sabía lo que sentía.

Cuándo eres niño tus sentimientos y emociones están al borde, cualquier cosita desconocida te emociona, una pequeña reprensión provoca un gran llanto, al no recibir lo que quieres haces una rabieta enorme. Y todo eso no puedes controlarlo, pero tus padres te ayudan a hacerlo, te enseñan lo que está bien y lo que está mal, te enseñan a manejar tus emociones.

Pero Reginald nunca hizo eso con nosotros, nos reprendía cuando lo hacíamos e incluso nos llamaba débiles y nos hacía entrenar horas extra. Además de que nuestra única figura paterna no demostraba ni una pizca de sensibilidad, crecimos con la idea de que eso estaba bien, en especial yo.

Tome aire mientras procesaba lo que iba a decir y por primera vez desde que Ocho entró a mi habitación decidí mirarla— Mi lógica era que si lograba impresionar a papá significaba que era el mejor y al ser el mejor no necesitaría a nadie más, incluyendolos.

—¿Por qué nos quieres alejar?

—Por el rechazo T/n, duele.

-Farsa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora