43. El último café

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Don't  cry - Guns N' Roses

Ocho

Mi mano tiembla. A pesar de eso, aferro el agarre del cigarrillo que está entre mis dedos.

―Tienes que dejar eso― Ben me reprime desde el otro lado de la habitación, deja el libro que estaba leyendo y se acerca para arrebatarme el tubito de papel.

Me doy media vuelta y le doy una última calada antes de que se acerque lo suficiente para quitarmelo y arrojarlo por la ventana.

―¿Dónde está la cajetilla?― pregunta furioso con las menos en la cintura.

Me encojo de hombros mientras dejo salir el humo por las fosas nasales. Mi hermano me mira con decepción y toma el puente de su nariz.

Además de la decepción, el cansancio también es evidente en su rostro. Probablemente ya está harto de la situación, en el último mes nos hemos visto rodeados de periodistas por toda la mansión, además de que varias personas han intentado irrumpir en la academia en busca de  "información" que logre inculparnos. De igual forma hemos tenido cientos de entrevistas, ya que papá se ha encargado de mantener en alto el nombre de la academia mientras desmiente todo lo que dijo Crowe por televisión abierta, que debo decir nos dejó muy comprometidos con la situación o más bien a mi.

Reginald logró conseguir las pruebas necesarias para mostrar la "inocencia" de la academia con los jueces, por lo que pudimos evitar la reprimenda legal. Sin embargo todo el mundo esta en desacuerdo con lo mostrado en el juicio y siguieron creando teorías y conspiraciones contra nosotros.

O tal vez Ben simplemente esté cansado de mí. No he dejado de tener peleas con mis hermanos por todo lo ocurrido y más que nada por dejar ir a los hijos de Crowe, eso siempre me lo echan en cara. Además de que Número Seis descubrió mi adicción y se ha dedicado a ayudarme, lo que agradezco demasiado.

Mi hermano se deja caer en el sillón y recarga la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Yo me quedo hecha un ovillo en la esquina de la habitación y lo contempló horrorizada por lo que le he hecho en tan solo tres semanas.

Por un largo momento solo se oye su respiración y el ruido de los periodistas y protestantes en la calle debajo de mi ventana.

¿Protestas? Sí, protestas. Varios grupos sociales nos quieren en la cárcel, mientras que otros quieren que nos sometan a experimentos. Para ellos nos hemos vuelto unos fenómenos.

Todo se volvió una mierda y más problemas como ese se desencadenaron desde aquel día.

Ya no quiero vivir.

El sueño comienza a inundarme y mis párpados se vuelven tan pesados que en menos de un minuto ya se han cerrado.

―Ocho― aquella voz que me estremece hasta el alma me despierta.

Me froto los ojos mientras me incorporo para sentarme y darme cuenta que estoy en mi cama.

―Toma― Cinco me entrega una taza caliente y en cuanto el olor a café inunda mis fosas nasales le doy un buen sorbo.

La luz del día ha dejado de entrar por las ventanas.

Nos quedamos en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos. Cinco está en la orilla de mi cama mientras que yo estoy prácticamente hasta el otro lado de está, con las piernas dobladas, tratando de estar lo más lejos posible de él, siempre tratando de estar lejos de él.

Lo contemplo por un buen rato, a él y el ambiente que nos rodea, una débil luz plateada entra por las ventanas y el bullicio de afuera se ha acallado por lo que inquiero debe ser más de media noche.

-Farsa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora